Una Real Orden de 6 de marzo de 1908 autorizaba la construcción de la Escuela de Hijos de Obreros de Almadén y el lugar elegido para ello fue el solar de la antigua factoría de bueyes y mulas de la Real Hacienda, ya que dichos animales habían sido sustituidos casi totalmente por la energía de vapor. El principal objetivo del Ministerio de Hacienda, al que pertenecía Minas de Almadén, era el mejoramiento físico-intelectual de los hijos de los trabajadores, completando sus conocimientos y creando estímulos de buena conducta, laboriosidad y amor al trabajo, considerándose las clases de religión y moral solamente como un complemento al plan general.
La enseñanza avemariana
A comienzos de la década de 1920, el Sindicato Minero de Almadén incrementó sus quejas y denuncias y promovió diversas huelgas y manifestaciones. Entretanto, la Escuela de Hijos de Obreros había entrado en una época de atonía, así que el Consejo de Administración de Minas de Almadén encomendó a Alfonso Retortillo y Tornos, catedrático de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid, la realización de un estudio sobre la organización idónea de la citada escuela.
El golpe de Estado del general Primo de Rivera truncó este plan, pues el Consejo de Administración fue cesado casi en pleno, nombrando nuevo presidente del mismo a Antonio del Castillo, almirante de la Armada. Después de lidiar con los muchos y graves problemas técnicos y de seguridad e higiene en el trabajo del establecimiento minero, el Consejo empezó a mejorar las instalaciones de la escuela, las cuales estaban en un estado lamentable, en especial las aulas de párvulos, que hubieron de ser clausuradas temporalmente.
Por otra parte, el Consejo de Administración decidió que los hijos de los obreros recibiesen una educación religiosa como freno moral a la sociedad en la que vivían. Por ello, entregó la enseñanza de la escuela a maestros avemarianos, dirigiéndose al obispo auxiliar de Granada, quien ejercía como director de las Escuelas del Ave María, para que enviase dos maestros. Las escuelas avemarianas habían sido fundadas por el padre Manjón y su pedadogía se basaba en el amor a Dios y a España y consideraba a la Naturaleza como un reflejo de Dios. Por otro lado, el Consejo amplió en 1928 las escuelas de niñas y de niños, además de realizar las obras necesarias para que fueran independientes sus locales y para higienizar las instalaciones.
En dicho año, el Consejo contrató un maestro y dos maestras más, de modo que D. Lorenzo Godoy, Dña. Carmen Morenilla y Dña. Esperanza López se unieron a D. Escolástico González y a D. Emilio Rodríguez, quienes ya venían ejerciendo su labor. Así pues, había por entonces tres aulas para niños y dos para niñas. D. Escolástico fue nombrado director en 1929, «… al ser el profesor más caracterizado de dichas Escuelas» y su sueldo era de 5.000 pesetas mensuales, mientras que el resto de los maestros ganaba 4.000.
La época de la República y la guerra civil (1931-1939)
La Segunda República prestó mucha atención a la educación y puso en funcionamiento muchas escuelas nuevas y un extenso programa de actuaciones que afectaban a la selección de los maestros, a la sustitución de la enseñanza religiosa por la laica, al plan de estudios y a la mejora de instituciones, como las cantinas, los roperos o las colonias escolares. No obstante, se reconoció a las iglesias (católica, evangélica u otras) el derecho a enseñar sus respectivas doctrinas en sus colegios, pero siempre bajo la inspección del Estado.
En Almadén, aunque se inició una campaña para convertir la Escuela de Hijos de Obreros en una escuela pública, el Consejo intentó mantener siempre su criterio, pues al fin y al cabo era quien la costeaba. Las nuevas plazas de maestros dejaron de solicitarse al Ave María y se sacaron a concurso público, si bien D. Escolástico siguió siendo director de la Escuela. De esta manera, el Consejo nombró dos nuevas maestras para párvulos y un maestro para niños. Además, el Consejo creó un Patronato Escolar a finales de 1931, cuyas principales misiones eran cooperar en la mejora de la Escuela, impulsar los deportes y las excursiones escolares, promover la relación de los niños con los de las otras escuelas de Almadén, organizar conferencias y proyecciones instructivas, y estrechar las relaciones entre la escuela y las familias de los alumnos.
Por otro lado, los maestros avemarianos protestaron en 1933 por la campaña de desprestigio que se había emprendido contra ellos, secundada por el diario local «Justicia». El Consejo se puso de parte de aquellos, afirmando que no tenía ningún motivo de queja de su comportamiento y respondiendo de la labor profesional que venían realizando. Almadén vivió en aquella época una situación permanente de conflicto, originado por los obreros sin trabajo. El problema era que la población iba creciendo y que no todos los jóvenes en edad de trabajar tenían asegurado un puesto en el establecimiento minero, el principal y casi único sostén de la comarca.
Los resultados electorales de las elecciones generales a Cortes de 16 de febrero de 1936 dieron el triunfo al Frente Popular, que trató de impulsar de nuevo la construcción de escuelas y la enseñanza media y universitaria, prestando especial atención a la juventud obrera. Eran tiempos convulsos y la inestabilidad política y la crisis económica frenaron la reforma educativa que la República había implantado con tanto empuje en el primer bienio. En Almadén, el Frente Popular se hizo con el control del establecimiento minero, exigiendo entre otros asuntos la destitución del director de la mina y de los maestros avemarianos.
