En la madrugada del 3 de febrero de 1959, un avión se estrelló a más de 200 km/h en un campo nevado de Clear Lake, Iowa. A bordo viajaban Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper, tres íconos del rock & roll que estaban en plena gira The Winter Dance Party, un agotador recorrido de 24 conciertos en 24 días por el Medio Oeste.
Seguro has escuchado la canción de La Bamba innumerables veces. Ritchie Valens, su intérprete, estaba en ese avión.
Un vuelo marcado por el destino. Tras su presentación en el Surf Ballroom, Buddy Holly, harto del autobús sin calefacción, decidió alquilar un avión privado para el y sus dos músicos, para evitar otra gélida noche en la carretera. Quería llegar a tiempo a su próximo destino para descansar un poco y lavar su traje antes del siguiente concierto.
La lista de pasajeros cambió en el último momento:
The Big Bopper, enfermo de gripe, le pidió a Waylon Jennings, el bajista de Holly, su asiento en el avión. Jennings accedió, sin saber que ese gesto de amabilidad le salvaría la vida.
Ritchie Valens, que quería evitar el autobús de la gira, prefirió apostar su destino a cara o cruz con Tommy Allsup, el guitarrista de Holly y terminó montando en este avión.
Tan solo 10 minutos de vuelo tras el despegue el avión desaparece en la tormenta. A la mañana siguiente, los restos fueron hallados dispersos en la nieve, con los cuerpos de los músicos sin vida. Este suceso marcó el fin de la inocencia del rock & roll. Años después, inspiró a Don McLean, quien convirtió la tragedia en un poema musical: American Pie.
La canción está cargada de simbolismo y referencias a la escena musical de la época. Desde un tono nostálgico y desencantado, compara a Bob Dylan con un bufón cantando para el rey y la reina (Elvis Presley y Joan Báez), menciona a The Beatles (The quartet practiced in the park) y The Rolling Stones (Satan). Refleja la sociedad americana de la época: A generation lost in space haciendo referencia a la llegada del hombre a la luna o los asesinatos de Helter Skelter, cuando Charles Manson, obsesionado con The White Album, desató el caos y la violencia.
Desde entonces, cada 3 de febrero recordamos el día que la música murió, pero su legado sigue vivo.
Si quieres saber más sobre esta historia, te recomiendo la película La Bamba (1987), que narra la vida de Ritchie Valens y su trágico destino.
En Clear Lake, Iowa, tres monumentos recuerdan los hechos de la madrugada del 3 de febrero de 1959, el día que la música murió. En el Crash Site Memorial, ubicado en un campo de maíz, tres discos de acero inoxidable con los nombres de Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper marcan el lugar exacto donde el avión se estrelló. A la entrada del sendero que lleva al sitio, una escultura de unas enormes gafas de metal rinde homenaje a Buddy Holly que recuerdan a sus inconfuncibles gafa pasta. Además, el Surf Ballroom, el escenario donde los tres artistas dieron su último concierto, sigue en pie como un sitio histórico con una placa conmemorativa y un festival anual que honra su legado.