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La silicosis de los mineros de Almadén

MINEROS DE ALMADEN
Mineros de Almadén / A.F.S
Ángel Hernández Sobrino / CIUDAD REAL
Esta grave enfermedad profesional ha pasado inadvertida hasta el siglo XX, enmascarada por otras de síntomas parecidos, como la tuberculosis pulmonar. La silicosis se produce por el depósito de partículas de sílice en los pulmones al inhalar el aire que las contiene. Como la sílice o cuarzo es un mineral muy abundante, la silicosis es una enfermedad frecuente, dada la gran cantidad de fuentes de exposición. Los operarios que trabajan en minas, canteras, obras públicas, etc. sin las debidas medidas de protección van acumulando progresivamente polvo de sílice en los alveolos pulmonares, hasta que desarrollan una silicosis irreversible

En el folleto de Ferias y Fiestas de Almadén de 2016 publicaba un breve artículo Ernesto Trenado Fuentes, en el que con el título La forja de un minero, hacía un homenaje a la memoria de su padre y a la de tantos mineros de Almadén fallecidos prematuramente por silicosis. Ernesto describía cómo su padre comenzó a tener cierta dificultad respiratoria, cuando todavía no había cumplido los cuarenta años y cómo el doctor Guillermo Sánchez Martín, director del hospital de mineros, minimizaba la gravedad de su estado para evitar una baja laboral prolongada y la consecuente jubilación por enfermedad profesional. En vista de ello, su padre hubo de desplazarse a la consulta particular del doctor Francisco Cazorla, un especialista en enfermedades de pecho, quien residía en Puertollano. El diagnóstico no ofrecía dudas: Ernesto tenía una silicosis de segundo grado que lo inhabilitaba para ejercer su profesión y cuyo efecto jurídico era la incapacidad permanente total.

Puesto el informe médico en conocimiento de Minas de Almadén y Arrayanes, la empresa incomprensiblemente se negó a aceptar la situación y Ernesto hubo de recurrir al Hospital Clínico de Madrid, donde avalaron el informe del doctor Cazorla. La Comisión Técnica Calificadora le concedió la pensión de invalidez absoluta. La enfermedad siguió su curso y tres años después se presentaron dolores en el pecho, debilidad general, pérdida de peso e insuficiencia respiratoria progresiva. Ernesto falleció con solo cuarenta y un años de edad.

La silicosis

Esta grave enfermedad profesional ha pasado inadvertida hasta el siglo XX, enmascarada por otras de síntomas parecidos, como la tuberculosis pulmonar. La silicosis se produce por el depósito de partículas de sílice en los pulmones al inhalar el aire que las contiene. Como la sílice o cuarzo es un mineral muy abundante, la silicosis es una enfermedad frecuente, dada la gran cantidad de fuentes de exposición. Los operarios que trabajan en minas, canteras, obras públicas, etc. sin las debidas medidas de protección van acumulando progresivamente polvo de sílice en los alveolos pulmonares, hasta que desarrollan una silicosis irreversible.

En la década de 1920 comenzó a haber un amplio consenso médico del papel primordial que jugaba el polvo de sílice como causante de enfermedades pulmonares. En 1921 se celebró en Lyon la IV Reunión de Enfermedades Profesionales de la Organización Mundial de Trabajo y, posteriormente, en Johannesburgo y Ginebra en 1930 y 1938, respectivamente, dos conferencias internacionales sobre la silicosis, que supusieron el pleno reconocimiento internacional del problema. La asbestosis, otro caso parecido pero producida por otro mineral (el asbesto), fue reconocida como enfermedad profesional en Gran Bretaña en 1930, mientras que la neumoconiosis de los mineros del carbón no obtuvo su reconocimiento hasta 1940.

La silicosis no se consideró un problema laboral de primera magnitud en España hasta la década de 1930. Las primeras iniciativas para combatir la enfermedad se llevaron a cabo en el distrito minero de plomo de Linares y La Carolina (Jaén), donde había muchos mineros afectados por el uso de martillos neumáticos sin refrigeración de agua para la perforación. En 1935, la Dirección General de Minas y Combustibles creó el Patronato de la Lucha contra la Silicosis, responsable del Pabellón Dispensario de Linares, el primer centro especializado de España. La República pretendió situar a España a nivel internacional en la legislación asistencial, pero el estallido de la guerra civil impidió el desarrollo del Reglamento de la Ley de Enfermedades Profesionales de 1936, que incluía la silicosis entre otras.

