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El lobo, ¡que viene el lobo!

lobo
Imagen de un lobo atrapado en un cepo/ A. Hernández
Ángel Hernández Sobrino
El lobo ha sido hasta hace unas décadas el mayor enemigo de pastores y rebaños en nuestra región. Para combatirlos valía cualquier método: cepos, escopetas, mastines y también veneno. Cuenta el historiador Rafael Gil que el Concejo de Almadén autorizó a usar este último en 1712 por el daño que causaban los lobos en el ganado. Uno de los ingredientes del veneno era el solimán, cuya composición es precisamente cloruro mercúrico, aunque este compuesto químico no se fabricaba en Almadén. Debido a ser un poderoso tóxico, el solimán solo se vendía en farmacias, pues se habían dado varios casos de utilizarse para envenenamientos intencionados

 

Existen dos  lobos, uno  fantástico y  otro  real.

El  primero  es   la  suma  de  una  infinidad  de

historias,   leyendas,   cuentos,   tradiciones, …

El segundo es Canis  lupus, un animal de carne

y hueso, que constituye el objeto de la zoología.

Luigi Boitani, biólogo, año 1986.

El lobo es una especie simbólica para una gran parte de nuestra sociedad, ya que para muchas personas ligadas al entorno urbano representa la naturaleza perseguida, mientras que para otras muchas del ambiente rural encarna la maligna. En todos los lugares del mundo donde coinciden lobos y ganado sucede lo mismo: los lobos matan ganado y los pastores matan lobos. La imagen de un lobo abatido por un cazador o atrapado en un cepo provoca para unos un acto de justicia, pues evita la muerte injusta del ganado doméstico, y para otros un acto arrogante del hombre que destruye el mundo natural.

Osos y lobos

La frase tan conocida  que da título a este artículo fue muy utilizada en España hasta mediados del siglo XX y no sabemos si con las nuevas leyes vigentes en las diversas regiones españolas la volveremos a oír con frecuencia. Los daños causados por lobos y otros predadores en diversas regiones motivaron que Carlos I dictara en 1542 una ley titulada Facultad de los pueblos para ordenar la matanza de lobos, dar premio por cada uno y hacer sobre ello las ordenanzas convenientes. Esta ley de caza estuvo vigente hasta 1788, año en el que Carlos IV reglamentó la celebración de batidas y monterías, las cuales sirvieron como excusa para que los aldeanos abatiesen otras piezas cinegéticas en absoluto peligrosas como ciervos, gamos y corzos.

Como dato curioso citaré que Mateo Naguelio, un alemán que ejercía de administrador en la mina de Almadén a mediados del siglo XVII, fue acusado ante el Consejo de Hacienda de dedicar más tiempo a la caza de osos que a su trabajo en la mina. La citada denuncia no prosperó, pues cuando el presidente de dicho Consejo se dirigió al padre guardián de un convento franciscano cercano a Almadén para pedirle su opinión al respecto, el fraile le contestó que “… es cierto que tiene montería, pero tal desenfado se puede honestar en un hombre mozo y cansadísimo de oír a unos y a otros”. También es indicativo que en uno de los planos topográficos actuales de la zona aparece la Sierra de la Osa, situada a medio camino entre Almadén y Valdemanco del Esteras, cuyo monte más alto alcanza los 842 metros sobre el nivel del mar.

El profesor Gómez Vozmediano cita un pleito que sostenían en el año 1500 Juan Martín, vecino de Chillón, con Diego Zacón, de Almodóvar, por un colmenar que había sido destrozado por un oso. Para resarcirse del daño causado, Diego había tomado la hacienda de Juan y este pedía que se la restituyera. Un siglo después se solicitaba permiso para poder rozar la dehesa boyal Corral de Sancho, término de Almadén, a fin de que el ganado no sufriera el ataque de los osos de las sierras cercanas.

Lobos y loberos

Por su parte, el lobo ha sido hasta hace unas décadas el mayor enemigo de pastores y rebaños en nuestra región. Para combatirlos valía cualquier método: cepos, escopetas, mastines y también veneno. Cuenta el historiador Rafael Gil que el Concejo de Almadén autorizó a usar este último en 1712 por el daño que causaban los lobos en el ganado. Uno de los ingredientes del veneno era el solimán, cuya composición es precisamente cloruro mercúrico, aunque este compuesto químico no se fabricaba en Almadén. Debido a ser un poderoso tóxico, el solimán solo se vendía en farmacias, pues se habían dado varios casos de utilizarse para envenenamientos intencionados. El método para eliminar lobos consistía en “… que se haga un mejunje con el cual se dé a carne de cabra y se ponga en las veredas por donde más acostumbran a andar los lobos para que comiéndola perezcan”.

