No son unas primarias diferentes a otras en líneas generales. Pero son las primeras del PP y eso es un doble caldo de cultivo, de riesgo añadido a su crisis interna, tan vieja como el incendio de Roma. También Nerón lloraba frente a las llamas de su presente y Rajoy vuelve únicamente con un cubo de agua para aminar el fuego a su alrededor.
En la mano del pasado podemos leer las rayas del camino que seguimos, porque son evidentes, pero vaticinar hacia donde nos llevan es un riesgo inútil, está comprobado. El reto del Partido Popular debería ser buscar en el futuro, si las grietas le dejan caminar, mirar en su entorno político, el europeo mejor aún, y optar por el modelo de partido que quiere ser. Después tendrá que decidir qué tipo de oposición y propuesta electoral quiere presentar en el Parlamento y entre su electorado, el perdido y el que puedan mantener. Sin este triple ejercicio, cualquier tiempo pasado será peor para la derecha española. Ellos, el PP, no son ajenos a la disputa por el centro derecha político español. Si lo entendieran así, el Congreso de refundación sería un congreso para el suicidio colectivo y el apoyo a determinados candidatos comienza a anunciarlo.
La vieja pregunta
Pese a las características de la sociedad española, la política del sistema necesita una derecha clara de ámbito estatal que observe con cuidado el movimiento de los grupos nacionalistas que van achicando su contorno, y de quien busca ese mismo espacio por su avance en unas circunstancias políticas y territoriales muy específicas. Nada parece indicar en esta campaña de primarias del PP, a escasos días de su Congreso, que esa derecha que nació, creció y se corrompió hasta sus cimientos con Mariano Rajoy esté investigando ese horizonte de fortaleza e identidad clara. Muy al contrario, busca confusamente en el tiempo perdido: El de un Manuel Fraga tan hábil como franquista, un José María Aznar que sembró de ortigas su propio partido y sabía algo de marketing, y un Mariano Rajoy que estuvo, está y, posiblemente estará, en el origen y final de una coalición de intereses, hasta el fondo del abismo que él permitió visitar con asiduidad.
Nada indica que esa campaña de odios conocidos, caras viejas y contaminadas vaya a aportar renovación al Partido Popular. Estas primarias dejarán a todos donde estaban, confirmarán el olvido de los destacados de antaño y querrán restañar sus heridas quitándose unos a otros el sedante de los medios de Comunicación, tan agradecidos por el espectáculo no esperado.
Un congreso en la UCI
El Partido Popular celebra un Congreso desde la UCI política, no desde las salas de recuperación y del cónclave saldrá de todo menos fumata blanca para el bien del país.
En el último mes hemos vivido estrategias políticas diferentes en otros tantos partidos: esconder y desmentir la cruda realidad, como ha hecho el PP hasta lo insostenible y detener la hemorragia interna; buscar el espacio ajeno sin éxito, hablamos de Ciudadanos, porque su última historia era la de sujetar la muleta y, desaparecido el herido, el ayudante desaparece con él y se pierde en el vacío más estrepitoso; y, por último, como el PSOE, hacer valer sus melladas fuerzas parlamentarias para levantar una plataforma que le sitúa de nuevo en el lugar, el tiempo de donde se fue. Aunque el futuro esté lleno de imprecisiones. Pero así es siempre. El futuro nunca está escrito y ese grado de incertidumbre despierta la inteligencia aunque tiemplen algunos inseguros.
Por último, existe una cuarta opción: Mirar hacia atrás y coger la pintura necesaria, la más reconocible, para encalar la casa propia de arriba abajo, tapar los errores como si no hubieran sido suyos y unirse al proyecto que un dia rechazaron. Y, claro, hablamos de Podemos.
“El 15 M es mío”
Podemos ha encontrado una frase recurrente que parece convenirles: “la España del 15M”, como referencia de un tiempo, el actual, que pretenden identificar con ellos mismos y protagonizarlo; una capitalización de aquellos días y los cambios que han ido surgiendo en nuestro país. El pasado a veces no tiene importancia, pero conviene no olvidar que durante esta España del 15M no fue posible el cambio de gobierno que luego ha sido posible hace un mes por la vía de urgencia, como si la gravedad de ese país no fuese palpable entonces en los juzgados, en los medios de Comunicación y, sobre todo, entre la sociedad, intranquila, sorprendida ante ese imposible acuerdo Podemos-PSOE de entonces.
Hoy comparten desde fuera del Gobierno la gobernabilidad vía Parlamento, como otros partidos que se sumaron a la moción de censura. Nada se dio por finalizado el día en que a Mariano Rajoy le cegó la soberbia. Cada paso de gobierno va a exigir un acuerdo, un fracaso y un nuevo acuerdo para llegar a las próximas elecciones. Incluso las próximas elecciones es un intangible. Las habrá, pero no sabemos cuándo.
Si el Partido Popular sólo refleja en su ideario congresual un resumen del pensamiento de los tres candidatos que resultaron “elegidos” (disculpen la ironía), se confirmará que habrá mucho ruido de oposición y poca alternativa. Habrá pasado la gran ocasión del Partido Popular, tal vez la última. Demasiados pocos días para tanta labor. Demasiadas caras conocidas para tan pocas ideas urgentes y nuevas.
Aurelio Romero Serrano (Ciudad Real, 1951) es periodista y escritor