Hace algunos años, un profesor de relaciones humanas, estaba reflexionando sobre el próximo proyecto que debería asignar a sus alumnos cuando, de repente, escuchó a un locutor en la radio comentar algo que le hizo pensar. En el programa de radio estaban hablando sobre la violencia. Se le ocurrió entonces una idea: sustituir la palabra violencia por la de amabilidad, y lanzar a sus alumnos un desafío: cada uno de ellos debía comprometerse a realizar, como mínimo, un acto fortuito y desinteresado de amabilidad.
Una semana después, todos los alumnos regresaron a sus clases satisfechos, ya que habían cumplido con su contenido y habían ayudado a perfectos desconocidos.
La experiencia fue tan positiva, que decidieron hacer adhesivos para coches con un mensaje para transmitir a los demás su forma de actuación.
En el año 95, nace una fundación dedicada a estos menesteres.
Aunque parece una idea descabellada, sobre todo hoy en día, donde el hecho de ser amable tiene muy mala prensa, considerándose algo fuera de lugar. La amabilidad se asocia a la inocencia y, por ende, a la estupidez, o a la inocencia, según algunos profesionales de la psicología.
La persona que tiene esta característica puede llegar a ser muy firme, pero su firmeza no será ofensiva ni agresiva. El verdadero error consiste en considerar que alguien tiene carácter o es fuerte emocionalmente cuando, sin tener en cuenta las consecuencias de sus palabras y del tono de su voz, es capaz de hacer daño a alguien. Más bien es al contrario, esta persona demuestra una evidente falta de autocontrol, de empatía y una gran debilidad emocional.
El buen hacer de algunos seres humanos a nivel de relaciones interpersonales, produce gestos fáciles que, curiosamente, tienen un efecto benéfico sobre quienes lo practican: el empezar la mañana sonriendo, tener un gesto cariñoso con nuestros hijos en determinados momentos, ceder el paso a otro vehículo, pararse en ayudar a una persona que pudiese estar en apuros… todos estos pequeños gestos acaban repercutiendo en nuestro ánimo y humor de manera positiva.
La explicación es bien sencilla, mostrarse amables disminuye nuestros niveles de agresividad en la interacción con los demás. Estamos menos tensos y nos aporta, grandes beneficios en la esfera emocional.
Sin quererlo, por otra parte, nos vamos amoldando a lo que esa persona es capaz de transmitir y terminamos actuando de la misma manera. Contestando de malos modos y actuando con impulsividad, el beneficio psicológico es mínimo.
Finalmente, nos ayuda además a trabajar sobre nuestro autocontrol. Al disminuir el nivel de agresividad, nuestro corazón late con más calma, el nivel de stress baja, dejamos de considerar que nos movemos en un entorno hostil y se siente una gran paz interior.