El fenómeno de decir sí a todo y a todos por miedo a ser rechazada/o por los demás, por temor al conflicto, amar siempre sacrificando cosas obvias que nos pueden hacer daño, ajustarse siempre a las expectativas de los demás, no siempre funciona. Normalmente las personas consideran una muestra de buena educación, una disposición solidaria o una personalidad excesivamente condescendiente, el ofrecer siempre la otra mejilla para que te la golpeen, para finalmente dar buena cuenta de nuestras acciones hacia los demás y ser aceptados. Pero esto pertenece a un esquema mental que debemos desechar cuánto antes. Este fenómeno nos hace correr riesgos innecesarios, para después sentirnos mal o a medias entre el conflicto y el complejo de culpabilidad. A veces, también responde a una incapacidad para poder expresar adecuadamente nuestros sentimientos con palabras. Tememos por igual que nos hagan daño como el hacerlo nosotros a los demás. Si somos capaces de expresar lo que pensamos y sentimos podemos ser tachados de egoístas y faltos de tacto cara a los demás, de ahí el miedo a ser juzgados, sucumbiendo al silencio final, pero con sufrimiento incluido. Es importante recordar la necesidad de ser queridos y aceptados por las personas que nos rodean, siempre intentando complacerlas en casi todo, precisamente por el miedo a no ser aceptados. Todo ello obedece seguramente, a una actitud basada miedos y fracasos a nivel educativo muy relacionados con las experiencias y vivencias de cada persona. Ante esta situación lo que debemos hacer es simplemente evitar el sentimiento de sentirnos egoístas, ayudándonos a nosotros mismos. Aprender a decir que no sin reparar en cuestiones éticas o relacionadas con prejuicios que nos hagan daño. Ser capaces de anticipar en las relaciones habituales consecuencias que no sabemos si se van a dar. Debemos reflexionar sobre nuestra actitud y llevarla a la práctica sin hacer daño a los demás. Si observamos que no somos capaces de tirar del carro solo, buscar ayuda si es necesario, sabiendo delegar en otras personas la responsabilidad que no podamos asumir. No tenemos que demostrar nada a nadie y menos a quién nos juzga constantemente. Detrás de todo esto, casi siempre existe una idea irracional, de que todo ha de pasar por nuestras manos y que lo tenemos que hacer a nuestra manera.