Los grifos son seres voladores muy feroces, mitad león y mitad águila. La parte superior es la de un águila gigante con plumas doradas, un afilado pico y poderosas garras. La parte inferior es la de un león con pelaje amarillo, musculosas patas y cola. Su tamaño es bastante grande, suelen medir unos 3 metros. Su comida favorita es la carne de caballo, por lo que es frecuente que ataquen a caballos y levantándolos en el aire con sus poderosas garras. Los grifos cazan para alimentarse y lo hacen en grupos pequeños. Pueden combatir en el aire o lanzándose en picado con el peso de su cuerpo. Estos seres tienen características de los dos animales de los que están formados: la vista y el olfato de las águilas y la tendencia a vivir en manadas, dentro de las cuales siempre hay un líder como los leones.
Unos animales presentes en diferentes edificios desde la Edad Media como símbolos de poder y de protección. Dos edificios singulares donde están presentes me sirven de referencia: uno de ellos la ermita de san Blas en Almagro, cuya festividad celebramos el tres de febrero y el otro, la estación de Atocha.
Las fachadas de la ermita de san Blas
La ermita de san Blas situada en el borde de la población de Almagro tiene la presencia de dos grifos realizados en piedra de especial belleza. El exterior del edificio está construido con mampostería entre macizos contrafuertes lo que confiere un aspecto tosco al conjunto. La portada principal construida en arenisca y orientada al sur, está formada por un arco de medio punto de jambas cajeadas y una línea de impostas muy marcada decorada con flores de cuatro pétalos, con la rosca del arco decorada con motivos vegetales y las enjutas decoradas con grutescos. Se remarca por pseudo pilastras a modo de baquetones con capiteles de vaso.
El entablamento sostiene un segundo cuerpo configurado por una hornacina con pilastras y flanqueado por dos grifos; sobre ellos dos láureas que albergan el escudo de Jacobo Függer y, encima de todo el conjunto, la lápida con una inscripción: Al salvador máximo, cuanto hay y también lo que es de esperar, fuera y dentro de esta capilla, Jacobo Függer y los hijos de sus hermanos dedican como testimonio de piedad y religión, Yo doy, dono y dedico.
Desde el punto de vista iconográfico el grifo, monstruo fabuloso con cabeza, alas y garras de águila y cuerpo de león, se convierte en el emblema de la vigilancia y el valor, por lo que su uso en las puertas adquirirá un sentido de protección. Isidoro en las Etimologías describe así al grifo: “Llamase grifo a un animal dotado de alas y cuatro patas. Semejante clase de fieras habita en los montes hiperbóreos. Su cuerpo es, en conjunto, el de un león; por sus alas y su cabeza se asemeja a las águilas. Son terriblemente peligrosos para los caballos. Del mismo modo despedazan a los hombres que encuentran a la vista”. Un animal que aparece como custodio de tesoros y arrebatan a los hombres “como si hubieran sido creados por Dios para castigar la temeridad de la codicia”.
La utilización de grutescos, constituidos por seres híbridos y fantásticos, sin un significado específico definido y que enlazaban directamente con la fascinación que lo monstruoso había ejercido sobre la iconografía medieval, es aceptada por los Fugger que dieron su aprobación al programa iconográfico propuesto. Los grutescos son considerados por muchos autores el lenguaje simbólico de la locura y por la misma razón expresión plástica de la vida misma, idea que tras el Elogio de la locura de Erasmo había calado en muchos intelectuales de la época. En la hornacina central una imagen de san Blas y a ambos lados unos animales presentes en capiteles y decoraciones medievales que ahora aparecen en posición erguida marcando la fuerza de este acceso como símbolos del poder y de la custodia que ejercen.
La Estación de Atocha
La tercera gran estación madrileña es la de Atocha, trasformada totalmente en el siglo XIX. Proyecto de arquitectura de Alberto de Palacio, aunque la gran montera metálica fue calculada, y diseñada, por el ingeniero Henri Saint James, según La Gaceta de los Caminos de Hierro (1893). Palacio había proyectado la estación a finales de 1888, es decir, con anterioridad a la inauguración de la Galería de Máquinas de Dutert y Contamin para la Exposición Universal de París de 1889. Atocha es, por tanto, anterior a la Galería de Máquinas en su disposición de casco de nave invertida. La estación de Atocha es probablemente una de las experiencias límite que se han hecho con el sistema estructural De Dion utilizando formas curvas. Tiene cuarenta y ocho metros de luz y casi veintisiete de altura y ciento cincuenta y dos metros de largo con siete mil cuatrocientos metros cuadrados cubiertos.
Atocha está entre las grandes estaciones ferroviarias europeas del momento si bien alguna como King Cross de Londres 1866 con 78 m de luz superaba ampliamente sus dimensiones. La obra fue realizada por la Société Anonyme des Constructions et des Ateliers de Willebroeck, con sede en Bruselas. La fachada en arco reproduce la forma interior de la estructura. Este esquema de gran carena a modo de bóveda metálica, cuyo faldón se incorpora a la fachada a modo de cierre, se repitió en otros casos como en la estación de Córdoba, en Sevilla Plaza de Armas (1899-1901), del ingeniero portugués Santos Silva, o en la ampliación de la estación del Norte, en Barcelona (1896-1910), de Demetrio Ribes que proyectaría también la estación de Valencia.
Para la ejecución de la obra metálica se abrió un concurso convocado por el consejo de administración de la Compañía MZA. Después de ver las ofertas de empresas, como Laydé et Pillé, Cockerill, Eiffel o Fives-Lille, falló en favor de la Société Anonyme de Construction et des Ateliers de Willebroeck, con sede en Bruselas, que había intervenido en obras como la ampliación del puerto de Amberes, los canales de Suez y Panamá, el formidable viaducto de Don Luis I sobre el Duero en Oporto (Portugal) o, ya en España, los importantes talleres ferroviarios de Valladolid. Esta casa belga, fundada en 1875 y dirigida por el ingeniero Léopold Valentin (1835-1891), envió al ingeniero Léon Beau a Madrid para dirigir el montaje de la armadura, que exigió un andamiaje espectacular por lo complejo de su estructura y por sus grandes dimensiones.
Palacio supo integrarla con gran talento en la fachada de la estación, en lugar de ocultarla como solía hacerse. Con ello, el edificio expresa su condición industrial, condición no reñida con consideraciones estéticas y la ornamentación de muchos de sus elementos. Así, coronando la fachada, a la altura de la «lumbrera» que ilumina el interior, coloca dos grifos y un globo terráqueo metálicos, a los que se unen unos caduceos de Mercurio, símbolos de prosperidad y progreso; los escudos de Madrid, Alicante, Zaragoza y Sevilla y un reloj.
La presencia de los dos grandes grifos metálicos de la coronación superior del frente introduce el sentido de seguridad y de protección en la fachada del edificio con una utilidad de progreso en el momento de su construcción. Ahora la fachada en restauración, y limpia de anuncios y otros añadidos presenta la belleza de las formas de la estructura metálica que deja pasar la luz al interior del invernadero proyectado por Moneo.
Los grifos de san Blas y los de la estación de Atocha pertenecen a tiempos y materiales diferentes, pero son símbolos de la fortaleza y la protección que se quiere hacer presente en su arquitectura.