En 1941, el gobierno de Franco estableció el Seguro de Silicosis, cuya gestión se encomendó a la Caja Nacional del Seguro de Accidentes de Trabajo. Dicho seguro incluyó solo a la minería del plomo y del oro, y a las industrias cerámicas. En cambio, la minería del carbón no se incorporó al seguro hasta 1944. Este retraso en la aplicación se explica porque el macizo rocoso de los yacimientos carboníferos contenía mayor cantidad de agua infiltrada, por lo que había menos polvo de sílice en los tajos. Así pues, quedaron excluidos del seguro otros sectores productivos en los que la sílice también causaba estragos, como la minería del hierro en Vizcaya o la del mercurio de Almadén, así como la excavación de túneles para la obra pública, la explotación de canteras y el labrado de piedras en los talleres de cantería. En la mayoría de estas labores subterráneas o al aire libre no se usaba por entonces ningún medio de protección para los operarios, como la ventilación forzada o las mascarillas, por lo que hasta 1961, fecha en la que fueron incluidos en el seguro, varios miles de trabajadores contrajeron la silicosis pero quedaron exentos de las pertinentes indemnizaciones por enfermedad profesional.

En 1957 se creó la Comisión Interministerial para la Prevención y Reparación de la Silicosis y en 1960 el Reglamento de la Policía Minera impulsó la utilización de martillos perforadores provistos de dispositivos para la eliminación del polvo. En esos años se desarrolló una red de clínicas y dispensarios por toda España para la detección de la silicosis y otras enfermedades profesionales en los operarios, además de los centros creados por el Servicio de Silicosis del Patronato Nacional Antituberculoso en Linares y La Carolina, donde había miles de mineros trabajando en labores subterráneas. Por esos años comenzaba en España a implantarse la medicina preventiva en los centros de trabajo, de modo que las enfermedades profesionales de los obreros se detectasen en sus primeros estadios. Por fin, en 1970 se inauguró en Oviedo el Instituto Nacional de la Silicosis, cuyos objetivos fueron y siguen siendo la asistencia, docencia, investigación, prevención y asesoramiento de la silicosis y demás neumoconiosis.

La mina de Almadén

La roca que contiene el mineral en Almadén es una cuarcita, cuyo contenido en sílice supera el 80%, así que al arrancar, trocear y machacar el mineral se producía un polvo muy perjudicial para la salud de los operarios. Esto ya lo reconoció el doctor José Parés y Franqués, médico del Real Hospital de Mineros de Almadén durante 39 años en la segunda mitad del siglo XVIII. El doctor Parés describió en detalle todas las enfermedades que padecían los mineros de Almadén, entre otras las que él llamaba enfermedades de pecho. La más grave de ellas era la ptisis mineral, «… deplorable enfermedad a la que están muy expuestos los mineros; pues por las circunstancias tan repetidamente referidas de materias tenues corrosivas introducidas en los cuerpos de estos operarios por el cribo cutáneo y por respiración, fácilmente se atenúa la sangre, se excita fiebre, se lastima el pulmón, se mueve tos, se sigue extenuación, ocurre la úlcera pulmonar y vienen así a parar los mineros a tan pernicioso estado».

El doctor Fernández Aldama, un médico higienista ajeno a Minas de Almadén, alertó en 1922 sobre la salud de sus mineros y presentó una comunicación sobre ella en el Primer Congreso Nacional de Accidentes de Trabajo, celebrado en Zaragoza en enero de dicho año. En cuanto al polvo de sílice que absorbían los operarios de Almadén, escribió: «Lo aspiran constantemente durante el trabajo los cargadores de los hornos, los empleados en el quiebro del mineral, los que hacen la carga y descarga de mineral en diferentes sitios, etc. De los que bajan al interior de la mina, los barreneros mientras ejecutan ese rudo e importante trabajo, rumiando materialmente, masticándolo, el polvo del cinabrio que se desprende… También los zafreros están en el interior de la mina expuestos a los tóxicos efectos del polvo de cinabrio…».

