Es duro y contundente empezar a escribir este artículo dirigiendo nuestra mirada al enorme conflicto que muchas veces se nos plantea como padres al ver las situaciones que nos rodean en torno a los ambientes donde nuestros hijos en general, son el centro de todo tipo de atenciones y caprichos sin la capacidad de asunción, por su parte de algún tipo de responsabilidad mínima exigida. Tienen todos los derechos del mundo, pero ninguna obligación. No piden por favor las cosas que necesitan y las que no!, las exigen de modo y manera brusca con mucha ansiedad. Necesitan consumir lo que sea, si bien tecnología y quieren estar a la última en materia de comunicación y ocio. El trabajo y el esfuerzo para muchos chicos no lo entienden como tal y la consecución de una meta marcada en el camino no merece la pena. Entiendo que la educación no es libertinaje, hay unas normas que cumplir y unos objetivos que trazarse dependiendo de la madurez de cada uno ellos. Eso lo saben verdaderamente los padres que conviven día tras día con ellos y podrían hacer un master con prácticas incluidas. Lo más curioso de todo ello, es que cuando piden cita para una consulta, son chicos que fuera del ámbito familiar no suelen plantear problemas. Son buenas personas y muy afectivos. Pero saben perfectamente que en sus familias no existe límite ninguno y están acostumbrados a satisfacer sus caprichos en tiempo record. A mi juicio, estamos debilitándolos a nivel comportamental producto de un cerebro débil y frágil. En estos casos, el lóbulo temporal regula y organiza la información que reciben del mundo exterior de forma lógica y racional. Si un niño no afronta situaciones en las que necesita tomar decisiones y a la vez, no es capaz de responsabilizarse de las futuras consecuencias de su comportamiento, tanto por exceso como por defecto, no tendrá la capacidad de escrutar la información que tenga porque siempre será poca y desorganizada. La evolución de su intelecto y adaptación a su entorno no será la más adecuada. En general, la actual generación de padres podría estar influyendo también de manera negativa y sin saberlo, en ese retraso madurativo, adoptando conductas educativas muy permisivas proporcionando una gran estabilidad aparente pero carente de espíritu crítico, madurez y conductas responsables. No tenemos que culparnos por este fenómeno. Todo lo contrario, asumir que, posiblemente nos estemos equivocando, y tomar conciencia que en la educación, siempre hay límites, alguna norma y siempre un objetivo. Queremos que nuestros hijos sean buenas personas, y mejorar nuestra relación con ellos. Ellos serán padres seguramente, pero con un buen modelo aprendido. La educación en valores y el entrenamiento de la voluntad huyendo de la competitividad y la crítica a los demás es la clave para la prevención de muchas patologías.
