Somos seres independientes, con distintas emociones y una gran diversidad de vivencias personales. Debemos respetarnos y saber escucharnos, hacernos respetar y a la vez, aprender a respetar a los demás comprendiendo a veces que las circunstancias de cada uno mandan y no son como pensábamos en un principio. Conseguir todo esto es un proceso, y se necesita practicar lo aprendido en la vida cotidiana. Lo interesante es tomar conciencia de este asunto y saber responder a las diferentes situaciones que se nos van presentando en diferentes momentos de lo cotidiano. Para ello, nos sirve el conocernos un poco mejor y saber cuáles son nuestras limitaciones y hasta dónde queremos llegar con ello. Sabemos que flaqueamos mucho en la comunicación con los demás a rasgos generales, el lenguaje de nuestro cuerpo es muy importante. Todo nuestro cuerpo se expresa más que nosotros mismos, porque habla desde nuestro interior, desde nuestra esencia más profunda. Saber identificar esta forma de hablar que se escapa de nuestro control consciente, nos puede brindar también la posibilidad de conseguir conectar con nuestro entorno de una forma más fácil. Empecemos con nuestra familia, nuestro grupo de iguales y finalmente con personas ajenas a nuestro entorno más significativo. Cuando la comunicación es sencillamente, clara y directa nuestra vida se convierte, a buen seguro, en un sitio apacible en el que constantemente experimentamos y compartimos. Si somos capaces de saber cuidar un poco más las formas, seremos más escuchados. Si perdemos las formas y somos excesivamente agresivos en nuestro lenguaje, la comunicación queda interrumpida. Las buenas acciones casi siempre, revierten en positividad hacia nosotros. La bondad, la amabilidad, la cortesía e incluso la sonrisa, son capaces de abrir las puerteas que todos cerramos con la reclusión en nosotros mismos y en nuestros problemas cotidianos. El avanzar con confianza nos hará poner en el mismo nivel, nuestras necesidades con las de los demás, estableciendo un equilibrio sano. Es el lado claro de la realidad, porque de oscuridades ya estamos desbordados cuando no se actúa de corazón y siempre con inteligencia práctica.