Cada año, la Unesco declara Patrimonio de la Humanidad un conjunto de elementos, propuestos por diferentes países que van integrando una larga lista de ciudades, edificios, espacios naturales y patrimonio inmaterial considerados como elementos valiosos de la Humanidad. Un reconocimiento simbólico que reconoce los valores de cada elemento y obliga a los responsables a su mantenimiento a su conservación. La mayoría de los elementos incluidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad son reconocidos por su temporalidad. Elementos de tiempos pasados con valores especiales que cada país incorpora con el orgullo de tener un patrimonio valioso.
Este año, la UNESCO ha dado el salto en el reconocimiento de la arquitectura contemporánea al reconocer el interés de la obra de uno de los grandes maestros del Movimiento Moderno: Le Courbusier. Y lo hace de una forma singular al incluir, como patrimonio de la Humanidad, 17 de sus obras repartidas por muy diferentes lugares. Obras de muy diversa funcionalidad, con un estado de conservación diferente, pero que establece el reconocimiento de su interés y, por ello, la voluntad de comprometer a la sociedad en su mantenimiento.
Obras conocidas y reconocidas como su iglesia de peregrinación de Notre Dame de Ronchamp y el convento que realiza también para los dominicos en La Tourette. Edificios residenciales como la Unidad de Habitación de Marsella, que representó una ruptura en los modos de concebir la arquitectura residencial, hoy en día conservada en regulares condiciones. Edificios de viviendas dentro de poblaciones como el inmueble Clarté en Ginebra o el edificio Molitor en Paris y la Cité Frugès en Pessac (France). Viviendas individuales como su conocida y dibujada reiteradamente por los arquitectos Villa Saboya, la casa Guiette en Amberes, la Casa Curutchet en La Plata( Argentina), la Maison La Roche en París, (Francia) y la Villa Le Lac en Corseaux (Suiza) además de su cabaña de madera en Roquebrune-Cap-Martin, France .
Edificios públicos como el Capitol Complex en Chandigarh( India), El Museo Nacional de Arte Occidental de Tokyo (Japón) o el Palacio de la Asamblea de Stuttgart (Alemania) o la Fábrica Claude et Duva en Saint-Dié (Francia) y la Casa de la Cultura de Firminy (France). Una selección de algunas de sus obras más significativas que manifiestan la calidad de su trabajo y de sus aportaciones.
Las declaraciones de la UNESCO se limitan a breves descripciones y valoraciones austeras. La obra de Le Courbusier supone, dentro del Movimiento Moderno, una aportación singular al estudio de tipologías residenciales colectivas, una revisión de la vivienda unifamiliar en su organización y en los elementos definidores de la nueva arquitectura: casa sobre pilotes, cubierta plana…, una utilización nueva de materiales como el hormigón, una presencia de elementos tradicionales y austeros en una nueva definición, la generación de formas y espacios especialmente cualificados y una reflexión abierta sobre la organización de la ciudad. Obras que se extienden por diferentes países como Francia, Bélgica y Alemania, Argentina, Japón o la India. Aportaciones que nos hablan de la calidad del suizo Charles Edouard Jeanneret Gris (Le Courbusier) que con su energía representó una de las grandes aportaciones del siglo XX a la renovación de la arquitectura. Es una buena noticia que la arquitectura del siglo XX sea reconocida como aportación cultural de la humanidad y como un valor de nuestra sociedad.