A diferencia del hidrargirismo, enfermedad causada por el vapor de mercurio, la silicosis no fue combatida en Almadén hasta mediados del siglo XX, pese a que el doctor Guillermo Sánchez Martín, director de Real Hospital de Mineros de 1924 a 1936 y de 1939 a 1955, había sido médico en la gran mina de plomo de El Centenillo, en La Carolina (Jaén) durante los primeros años de la década de 1920, en la que abundaba la silicosis entre los trabajadores. En cambio, el ingeniero César de Madariaga, director de la mina de Almadén entre 1931 y 1936, puso de manifiesto la existencia de silicosis en el obrero Alberto Serrano, quien sufrió un ataque al corazón a finales de 1934. A comienzos de 1935, el asesor médico del Instituto Nacional de Previsión informó que el citado obrero presentaba síntomas clínicos y radiográficos de silicosis pulmonar, además de una dilatación aórtica e hipertrofia cardiaca. Con buen criterio, el director dio de baja al obrero por accidente de trabajo, pero se llevó la reprimenda del Consejo de Administración.

El doctor Guillermo Sánchez Martín falleció en 1955 y su sucesor en el cargo, el doctor José Domínguez Llorena, avisó a los miembros del Consejo de Administración ya en noviembre de dicho año del peligro de la silicosis en la mina de Almadén: «Como saben mucho mejor que nosotros los que esto han de leer, en nuestra mina y creo que en todas las de cinabrio, este impregna la cuarcita y excepcionalmente la pizarra, así que el polvo procedente de la fragmentación del mineral lleva gran cantidad de cuarzo en suspensión y por tanto tiene todas las características para producir silicosis». En opinión del doctor Domínguez Llorena, el puesto de trabajo más expuesto al polvo de sílice era la zona de recogida de escorias de los hornos, las cuales «… al caer bruscamente producen gran cantidad de polvo en partículas pequeñas y además calientes que producen dilatación bronquial… proponemos un reconocimiento mensual de todos los peones que hayan estado en la retirada de escorias, pasando por el servicio de Rayos X, cuando sean relevados…».

Los expedientes médicos de obreros con silicosis empezaron a ser frecuentes, unos promovidos por los propios Servicios Médicos del establecimiento minero y otros porque los mineros recurrían directamente a la Junta Administrativa del Fondo de Compensación de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales. Incluso hubo nueve casos de viudas, quienes denunciaron que la muerte de sus maridos había sido provocada por silicosis, lo que fue corroborado por las pertinentes autopsias. En el periodo entre 1957 y 1972 hubo 126 expedientes de mineros afectados de silicosis y cabe preguntarse cuántos cientos de mineros habrán muerto de silicosis desde principios de la década de 1920, cuando dicha enfermedad profesional era ya conocida.

En conclusión

En mi opinión y a la vista de los datos existentes en el Archivo Histórico de Minas de Almadén, había ya en 1923 suficiente conocimiento de la silicosis y de su sintomatología, así como adecuados medios técnicos para su detección (rayos X, conímetro, etc.) en los Servicios Médicos de la empresa, para declarar a la silicosis enfermedad profesional de los mineros de Almadén. Es difícil de creer que el doctor Sánchez Martín, conocedor de la silicosis en las minas de plomo de Jaén, no viera que la cuarcita de Almadén era más peligrosa que el granito de Linares, pues tiene mayor contenido en cuarzo, llegando a afirmar en 1924 que «… procesos crónicos de flegmasías bronco-pulmonares se encuentran en Almadén menos que en cualquier centro industrial y no más que ordinariamente se ven en los poblados agrícolas. En Almadén no hay pneumoconiósicos».

Por otra parte, el Consejo de Administración de Minas de Almadén, organismo autónomo del Ministerio de Hacienda, también negó la existencia de silicosis en Almadén, aunque entre sus miembros hubo siempre un vocal médico, cargo que recaía en un facultativo de prestigio al servicio del Estado. El Consejo se apoyó en los informes médicos negacionistas del doctor Sánchez Martín y no sería hasta 1955 cuando hubo de admitir, y no de buen grado, la existencia de silicosis entre los operarios del interior de la mina y del recinto metalúrgico. El temor del Consejo a la baja médica indefinida y a la jubilación de muchos obreros, como sucedió después, impidió que los trabajadores de Almadén, a diferencia de otras minas e industrias, disfrutaran al menos de una pensión justa y merecida por su enfermedad profesional.

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