Es del todo conocido que la imagen que damos hacia los demás normalmente no se ajusta a la realidad. Es normal, por otra parte, debido a que siempre, y nos da la impresión que ofrecer nuestra mejor cara nos puede abrir muchas puertas y la sensación de aceptación y ser bien reconocido es algo muy atractivo por lo que todos queremos pasar. Les sorprendería saber que hay veces que en determinadas circunstancias, el stress nos hace cambiar la dirección de nuestras emociones y nos hace comportarnos de diferente manera. El stress pues aparece en el trabajo, en nuestras relaciones y por ejemplo, a la hora de coger un coche, jugar un partido con los amigos o presentarnos a una oposición. En esos momentos no conocemos a nada y emerge el animal que llevamos dentro. El propio hecho de conducir un automóvil ya supone un estado de concentración absoluta y hay personas que acusan esta actividad. Este estado de alerta, requiere un esfuerzo muy grande y les puede generar agresividad y un mal control estimular. La elevada densidad de tráfico en muchas ciudades de España. El hecho de pasar mucho tiempo en el coche, el depender de él constantemente, la lucha contra el tiempo y las infracciones, siempre son de los otros, nosotros no cometemos ese tipo de errores, es una realidad a tener en cuenta. Precisamente por ello, debemos prepararnos para ser capaces de tener la paciencia suficiente para evitar problemas con los demás. El problema de la auto-exigencia constante, de exigirnos más de lo que podemos, de no tomarnos un momento de respiro, pagamos con nuestra explosividad ese malestar. El problema de aparcamiento hay que tenerlo en cuenta, puede llegar a desesperarnos de manera acumulativa. Las zonas de obra en las ciudades y los itinerarios alternativos. El ruido y la incomodidad de circular a determinadas franjas horarias. Los adelantamientos arriesgados nos hacen ponernos muy nerviosos y a veces nos picamos con ellos en el siguiente semáforo. No se me olvida que en estos tiempos las sanciones y multas son también una constante en nuestros expedientes. Nos hacen tener un nivel altísimo, dado que tenemos que estar pendientes no solo de la conducción sino de las señales de limitación de velocidad y demás cuestiones que se han comprobado no sirven para nada. Afán recaudatorio. En fin, el animal que llevamos dentro al final sale y ya no se controla. El problema es con quién lo pagamos!
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