En vista de los abusos cometidos por los campesinos, quienes cazaban cualquier animal que se les ponía a tiro y en todas las épocas del año, sin siquiera respetar la estación de cría, Carlos IV ordenó publicar en 1795 otra ley que suprimía las cacerías, pero que autorizaba a corregidores y alcaldes mayores a abonar un premio a quien presentase algún lobo o zorro muertos. En 1834, un Real Decreto insistió en la prohibición de batidas comunales, “… dejando el cuidado del exterminio de zorros y lobos al interés particular de los cazadores”. Al lobo y al zorro se unieron entonces la garduña, el gato montés, el tejón y el turón. El premio para el cazador de un lobo macho era de 40 reales y de 60 por una hembra, 80 si estaba preñada.

La férrea prohibición de las batidas y el uso de trampas y cepos provocaron que la población de predadores aumentase mucho, por lo que la nueva ley de caza de 1879 volvió a permitir la celebración de batidas. A principios del siglo XX continuaba habiendo muchas alimañas en los campos, añadiéndose a la lista otras especies, como el lince y aves rapaces, entre ellas las águilas reales e imperiales. Por otro lado, aunque se prohibía por primera vez la caza durante la época de veda, se autorizaba el uso de trampas, siempre que estuviesen situadas a más de tres metros de caminos, senderos o veredas. Los alimañeros proliferaron, viajando de pueblo en pueblo y siendo recompensados por autoridades y particulares, pues sus capturas eran consideradas un bien social.

Las décadas de 1940 y 1950 en el sur de Ciudad Real

El sur de nuestra provincia era todavía una zona boscosa en las décadas de 1940 y 1950. Su aspecto había variado poco desde que un siglo antes Pascual Madoz escribiera que el arbolado silvestre era muy abundante y que en toda la zona había mucha caza mayor y menor, no faltando lobos, zorros ni gatos monteses, ni tampoco pesca en los ríos y arroyos. A consecuencia del abandono en que habían caído los campos durante la guerra civil, las especies predadoras habían proliferado mucho y se habían adueñado de todas las colinas y quebradas pobladas de arbustos y matorrales, lo que hacía el terreno impenetrable. En esos años de hambre y penuria, cualquier animal que amenazase a la cabaña ganadera era un objetivo a batir. Dicho en otras palabras, en los tiempos de posguerra el mundo rural no estaba para conservacionismos.

Escopeta, veneno, cepos y lazos se usaron para liquidar a los predadores y en especial al lobo, no solo por los estragos que producía en el ganado, sino también porque algunos pastores salvaron la vida por poco, ya que algunos de ellos hubieron de subirse a los árboles y permanecer allí varias horas hasta que los lobos se marcharon. No tuvieron tanta suerte los mastines de las majadas, que aparecían en ocasiones muertos y devorados por los lobos. Su apego al ganado era tan grande que no lo abandonaban aunque fuera atacado por una manada de lobos. El Sindicato Provincial de Ganadería estableció permiso para que los cazadores  los abatieran, de modo que por la piel de un lobezno se abonaban 50 pesetas; por la de un lobo adulto, 110; y por la de una loba, 125.

En un libro sobre el tema, publicado en 1949, su autor nos indicaba que el lobo producía por entonces en España unas pérdidas anuales de 24 millones de pesetas y que “… solo cuando su número haya decrecido considerablemente y venga a constituir una curiosidad faunística, será el momento, como ahora con el oso, de cuidar que no se extinga completamente”. En 1953, el Ministerio de Agricultura casi consiguió su desaparición con la publicación de un decreto, conocido popularmente como la ley de alimañas, cuyo principal medio para acabar con los predadores era el alimañero, profesión que llegó a gozar de título oficial. Incluso la Administración les facilitó los medios, como el veneno, para que hicieran su labor.

El lobo quedó así extinguido en Sierra Morena, su mejor hábitat, y también en las sierras y dehesas extremeñas, donde los alimañeros mataron más de 450 entre 1954 y 1961. El sabio mudo, como lo denominan algunos por su inteligencia y sigilo, permanece entretanto al otro lado de la raya con Portugal y en los montes de Salamanca y Ávila a la espera de reconquistar el territorio perdido.

