Hemos celebrado esta semana en Ciudad Real la Feria Nacional del Vino, FENAVIN, por este motivo mi primera aportación al blog que hoy inicio en LANZA, va a estar dirigida a recordar una vieja bodega y una planta embotelladora de vino, que alcanzaron fama nacional y que con el transcurso de los años desaparecieron por diferentes motivos.
La visión actual de la esquina de la calle Alarcos con la calle del Tinte, nada tiene que ver con la que presentaba hasta los años sesenta del pasado siglo XX. La actual plaza que podemos ver delante del edificio de Servicios Múltiples, estuvo ocupada hasta los años sesenta del pasado siglo, por la Jefatura Provincial de Minas, un edificio de dos plantas, separado de la siguiente edificación, por el inicio de una estrecha calle del Tinte, y la puerta de entrada a Bodegas Arévalo, en la calle Alarcos 31. Ambas edificaciones se encontraban enfrente del desaparecido Seminario Diocesano.

Bodegas Arévalo, propiedad de Ricardo Arévalo, nació en el siglo XIX, y aparte de vender sus caldos en nuestra ciudad, también tenía despacho de venta en Madrid, participando en las diferentes ferias no solo en España, sino también en otros países como en la capital francesa en 1932. De esta bodega el diario ABC, en un anuncio publicado en sus páginas, el 27 de mayo del referido año de 1932, decía lo siguiente:
“La razón social BODEGA ARÉVALO sigue la tradición de los vinos de Ciudad Real, antes famosos, pues eran conocidos en el siglo XVI, y se mencionan en la segunda parte, capítulo XIII, del “Quijote”. Fiel a esta tradición, ha adoptado por emblema un monumento de Ciudad Real, ejecutoria de su antigüedad, y la denominación castiza de “embocado” para su principal especialidad de vino blanco. Esto no quiere decir que “Bodegas Arévalo” desdeñe los progresos de la enología: los vinos expuestos prueban que las uvas manchegas sometidas a dichos progresos pueden dar vinos frescos fruitosos, finos, aromáticos, dignos de la mesa más exigente. Los vinos manchegos caían bajo el calificativo de comunes o de ordinarios por el procedimiento de elaborarlos; pero pueden elaborarse tan finos, como los más finos sin en ello se pone inteligencia y amor. El vino “embocado” es de un tipo parecido al sauternes, y el seco se asemeja al chablis.
Estas marcas, con la garantía y legitimidad de su bello envase, pueden ser adquiridas por el consumidor madrileño en todos los establecimientos de ultramarinos y bodegas”.

Tras la muerte de Ricardo Arévalo, la bodega fue vendida al industrial Palomares Pasamontes de Argamasilla de Calatrava, cambiando el nombre por el de Bodegas de Alarcos. Los vinos que se elaboraban en esta bodega tenían gran popularidad, y a parte de la venta de vino embotellado y a granel, en la bodega también se vendía anisados, licores, coñac y jarabes embotellados.
En el año 1963, como consecuencias de un temporal continuado de fuertes lluvias, la techumbre del edificio de la bodega se hundió quedando muy afectado el resto de la edificación. La actividad de la bodega prácticamente desapareció, siendo adquirido el inmueble en 1968 por el Ministerio de la Vivienda, levantándose una nueva construcción de ocho plantas, más el edificio adjunto donde se instaló la delegación del Ministerio de Información y Turismo en el año 1973.

Ya en el siglo XX y más concretamente en 1966 y con un capital social de 50 millones de pesetas se crea Espumosos Vigón S.A., pasando años después a denominarse Caserío Vigón S.A, tomando así el nombre de unos vinos premiados en la Feria Regional de Manzanares y en el Concurso Internacional de Londres. Sus instalaciones se encontraban en el Carreterín de la Atalaya.
Caserío Vigón era cosechero de sus propios socios viticultores. En 1977 lanza “Cardencha” y “Caserío Vigón”, elaborados en la planta de tratamiento y embotellado de Ciudad Real que ya en aquel año es una de las más modernas de España, comenzando a aparecer en el mercado de vinos con una nueva marca: denominación de origen “Mancha”. Posteriormente comercializaría a partir de 1991 Castillo Vigón entre otros como “Aprisco” y “Pandorga”.

Con una plantilla de 60 trabajadores, no solo la planta de Ciudad Real elaboraba vino, sino que también embotellaba la gaseosa Revoltosa, muy famosa en aquellos años. Fue una empresa que estuvo muy arraigada en la provincia y en casi todo el país, siendo una industria muy importante en el ámbito nacional. Además, Espumosos Vigón fue de las primeras empresas de Castilla-La Mancha en exportar vino al extranjero a mediados de los ochenta a países como Alemania, Francia o Gran Bretaña. Los vinos de Caserío Vigón llegaron a venderse hasta en China.

El que fuera fue consejero delegado de Espumoso Vigón y fundador del mítico Caserío Vigón Remigio González, manifestó en una entrevista en el año 2013, trece años después de su jubilación, el motivo real por qué cerró la fábrica, un fallecimiento que resumía con una frase lapidaria, «el boom inmobiliario acabó con la empresa, liquidaron y vendieron para levantar pisos».
