Las circunstancias a las que aludo siempre están ahí y tenemos que aprender a sortearlas.
La vida del ser humano es fascinante, no sabemos nada del futuro y aventurarnos en ella implica un proceso de aprendizaje y experiencia cuando descubres que es necesario para incluso, su propia supervivencia.
A menudo pensamos que para cambiar de vida tenemos que hacer transformaciones drásticas. Por eso nos cuesta tanto cambiar, nada más lejos de la realidad. El auténtico cambio seguramente procede del resultado de cientos de pequeñas decisiones como hacer un poquito por ti todos los días… una labor de hormigas que poco a poco van elaborando su propio camino para después llegar a la meta establecida. Esos pequeños actos o movimientos no son capaces de mover grandes estructuras, pero en conjunto, tiene la fuerza de un huracán…
Y hay ciertas fuerzas ocultas que moldean nuestro comportamiento y boicotean nuestra voluntad. Si no nos damos cuenta de ello, no hubiésemos evolucionado a lo largo de los siglos y el avance científico no se hubiera dado tal y cómo lo conocemos hoy en día.
Aquellos hombres y mujeres de la edad de piedra ya tenían la iniciativa de participar en la naturaleza y comenzar a construir una sociedad sedentaria en la que el progreso y su estado emocional podrían ir en consonancia.
Por lo tanto, esas variaciones minúsculas pueden crecer para poder llegar a renovar absolutamente nuestra vida. No importa cuáles sean nuestros objetivos… el ser humano tiene que hacer pequeñas cosas diarias, pequeños cambios… hábitos extraordinariamente pequeños pero de contenido práctico, para dejar al lado el peor enemigo del ser humano. Su naturaleza acomodaticia y su poder para limitarse si no avanza lo que él piensa. El pensamiento sería su propia cárcel. No es bueno que lo permita!!!!