Empezamos nueva temporada y nuestros hijos vuelven a las viejas rutinas que a lo mejor nunca tuvimos que abandonarlas. Pero la exigencia de las vacaciones nos confunde con el descanso activo y provechoso que podría ser más edificante. Incluso la posibilidad de nuestros hijos para poder aburrirse es prácticamente imposible. Esta posibilidad, cuando aparece necesita ser extinguida por las nuevas tecnologías, video juegos, redes sociales e Instagram, llenan las tardes calurosas en hoteles y apartamentos de diversión a raudales fomentando muchas cosas. La imaginación y la fantasía brillan por su ausencia como grandes experiencias y faciliten otras habilidades muy en desuso en la sociedad que tenemos. Pues bien, en este momento caso otoñal, los cambios horarios y el aprendizaje de las antiguas rutinas es lo que a muchos de nosotros, padres abnegados, nos cuesta reconducir. Paciencia amigos, poco a poco. No tenemos período de adaptación y siempre pasa lo mismo. Las últimas fiestas patronales coetáneas al comienzo del nuevo curso, son la gota que colma el vaso en un país en el que, precisamente, no podemos perdernos ninguna celebración de este tipo. Este problema es una realidad y tenemos que calcular siempre lo mejor para ellos. Los chicos tienen que estar pautados y después de tres meses de vacaciones más los que vienen dentro de poco convierten el cambio de hábitos en un problema insalvable que a muchos les cuesta problemas de conducta. Lo normal es lo normal y el horario de comidas y de descanso se tienen que respetar de alguna manera. Las fluctuaciones y la irregularidad en los ciclos de descanso y vigilia pueden acarrear problemas que se manifestarán durante el curso escolar. Pongamos un poco de cordura en todo esto y ya verán como las cosas cambian en beneficio de todos. Por eso cada año es como volver a empezar con ellos y para ellos.