El 21 de febrero, D. Escolástico dirigió una carta al Consejo en la que ponía en su conocimiento «… que el 20 del actual, sobre las once y cuarto de la mañana, una gran muchedumbre invadió las escaleras y pasillos de la Escuela, llegando hasta la clase del que suscribe. Apostados en la puerta de ella y contenidos por el obrero de talleres, Brígido Herreros, lanzaron toda clase de insultos contra mi persona y mi honorabilidad. Momentos después irrumpían en el salón, ante el pavor de los pequeñuelos, lanzando gritos y vivas a la revolución, a la vez que proferían sin cesar toda clase de insultos…».
En evitación de males mayores, el Consejo destituyó en su reunión de 6 de junio a D. Escolástico y al resto de los maestros avemarianos, haciendo constar en el acta que «… el despido no afecta para nada a la moralidad, honradez y competencia profesional de los mismos». El Consejo indemnizó a los maestros cesados y dos de ellos, D. Emilio y Dña. Esperanza, fueron nombrados al menos escribientes de última categoría del establecimiento minero.
Durante la guerra civil, la educación se convirtió en caldo de cultivo de la propaganda del régimen republicano, pero la enseñanza sufrió el lógico impacto de la dinámica bélica y de la política practicada en este periodo. Almadén permaneció en zona republicana durante toda la contienda. La Escuela de Hijos de Obreros trató en ese periodo de continuar la enseñanza de los niños y niñas de Almadén, e incluso procedió a organizar la de adultos. Maestros nacionales sustituyeron a los del Ave María expulsados y la maestra Amanda Jerez Martínez fue nombrada directora.
Los periodos de posguerra y autarquía (1939-1959)
Tras la guerra civil, el mundo educativo también sufrió un profundo cambio y los presupuestos anuales fueron tan escasos que un tercio de los niños permaneció sin escolarizar. La educación primaria quedó en manos de la Iglesia católica y los niños y niñas, separados por sexo, no solo aprendieron la rígida moral católica sino también la formación del espíritu nacional. En primer lugar, se les enseñaría el conocimiento de Dios y la religión, pero también se darían lecciones diarias del Movimiento, su génesis e historia.
D. Escolástico volvió a Almadén y en abril de 1939 fue nombrado director de nuevo. El Consejo le encargó además la reorganización de la Escuela «… para combatir el estrago producido por los rojos en cuanto a la enseñanza del catolicismo». Aunque D. Escolástico participó en la comisión de depuración de los obreros del establecimiento minero llevada a cabo en dicho año, se abstuvo de hacerla en la de los maestros, aludiendo a que «… le representaría una gran violencia tener que intervenir en ella». En Almadén fueron depurados en total quince maestros, seis de los cuales eran de la Escuela de Hijos de Obreros.
Ante las estrecheces económicas de las familias almadenenses, el Consejo decidió poner en marcha de nuevo, pues ya habían funcionado durante la República, el ropero y la cantina escolares, y también recuperar la concesión de becas. El ropero escolar tenía como misión «… proveer a los niños de las más indispensables prendas de abrigo, ya que hay muchos que por estar sus padres sancionados, otros encarcelados, y no pocos por ser hijos de viuda o huérfanos, carecen de calzado y de ropas». Mientras, la cantina escolar daba una comida caliente diaria a los niños pobres, «… ya que con ello se favorece grandemente a una gran parte de la población escolar, cuyas familias se encuentran harto necesitadas».
La Escuela de Hijos de Obreros de Almadén retomaba así el ideario educativo del padre Andrés Manjón después del período republicano y de la guerra civil. De acuerdo con el pensamiento del activismo pedagógico, en Almadén llevaban a los alumnos a visitar los centros de trabajo del establecimiento minero, así como también a excursiones campestres «… que fomenten el espíritu de camaradería y el amor a la Naturaleza». Además, «… será obligatoria la enseñanza de cánticos religiosos y patrióticos, y de canciones regionales. Con todo cuidado y atención se atenderá a la formación religiosa y a la práctica de los deberes y devociones de nuestra Santa Religión Católica».
Por otra parte, la Escuela de Hijos de Obreros creó la colonia escolar en mayo de 1941 y la repitió en años sucesivos. Se instaló en la huerta del Vivero, una zona con abundantes árboles y agua de la Dehesa de Castilseras. En 1941 asistieron a la colonia 70 niños. En 1942 ya se había organizado en la colonia infantil «… una buena huerta, cuyos productos se han consumido en la cantina escolar y en el hospital minero».
En 1945, el Ministerio de Educación estableció la Ley de Instrucción Primaria, que incidía en que la educación infantil debía tener un carácter confesional, patriótico, social, intelectual, físico y profesional. La educación primaria se ponía así al servicio de la religión y de la patria, con lo que entregaba las escuelas al control de la Iglesia católica. En las escuelas se prohibió cualquier lengua que no fuera el castellano y existía la obligación de que todas las aulas estuvieran presididas por un crucifijo y los retratos de Franco y José Antonio.
A mediados de la década de 1950, en la Escuela de Hijos de Obreros se seguía uniendo la doctrina católica con el ideario franquista, pues como escribía D. Escolástico, «… es una organización escolar enmarcada en los moldes y postulados de nuestra Cruzada, es una ciudad infantil viviente, en donde bajo los pliegues amorosos de las banderas nacional y del Movimiento, izadas diariamente en respetuoso silencio y en posición de firme, se enseña a servir y amar a esta patria única que es España. Es una colmena infantil formada por varios centenares de pequeñuelos que rezan pidiendo a Dios diariamente por su patria y su Caudillo».
Epílogo
Don Escolástico continuó en la Escuela de Hijos de Obreros hasta su jubilación en el año 1971, cuando cumplía cuarenta y cinco años de dedicación a la enseñanza. Con tal motivo se le concedió la medalla al Mérito del Trabajo.