Desde que Alfonso X El Sabio decidió trasladar la ciudad desde Alarcos a su actual ubicación comenzó el reto de suministrar el agua a los habitantes de la ciudad. Así empieza el libro que José María Coronado ha realizado sobre “El agua en Ciudad Real. Un reto diferido”. Durante siglos la ciudad se abasteció de los diferentes pozos. Y junto a ello el reto de la evacuación de las aguas residuales y pluviales.
La Cava y los pozos
La ciudad se debió enfrentar a la tendencia de las aguas a estancarse en la zona del Pilar. Y por ello ya en 1509 se excavó una zanja de drenaje llamada la Cava que partía del Pilar y recogía las aguas de lluvia para llevarlas hasta la puerta de Alarcos y desde allí a un sumidero que las conducía hacia el río Guadiana. Esta mina estuvo funcionando hasta los años treinta del siglo XX. En su inicio, junto al árbol de la suerte había un puentecillo que estuvo en servicio hasta 1913.
El abastecimiento se realizaba con pozos y durante el reinado de Felipe II, en 1564, se emplearon 15.000 maravedíes para abrir tres pozos: el Pozo Dulce, los de san Sebastián y santa Catalina que daban nombre a las calles próximas y que estuvieron funcionando hasta 1910.
La primera traída de aguas. Eugenio Salarnier
A lo largo del siglo XVIII diferentes intentos tratan de traer el agua de la fuente del Arzolllar o desde la Atalaya como proponía fray Marcos de santa Rosa. El pequeño arroyo de la Atalaya y el arca que se construye eran insuficientes. Cuando en 1858 el Gobernador se interesa por el tema, el industrial Eugenio Salarnier presentó al ayuntamiento una traída de aguas desde la Poblachuela. Tres pozos construidos en se lugar, una tubería de barro y tres fuentes en la ciudad formaban el sistema propuesto por Salarnier. El agua que se suministraba gratuitamente a los pobres de solemnidad comenzó a manar en las fuentes en 1860. Años después, en 1878 Aureliano Ximénez hacia una nueva propuesta utilizando agua de la Poblachuela y tuberías metálicas para su conducción.
Redondo que había encargado un proyecto al ingeniero Joaquín Escoda y Ron, plantea una solución que incluía un Reglamento del agua, pero solución que no llegó a funcionar y el ayuntamiento declaró nulo el contrato. Se estudia entonces la solución de traer el agua desde el valle de los Molinos. Para ello Marcelo Lairout realizó un proyecto modificado en 1902 por el arquitecto Florián Calvo. Otro proyecto presentado por Santiago Rupérez y Romero fue elaborado por el arquitecto Sebastián Rebollar.
El abastecimiento de Pérez Molina
Florián Calvo había propuesto sustituir la tubería de barro plateada por Salarnier por otra de hierro fundido. El alcalde Pérez Molina propone una obra con tuberías de acero revestido de asfalto. La portada de Vida Manchega de 1912 presenta la inauguración de un nuevo pozo con la presencia del presidente de la Diputación, Antonio Criado, el alcalde Pérez Molina y el diputado a Cortes Rafael Gasset entre otros. El suministro se realizaba en diferentes fuentes públicas a las que los vecinos acudían con sus cántaros.
En 1916 el alcalde Cruz Prado planteaba la necesidad de gestionar directamente el agua y el saneamiento desde el ayuntamiento. Pero en 1917 se realizaba un viaje al valle de los Molinos con el empresario vasco Rafael Picavea para plantear otra solución al suministro de aguas a la ciudad.
Para llevar a cabo el proyecto, Picavea constituyó la Sociedad General de Obras y Saneamiento (S.G.O.S.) con un capital inicial de 3 millones de pesetas. La conducción por gravedad desde el valle de los Molinos hasta la Atalaya fue una obra compleja pasando de 24,5 Kilómetros a 35,5. La obra se dilata en los plazos y se incrementa notablemente en sus costes. Y por ello en febrero de 1924 el ayuntamiento acordó suspender el contrato y proceder a la incautación provisional de los manantiales del valle de los Molinos y el depósito de la Atalaya. El abastecimiento desde el valle de los Molinos resultaba insuficiente.
El bombeo de Gasset
Declarada caducada la concesión de Picavea en los años treinta el ayuntamiento comienza a gestionar directamente el abastecimiento del agua. La situación es grave en 1932 siendo alcalde José Maestro y este solicitará traer agua del embalse de Navarredonda impulsado por Gasset como embalse de regadío. El proyecto para traer agua desde el embalse de Navarredonda lo redacta el ingeniero Casimiro Coello que utiliza en parte la obra realizada por S.G.O.S. La conducción atravesaba el rio Guadiana con una tubería apoyada en pequeños bloques de ladrillo, pero en 1934 se modificó para apoyarla en las pilas del puente del molino de Nolaya. El proyecto ya plantea una red de distribución por toda la ciudad.
El saneamiento continúa siendo un problema y en diferentes ocasiones aparecen noticias sobre las inundaciones en Ciudad Real. En 1930 Casimiro Juanes proyectó la primera red de alcantarillado de la ciudad con alcantarillas de fábrica de ladrillo de escasa profundidad que se mantendrán hasta que se realice la nueva red en los años sesenta. La construcción de la red durará años y los últimos tramos se ejecutaron en 1945. Tendrá que llegar el año 1965 para el proyecto de Manuel de la Barreda que sustituía totalmente el anterior. El nuevo sistema era unitario y contaba con un nuevo emisario al Guadiana cerca del puente de Alarcos. La nueva red se terminaba en 1974 con una estación depuradora que será ampliada años después.
El libro de José María Coronado va recorriendo esta historia esencial para el desarrollo de la ciudad con una documentación gráfica que une los planos de diferentes archivos con las reseñas de la prensa que presentan la realidad de los diferentes momentos históricos. Un estudio realizado juntamente con Rita Ruiz Fernández, Javier Rodríguez Lázaro, Amparo Moyano y Eduardo Rodríguez. Un recorrido esencial para conocer uno de los servicios básicos de la ciudad. El libro termina con una reseña de los ingenieros que han intervenido de manera especial en los proyectos realizados a lo largo de los años.
Un capítulo final
El libro llega hasta este momento de finales de los años setenta y enuncia de manera breve los cambios esenciales que se han producido en la segunda mitad del siglo XX y principios del XXI. Probablemente un nuevo reto para estudiar los cambios esenciales producidos en este tiempo: los nuevos abastecimientos desde el embalse de Torre Abraham, las mejoras y transformaciones de la Estación de Tratamiento del Agua y de la Estación depuradora. Y la conversión del suministro en un proyecto de ámbito provincial con el nuevo depósito de la Atalaya, las redes de distribución y conducciones en esa zona para que el agua llegue no sólo a Ciudad Real y a Miguelturra sino a otros municipios cercanos como Carrión de Calatrava y Poblete.
Un libro que nos ayuda a entender los problemas de abastecimiento y saneamiento de la ciudad como servicio esencial para el funcionamiento de la vida cotidiana y para el desarrollo económico y empresarial.