Enriqueta Antolín publicaba en 1963 un artículo en Cambio 16 con el título de Artistas infiltrados. Rojos, ateos y abstractos en los pueblos de Franco. Contaba la anécdota del retablo del mural de Manolo Millares y el obispo de Córdoba fray Albino que al ver el mural de Millares dijo: “Yo no bendigo eso, que lo piquen inmediatamente”. A pesar del intento de ocultarlo detrás de un tabique para tratar de engañar al obispo finalmente es descubierto y destruido.
Los vecinos de Agallarín pudieron bendecir su iglesia con el nuevo mural del pintor Antonio Mohedano sobre la cena de Emaús. La razón por la que estos jóvenes artistas de la vanguardia del momento trabajaban en los pueblos de colonización que el NODO de entonces exhibía con orgullo está en la presencia de dos personas singulares: el jefe del servicio de Arquitectura, Ramón Tamés y el arquitecto José Luis Fernández del Amo.
José Luis Fernández del Amo.
Fernández de Amo trabajó para José Tamés en el Servicio de Arquitectura del INC, desde 1947, y era la persona responsable de los encargos a los artistas. Parece lógico pensar que Tamés tuviese muy en cuenta a José Luis Fernández del Amo, ya que era el profesional más apropiado para discernir el arte más adecuando en las nuevas iglesias, gracias al bagaje artístico que poseía como crítico.
A la edad de 20 años realizó su primera visita a Roma. Sobre todo, le impresionaron las catacumbas donde se reunían los primeros cristianos de la ciudad, hecho que apunta una nota característica de su personalidad: su sensibilidad por lo auténtico, lo vernáculo y lo simple.
Durante esta época, despierta en él un gran interés por el arte y la literatura. Sus maestros son grandes figuras: además de Guardini, le influyen personajes como Unamuno, Maritain y Peguy, que modelan sus creencias y su espíritu religioso. Asimila a estos autores en profundidad y vive sus creencias de forma radical. Desde su posición privilegiada de arquitecto, crítico de arte, director de MNAC y amigo de los artistas, va a introducir en las iglesias más rurales, pequeñas y recónditas, a los artistas más modernos y abstractos, muchas veces descreídos o ateos, de la España de posguerra.
El proyecto de Villalba de Calatrava
Uno de los proyectos más interesantes de Fernández del Amo para el Instituto Nacional de Colonización es el de Villalba de Calatrava. Un proyecto que analizábamos en el libro El Instituto Nacional de Colonización en Ciudad Real y que presentábamos en Llanos del Caudillo con la presencia de Rafael Fernández del Amo. En Villalba de Calatrava, especialmente en la iglesia, Fernández del Amo introduce a los artistas de diferentes ámbitos.
Villalba, ahora declarado conjunto histórico, tiene una estructura urbana de gran interés en su ordenación general y en la forma de resolverse los programas de las viviendas. Una organización definida por manzanas con forma de hexágonos ligeramente aplastados con 160 metros de longitud y 90 metros de altura. Cinco de estas manzanas dedicadas a viviendas de colonos y una sexta para equipamientos comunes.
En cada una de las manzanas se van situando las viviendas que tienen una planta baja con un porche grande de entrada cubierto, una cocina-comedor con chimenea en una de sus esquinas, despensa, un aseo y la escalera que comunica con la planta alta. La imagen de las viviendas en la sencillez de sus volúmenes tiene un equilibro de los planos, los pequeños huecos que perforan la fachada y las cubiertas inclinadas de las que sobresale ligeramente la chimenea de la esquina de la zona de comedor-cocina. Soluciones que en su sencillez tienen una calidad excelente en sus organizaciones y en su conformación formal en el exterior.
En la manzana comprendida entre las plazas de la Sagrada Familia y Santo Tomás está el complejo de la iglesia, los anejos parroquiales, la cantina-bar y la vivienda del encargado. La iglesia tiene planta rectangular en dirección Este- Oeste que constituye la nave de celebraciones formada por cuatro crujías con un cuadrado final donde se sitúa el altar. Tiene dos accesos directos desde la zona del altar a los espacios laterales donde se localizan la sacristía y una zona de almacén. El acceso a la iglesia se realiza por su frente desde la plaza de la sagrada Familia con una doble puerta.
El patrimonio mueble de la iglesia.
Según señala Débora Bezares Fernández en su tesis, recientemente leída, sobre la obra de Fernández del Amo, en Villalba intervienen Pablo Serrano en el retablo de la Sagrada Familia, Teresa Eguibar realiza una escultura de la virgen con el niño y Marcos Pérez una talla de un Cristo en madera. La cerámica de la fachada realizada con teselas coloreadas es de Manuel H. Mompó y de Julián Gil es el San Juan Bautista del baptisterio. El ambón en hierro forjado es de Pablo Serrano y José Luis Fernández del Amo que también diseñó el confesonario abierto con duelas anchas de madera a distinta altura y cruz estrecha en madera.
La orfebrería es de José Luis Sánchez en el sagrario con teselas de colores o al menos el lo reconoce como de su taller. Las luminarias de la nave principal, negras y cilíndricas pueden ser también diseño de José Luis Fernández del Amo. Un conjunto de aportaciones que dan un especial valor al edificio y a su contenido. Una presencia especial de artistas que colaboraban de forma austera, en algunos casos casi altruista para hacer presente el arte de vanguardia en estas nuevas poblaciones, especialmente en sus iglesias.
El retablo de la Sagrada familia.
El retablo de la iglesia fue realizado por Pablo Serrano con el tema de la Sagrada Familia. Un conjunto de piezas de madera unidos entre sí y a la pared por un entramado metálico. La obra no fue considerada aceptable por el obispado y le pidieron a Pablo Serrano que modificara algunas cosas llegando a policromarla, pero a pesar de ello no se quiso bendecir el templo con esas imágenes en su ábside y se pospuso en dos ocasiones, por decisión del obispo Hervás Benet con el grupo escultórico del presbiterio.
Por este motivo, el conjunto fue definitivamente desmontado, y la pieza central fue trasladada a la sede del INC en Madrid. Al cabo de unos años, tras desaparecer el Instituto, la pieza pasó a la sede del Ministerio de Agricultura (posteriormente sede del Ministerio de Vivienda y de Fomento). Gracias a las gestiones de Rafael Fernández del Amo el 15 de octubre de 2015, la escultura central, correspondiente a la Sagrada Familia, fue devuelta a la iglesia de Villalba de Calatrava.
De las demás partes del conjunto escultórico no se sabe nada. Si en aquellos años no se consideraba oportuna la colocación de la obra de Pablo Serrano ahora se exhibe como pretexto el que el conjunto de Villalba ha sido declarado Bien de Interés Cultural por lo que se ha colocado la imagen en un lateral de la nave
El presbiterio fue reformado en su momento por Manuel Rosado. El retablo original fue sustituido por un mural cerámico con motivos florales, alrededor del sagrario. La cerámica pertenece, probablemente, a Julián Gil, mientras que el sagrario es del taller de José Luis Sánchez y en ellos colaboró su mujer, la ceramista Jacqueline Canivet. Ahora de forma un tanto peculiar conviven una parte del antiguo retablo con las nuevas ornamentaciones litúrgicas introducidas ya en su inauguración en 1969.