Si la palabra es un valor esencial de la humanidad que nos capacita para comunicarnos, para recibir y trasmitir el conocimiento, el silencio es, también, un camino de conocimiento personal de reflexión y de reconocimiento de los acontecimientos que nos importan o de las personas a las que les queremos hacer llegar nuestro sentimiento.
El silencio no es simplemente esa realidad negativa que define el diccionario: abstención de hablar, falta de ruido, es esa acción positiva de nuestra capacidad de concentrar nuestras vidas en nuestro interior y prescindir del habla y también de la escucha.
El silencio y la religiosidad
El silencio es la ausencia total del sonido y también abstención de hablar. Y sin embargo la ausencia de sonido alguno no siempre quiere decir que no haya comunicación. El silencio ayuda a la reflexión necesaria para aclarar nuestras posturas y nuestras acciones. El silencio es elemento tan importante como el sonido y sin sonido no se podrían hacer silencios. En la música, los silencios son partes esenciales del ritmo de la composición. el silencio sirve de pausa reflexiva tras una comunicación, para ayudar a valorar el mensaje. Más allá de la simple puntuación, el silencio puede utilizarse con una intención dramática, puesto que el silencio revaloriza los sonidos anteriores y posteriores. El silencio nos ayuda a entender la belleza y comprender profundamente las cosas.
En todas las religiones la voluntad de reflexionar, de acceder a una meditación personal, a una oración profunda se relacionan con el silencio. En el catolicismo muchas órdenes religiosas de clausura han implantado el silencio como necesidad vital que permite la meditación en profundidad y la oración serena. San Juan de la Cruz escribía “Nuestra tarea más importante consiste en permanecer en silencio ante este gran Dios, en silencio con nuestros deseos como también con nuestra lengua”. Dentro del cristianismo ortodoxo, la tradición del hesicasmotoma el silencio como uno de los medios que llevan a la obediencia y a vaciarse. En las culturas orientales, el silencio es un medio para llegar a la sabiduría. Para Lao-Tsé, el silencio es la esencia del Tao (el orden natural del universo). En el silencio, el sabio fluye con la vida sin resistencia (wu wei).
El silencio y el respeto a los demás
En numerosas ocasiones la mejor muestra de respeto, de compartir las emociones y las situaciones personales de los demás es el silencio. Las palabras acaban siendo reflexiones sobre nosotros mismos que aprovechan el dolor o la pérdida de alguien para hacernos presentes. Una compañía en silencio suele ser el mejor reconocimiento en muchas ocasiones en las que la tristeza está presente en nuestras vida. En la muerte de alguna persona notable se agradecen los silencios frente a las grandes digresiones que hablan más del que las pronuncia que de aquel al que quieren elogiar o criticar.
Pero no sólo en situaciones especiales, sino en ocasiones en las que la comunidad reconoce el valor de ciertas celebraciones. Las procesiones en las que la religiosidad está presente de manera más profunda son aquellas en las que somos capaces de mantener el silencio. Los aplausos y gritos suelen ser más muestras de nuestra necesidad de expresarnos, de hacer salir físicamente nuestros impulsos que de un auténtico reconocimiento al valor de aquello que estamos presenciando. Las celebraciones religiosas y en general comunitarias más profundas son aquellas en las que somos capaces de mantener el silencio durante su trascurso y, probablemente también, en su final. Las celebraciones en las que los gritos, las explosiones de gestos y acciones están presentes suelen ser las que menos vivimos como nuestras.
El silencio del tiempo pasado
Los tiempos pasados, las historias de nuestras comunidades necesitan narrarse, estudiarse y llegar al conocimiento de todos. Pero, en ese contexto, surgen las voces personales e individuales que quieren resaltar la importancia de su presencia, la relevancia de sus actividades en ese proceso colectivo. Y nos inundan cientos de memorias que se autodescriben como héroes del pasado a la vez que atacan a sus contarios que sienten la necesidad de contestar y volver a escribir sus otras memorias. Textos repletos de visiones parciales y de dudosa credibilidad con un elevado porcentaje de narcisimo. Cuánto mejor sería la capacidad del silencio personal en muchas ocasiones. Ese silencio sería capaz de demandar el respecto de los demás y, sobre todo, el respeto a nosotros mismos.
La reflexión sobre nuestro pasado y el aprendizaje de experiencias anteriores sean nuestras o de otras personas requiere el silencio como camino. La capacidad de analizar, de revisar nuestras acciones, nuestras expresiones y nuestros conocimientos requiere una alta dosis de silencio, de meditación interior que, en la tranquilidad y el equilibrio interior, nos permitan tener una visión ponderada y equilibrada de las cosas. La capacidad de recordar nuestras vivencias en el fondo de nuestro silencio personal es un excelente amino de vida y de muestra ante los demás.
Silencio visual
Cada día es más frecuente ver a personas que sacan a pasear sus móviles, acompañados de sus perros, o que recorren las aceras ensimismados en sus pantallas y cruzan las calles con los semáforos sin el paso abierto mirando intensamente su pantalla de teléfono. Dedicamos horas y largos tiempos delante de nuestras pantallas de ordenador, de tabletas y teléfonos de los que nos hemos convertido en esclavos. Imposibilidad de mantener el silencio visual necesario y el disfrute de la visión de la calle, de sus edificios, de sus espacios naturales o de las personas con las que nos encontramos. La visita a los edificios monumentales es la visita a las pantallas de las tabletas que les cuentan la información que alguien ha escrito sobre ellos sin interesar la realidad que están visitando y de la que podrían disfrutar si levantasen la vista. Los turistas llevan en sus manos los diferentes sistemas informáticos que les cuentan todo aquello que deberían estar disfrutando.
La muerte el Papa nos deja imágenes de cientos de personas con sus móviles queriendo hacerse una fotografía en el lugar y con la presencia de la persona fallecida. Ejercicio obsceno alejado de todo reconocimiento sincero. Sólo algún dirigente daba muestra de respecto permaneciendo en silencio unos minutos ante el féretro del fallecido. Lo demás era ruido que queremos luego presentar en redes sociales amplificando la importancia de nuestra voz en el acontecimiento.
El silencio puede y debe ser un valor de nuestras vidas con la capacidad de reflexionar sobre nuestras acciones, de profundizar en nuestros conocimientos y ejercer el respeto esencial hacia los demás, personalmente y en comunidad.