Las crónicas del diario Lanza

En la comarca de Almadén se habían multiplicado los esfuerzos para acabar con los lobos en la década anterior, de modo que en los años 50 del siglo XX desaparecieron por completo. El periódico Lanza daba puntualmente información de los ejemplares abatidos a través de su corresponsal, Luis Cavanillas Ávila. A continuación extractamos algunas noticias, aunque hay muchas más:

  • Febrero de 1944. En la finca Valfrío, los lobos han atacado el ganado, causando algunas bajas entre las ovejas. Además, han matado a un perro de la majada y herido a otros.
  • Septiembre de 1944. En la finca Los Valles, propiedad del abogado D. Orestes López Carmona, una manada de lobos ha atacado al ganado, matando y comiéndose un perro de la majada.
  • Febrero de 1945. Una cuadrilla de cazadores ha dado muerte a un feroz lobo que merodeaba por estos contornos. El fiero animal, que tenía amedrantados a los pastores y guardas de la finca fue cazado en el quinto Moheda Oscura, pesó 63 kilogramos y midió dos metros desde la cabeza hasta la cola. Los guardas de una finca colindante con esta informaron que días pasados vieron una manada de lobos compuesta por unos quince ejemplares.
  • Febrero de 1945. Unos cazadores han dado muerte a otro lobo grande en la finca La Rivera, propiedad de D. Fernando Márquez. Unos días después se indicaba que desde hacía algún tiempo los lobos deambulaban por los alrededores de la localidad de Valdemanco del Esteras, llegando al anochecer hasta las primeras casas de la población.

Hasta los jabalíes parecían más fieros que los de hoy en día, de modo que había que ir con mucho cuidado en las monterías que se daban en las grandes fincas de caza como La Rivera o Las Alisedas. D. Olimpio Delgado sufrió la acometida de un feroz jabalí en septiembre de 1944, consiguiendo matarlo de un último tiro. El viejo macho pesó 19 arrobas (218,5 kilogramos). Pero sin duda, lo que llama más la atención es la consideración de las aves rapaces como piezas de caza, tan opuesto a lo legislado en la actualidad:

  • El valiente cazador Ángel Martín López ha dado caza a un águila real que mide de extremo a extremo de las alas dos metros. El Ayuntamiento y los ganaderos recompensarán a este cazador y se espera asimismo algún premio concedido por los organismos provinciales. El águila fue cazada en el valle de La Cueva, término municipal de Almadén.
  • Caza de un buitre en el puente de La Morra. El animal medía tres metros de envergadura, tenía un metro de altura y pesaba veinte kilogramos. Se admira la puntería de los afamados cazadores Andrés Rodríguez y Felipe Rayo.

Aunque no se reflejara en la prensa, había también muchos lobos en la posguerra a lo largo de todo el valle Alcudia. Alejandro Silvestre era por entonces un adolescente que vivía con sus padres en una finca de Almodóvar del Campo y me cuenta que vio en varias ocasiones manadas de lobos de hasta ocho ejemplares en sus andanzas por la dehesa. Los lobos tenían sus guaridas en la sierra de la umbría y les oía aullar con frecuencia. El mayor destrozo que los lobos provocaron en su finca no fue en las ovejas sino una noche que entraron un recinto donde tenían  las guarras de cría con sus lechones. Me dice Alejandro: “a la mañana siguiente encontramos guarrillos muertos esparcidos por todo el campo”.

La ley  de caza de 1970

En la década de 1970 se produjo un cambio en la forma de pensar de la sociedad española y la Administración introdujo en la nueva Ley de Caza de 1970 el concepto de especie protegida, referida a aquellos animales cuyas poblaciones eran reducidas y corrían el riesgo de desaparecer. Ya no habría más recompensas por matar aquellos animales que anteriormente se llamaban dañinos, con lo que desapareció la figura del alimañero. Además, desde 1979 España tuvo que adaptar su legislación de caza a la Comunidad Europea y acatar las directrices conservacionistas sobre la materia.

Cuando en 1971 se publicó la Ley de Protección de la Naturaleza, muchas fincas fueron declaradas cotos de caza privados y, entre ellas, la dehesa de Castilseras, una antigua encomienda de Calatrava incorporada en 1778 a la Corona de España y posesionada en 1780 por el superintendente de las Minas de Almadén “… para disfrute exclusivo de sus mineros”. Cuando se reglamentó la caza en dicha dehesa, se encomendó a Antonio García-Donas, un minero entendido en la materia, la eliminación de los predadores de la finca con diversas artes, como cebos y trampas. El resultado fue que solo en el año 1972  capturó 458 zorros, seis tejones, un gato montés y tres ginetas.

