Si son capaces de observar y después reflexionar acerca de la situación social en la que nos encontramos en este momento, se darán cuenta enseguida, sin entrar en valoraciones personales, que vivimos un momento de cierto relativismo. Sí, relativismo en prácticamente todas las áreas o materias importantes de nuestra vida. El otro día, a la salida del colegio, un grupo de niños de aproximadamente cinco años, con los padres delante, se pusieron a hacer algo muy divertido. Abrir todas las papeleras de la avenida donde está ubicada la salida de este centro educativo, y sacar toda la basura o contenido de las mismas delante de sus narices. Seguidamente, se pusieron a llamar a todos los porteros electrónicos de la calle incomodando, seguramente a las personas que son víctimas de la bromita de turno avalada por este grupo de niños, que en realidad, no saben, o no tienen ni idea de las consecuencias de sus actos. Pregunta de examen…¿qué debemos hacer las personas que estamos delante de ellos, con nuestros hijos al lado? La mayoría de los que estábamos presentes en ese momento, nos dimos la vuelta y evitamos enfrentarnos a la situación. Mientras tanto, este grupo de indecentes padres, a lo suyo, tomando una cerveza y aquí no pasa nada… A consulta acuden personas y relatan… sentirse muy mal por no saber actuar en situaciones determinadas que les produce mucha ansiedad. Muchas veces, el relativismo se convierte en ansiedad. Por tanto, la ansiedad es la señal contenida de la inadecuación entre la forma de pensar y el corazón. Apúntense y ya saben… el relativismo es lo que estamos viviendo, parece que todo vale. Pero en las relaciones humanas no todo es así, y tenemos que aprender a comportarnos de una u otra manera, primero los educadores y después nuestros hijos. Futuros ciudadanos en un marco de tolerancia, igualdad y buena educación. Y sí no a cumplir con la norma, y ellos dar ejemplo. Veremos.