Las personas que parecen disfrutar molestando a los demás suelen ser inseguras e inestables emocionalmente y presentar carencias afectivas importantes. Ese malestar con uno mismo caracteriza a los compañeros de trabajo incómodos o poco agradables, jefes despóticos, familiares ciertamente insufribles, normalmente pasa con la familia política, porque la tuya puede aguantarse, o a esos amigos que solo piden y nunca ofrecen, parecen empeñados en amargarnos el día a día.
Pero no siempre son los otros los que tienen la culpa de todos nuestros males. Y ahí, es necesario un ejercicio de madurez para reflexionar y ser críticos con nosotros mismos. Pese a las buenas intenciones, no congeniamos por igual con todos. También puede ocurrir que nuestras personalidades sean antagónicas o tengamos formas distintas de ver la vida, lo que nos hace chocar continuamente con esas personas. Entonces el problema podría ser nuestro, especialmente si pertenecemos a la categoría de personas que tienden a sentirse objeto permanente de persecución y víctimas de todas las situaciones. Para estas personas, cualquiera puede ser insoportable.
Sea justificada o injustificadamente, el caso es que estamos obligados a convivir con un buen número de personas que no hemos elegido ni son como nos gustaría que fueran.
Ante las personas con las que no congeniamos, ya sea por culpa del otro o, simplemente, por falta de entendimiento, tendemos a adoptar una serie de actitudes equivocadas.
Obviamos a la persona que nos irrita, haciendo como si no existiera, pero realmente sin poder afrontar el problema y dejando la solución en manos de los demás. El principal inconveniente es que el otro puede no darse por aludido y, por tanto, volver otra vez al ataque.
Convertimos al insoportable en nuestra principal preocupación, cualquier situación es buena para enfrentarnos a él. En estos casos, lo único que logramos es malgastar energías e incluso reforzar la postura al sentirse objeto de tanta atención por nuestra parte.
Normalmente malinterpretamos cualquier comentario o acción y nos sentimos bajo una permanente sensación de amenaza. Esta es la postura que solemos adoptar ante un jefe despótico: sin embargo, esta actitud solo nos deparará sinsabores y un sufrimiento constante que fortalecerá la actitud del otro.
Otra vez nos comportamos con paciencia y resignación con todo aquel que nos ponga nerviosos. Puede ser una buena opción cuando se trate de alguien a quien no vuelvas a ver, sin embargo, si siempre nos colocamos en el papel de víctima si esperanza, acumularemos energía de la mala y después vendrá el malestar.
Aunque parezca difícil, es posible suavizar la relación con esa persona que no nos cae bien, aunque ello sea necesario poner de nuestra parte. El primer paso para impedir que ese alguien nos altere es dejar de estar pendiente de él, no siendo nuestro centro de atención constante. Es un verdadero esfuerzo en el que debemos entrenarnos. Si somos capaces de conseguirlo, nuestra supervivencia emocional está garantizada.
Si la situación es límite es mejor apartarse del foco de malestar y seguir nuestro camino.