Karl Schlögel en ese espléndido libro titulado ‘En el espacio’ leemos el tiempo dedica un capítulo a los cementerios de Europa. Los cementerios del siglo XIX con sus sólidas obras de cantería, honra del oficio y de concejales y ministros cuyos títulos figuran grabados en las lápidas sin que nadie sintiera vergüenza ajena, dice. Porque en muchos casos los monumentos funerarios parecen más monumentos del artista que los ha realizado o del promotor que lo ha encargado que un recuerdo auténtico de aquella persona que está allí enterrada.
Con las grandes guerras, los cementerios se convirtieron en grandes ciudades donde calles y ordenaciones urbanas permitían el enterramiento de cientos o miles de personas.
Vivos y muertos
Los cementerios son lugares de encuentro de vivos y muertos. De forma humilde nos acercamos a recordar a aquellos que nos han precedido, familiares, amigos a los que nos une la memoria que queremos mantener viva y conservar. Los judíos llaman a los cementerios casa de la vida porque en ellos se alberga la historia de aquellos que están allí enterrados, porque la vida ha quedado congelada para siempre.
Dice Schlögel que, en el comportamiento, en el trato con los muertos y los lugares en que están inhumados, es donde mejor se muestra cómo están las cosas en una cultura. Y por eso hemos cuidado los lugares de enterramiento con normas sanitarias, con controles de seguridad, con tratamientos ajardinados y zonas que quieren hacer amables esos espacios. La historia es una forma de comunicación entre generaciones, un entendimiento entre lo sucedido en tiempos pasados y la actualidad. Es un diálogo entre personas que han vivido en tiempos diferentes, entre vivos y muertos. Y para ese diálogo el mejor lugar es el de la calma, la tranquilidad, el silencio y la penumbra de los cementerios.
Lugares de la memoria
El arquitecto Adolf Loos decía que sólo es arte la arquitectura de las sepulturas y los monumentos funerarios. Las demás cosas tienen una utilidad práctica y por ello su principal razón de ser es la función para la que han sido construidas. Los cementerios deben ser esencialmente lugares de la memoria, espacios en los que conservamos el recuerdo de las personas que han vivido con nosotros anteriormente.
Y en la conservación de sus tumbas queremos mantener esa memoria de largos tiempos de convivencia, de experiencias compartidas, de memoria de la vida. Y por ello, para cada uno de nosotros, la tumba de nuestros seres queridos es una realidad de esencial importancia porque es el lugar donde entendemos nuestro pasado y del que queremos obtener las fuerzas para seguir adelante. Son las personas que nos han enseñado de dónde venimos y que nos han formado para organizar y desarrollar nuestro futuro. Y allí en ese diálogo del recuerdo encontramos, en el silencio, la continuidad de nuestras vidas que algún día otras personas seguirán.
Los grandes cementerios de las guerras, de los enfrentamientos entre naciones cercanas son toda una lección de historia que nos invita a no olvidar aquello que ha producido la muerte y la destrucción. Los cementerios de Europa son su réplica, su negativo, la muestra de sus enfrentamientos y destrucciones, Pero ¿cómo serán los cementerios palestinos de la masacre cometida por Israel? Lugares de sesenta mil muertos asesinados que recordarán siempre lo ocurrido, reclamando mantener la memoria. La arquitectura y la escultura van a poder recordar esta parte de nuestra historia difícilmente porque el horror tiene una complicada representación.
Arquitectura funeraria
En la cultura europea el cementerio ha sido objeto de estudio y diseño para la buena arquitectura. Espacios llenos de simbolismo con formas geométricas rotundas que quieren conformar lugares en los que sentimos la presencia de la vida y la muerte. Los cementerios históricos con sus esculturas, panteones y construcciones historicistas han ido dejando paso al lenguaje de la arquitectura contemporánea que busca nuevas ordenaciones y formas más actuales.
Aldo Rossi proyectó el cementerio de San Catado, una de sus obras más representativas. El terreno sobre el cual se construye el proyecto había sido años atrás, un antiguo cementerio realizado por el arquitecto Cesare Costa a mediados del 1800, quedando una gran variedad de estatuas talladas a mano y lapidas en piedra. Rossi utiliza un muro perimetral similar al que se encuentra en el cementerio de la costa. La casa de los muertos es un gran bloque con una serie de perforaciones. Esta desprovisto de ventanas y techo. Similar a los vestigios que deja una antigua construcción en ruinas. A continuación, una sucesión de paralelepípedos, que van aumentando su altura en una planta triangular. La composición termina en un gran cono, que contiene la fosa común. Una interpretación nueva del cementerio en el que la geometría quiere ser referente simbólico.
El arquitecto español Cesar Portela proyectó el cementerio de Fisterra, un tiempo abandonado y ahora recuperado. Y allí, lo primero que quería era ofrecer a unos muertos el descanso que se merecen en un lugar sublime en el que la arquitectura fuera capaz de fundirse positivamente con la naturaleza, igual que lo han hecho en ese mismo lugar, desde siempre, la tierra, el mar y el cielo. Quería por último demostrar que cabe la esperanza, que al sistema siempre es posible darle respuesta, con cualquier obra y en cualquier lugar, aunque se trate, como en este caso, de un lugar tan distante como Fisterra y de una obra tan insignificante como es este cementerio.
El crematorio de Alcázar de San Juan
De 2007 es una de las obras realizadas por el estudio Vicens – Ramos en Alcázar de san Juan para Crematorio con la construcción de grandes volúmenes de forma tronco piramidal de color blanco de ladrillo y hormigón situadas a la entrada del cementerio. Una referencia a la geometría como recuerdo de la muerte como cuidado de una cultura que mantiene el recuerdo y la memoria. Unos volúmenes escultóricos que se convierten en referente del conjunto del cementerio.
Silvia Perez Cruz canta esta maravillosa canción: Cuando yo muera amado mío, No cantes para mí canciones tristes. Olvida falsedades del pasado. Recuerda que fueron solo sueños que tuviste ¡Que falsa invulnerabilidad la felicidad! ¿Dónde estará ahora, dónde estará mañana?
Cuando yo muera amado mío. No me mandes flores a casa. No pongas rosas sobre el mármol de mi fosa, no. No escribas cartas sentimentales que serían solo para ti
Cuando yo muera mañana, mañana, mañana. Habrá cesado el miedo de pensar que ya siempre estaré sola. Que ya siempre estaré sola mañana, mañana.
Pero, junto a ese miedo, a ese olvido, el necesario recuerdo presente en nuestra memoria que nos une con nuestro pasado.