El lobo ha sido una especie amenazada en todo el mundo hasta mediados de la década de 1990, cuando fue catalogado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza dentro de la categoría de riesgo menor, es decir, que su continuación como especie ya no corría peligro inminente. No obstante, hay que tener en cuenta que entretanto el lobo había desaparecido de amplias regiones donde era una especie abundante una o dos centurias atrás.

El siglo XXI

Lo que han cambiado las cosas desde entonces. El 24 de noviembre de 2011, la edición digital del mismo periódico Lanza informaba que el Juzgado de lo Penal de Ciudad Real había condenado a un cazador a cuatro años de inhabilitación para la caza y a pagar 1.825 euros de multa por haber matado un flamenco en la laguna Villaseca de Daimiel. Además, el citado cazador hubo de abonar otros 3.000 euros a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha por la muerte del ave y las costas del juicio.

Dos días después, Lanza Digital publicaba que la alcaldesa de Guadalmez y tres agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza habían procedido a la suelta de varios ejemplares de lechuzas y búhos en el paraje de La Barca, junto al río Guadalmez. Los espectadores fueron cuarenta y cinco niños y niñas acompañados de sus padres, con el objetivo de que “… conociendo las aves rapaces mejor, valoren la importancia de su defensa y protección”.

En cuanto al lobo, ahora son los ganaderos de los montes galaicos, de la cordillera cantábrica y de los Pirineos los que perciben dinero de las administraciones públicas como indemnización por la muerte de sus ovejas, potros y terneros debido a ataques de lobos, a diferencia de lo que ocurría en épocas pasadas, cuando eran los cazadores los que recibían recompensas por acabar con ellos.

La directiva Hábitats de la Unión Europea protege al lobo al sur del río Duero desde el año 2000, así que es posible que, al igual que sucede con el lince, veamos en el futuro algún ejemplar cuando caminemos por las sierras del sur de nuestra provincia, si bien parece que los gobiernos regionales de Castilla-La Mancha, Andalucía y Extremadura no tienen intención, al menos por ahora, de recuperar esta especie en peligro de extinción.

Los conservacionistas

En Solana del Pino, al sur de nuestra provincia y en plena Sierra Morena, se ha celebrado los días 28 al 30 de septiembre de 2018 el encuentro Emlobados organizado por ANASMA (Asociación Naturalista Aullidos de Sierra Madrona). Las diversas ponencias presentadas en estas jornadas “reivindican de una forma clara el reclamo social en favor del lobo y lo que su figura representa en el conjunto de los ecosistemas peninsulares”, y entre los ponentes hubo licenciados en Biología, Ciencias Ambientales, Derecho y Veterinaria.

Los diversos expertos mostraron que hombre y lobo son compatibles y que, en todo caso la especie amenazada es este y no aquel. La ganadería extensiva, cuando hay más ganado del debido, la caza, con sus altas y robustas alambradas cinegéticas, el ecoturismo exagerado y la endogamia, provocada por vertederos incontrolados de desechos animales, son sus principales enemigos.

Su propuesta para defender al ganado de los lobos no son la escopeta ni el veneno, sino recuperar la auténtica raza del mastín ibérico, tan alejado de los estándares de las exposiciones caninas. Ese perro criado en las majadas y establos,  fuerte y de temperamento tranquilo, pero a la vez agresivo con lobos y osos, tal y como ACMET (Asociación para la Conservación del Mastín Español Tradicional) sostiene. Los mastines acompañaron durante siglos a pastores y ganados mesteños durante la trashumancia, en ese camino que cruzaba media España de norte a sur… y los lobos nunca andaban lejos.

La causa de que los lobos hayan sido capaces de superar su peligro de extinción e ir recuperando poco a poco su población en todo el mundo es su gran capacidad de adaptación a ambientes diversos. A principios de siglo XX, los lobos se extendían por la mayor parte de Europa, Asia y América del Norte, y actualmente todavía habitan en entornos tan diferentes como las regiones más septentrionales del planeta y las áreas desérticas de Oriente medio.

En conclusión y como dice el biólogo experto en lobos David Mech, “… los lobos no son santos ni pecadores; el problema es que grandes sectores de la sociedad los ven de esta manera. Por eso,  cualquier intento de gestionar el lobo animal olvidando al otro lobo –el que vive en el mundo de los símbolos y las emociones humanas– terminará en fracaso”.

©Ángel Hernández Sobrino

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