Desde el génesis de la historia, en cada etapa del mismo, ha surgido un soberbio y altanero con galleo de creerse el salvador el libertador de los oprimidos y subyugar con su ego al mayor número de pueblos factibles.
Sin remontarse mucho en la historia nos encontramos con Napoleón, en el siglo XIX. Su codicia le llevó a teñir a la mayor parte de Europa de sangre, con el único afán de imponer su ley.
En el siglo XX surge otro sectario Hitler. Sueña con poseer toda Europa, conservar la raza aria y asesina a entre 15 y 20 millones de judíos, polacos, rusos, gitanos y homosexuales.
En pleno siglo XXI, la era de máximo esplendor de toda la historia, hemos superado el cupo de ególatras: Putin, el Donald Trump y Pedro Sánchez. Se diría que, en vez de avanzar, retrocedemos.
En 1990, Estonia, Letonia, Lituania y Armenia declaran su independencia de la Unión Soviética. En 1985, Gorbachov se embarca en un ambicioso programa de reformas: perestroika (reestructuración económica/política) y glasnost (apertura).
El fallido golpe de Estado de agosto de 1991 precipitó la desaparición de la URSS, «la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX», en palabras del presidente ruso, Vladímir Putin, empeñado en recuperar la antigua grandeza de Rusia.
Mientras la Unión Europea miraba los toros desde la barrera, que es desde donde mejor se ven; Putín, a principios de 2014, se estaba apoderando de Crimea en lo que se denominó como una invasión suave.
La corrida llegó a su final no en el sexto toro sino el 24 de febrero de 2022 cuando Rusia invade Ucrania. Y a todos les coge con el paso cambiado.
«Moscú nunca aceptó el veredicto de 1991 y siempre ha buscado conservar su influencia imperial en la antigua URSS». Y Putin sueña con la Rusia de los Zares, pero bajo su tiranía. Él es el Zar dominador y poseedor de la vida y la muerte de sus esclavos.
En la Casa Blanca recala el Donald Trump, con su preciosa cabellera amarilla pollo recién salido del cascarón, gesticulando con su mano como si del gato chino se tratara y bailando como si fuera un muñeco de al que hay que darle cuerda. Por cierto, que necesita unas cuantas clases de baile. «Cuando veo un pájaro que anda como un pato, nada como un pato y grazna como un pato, lo llamo pato».
Su cabeza sólo posee un precioso pelo, a su juicio, porque el en la realidad es una cabeza hueca donde se puede tocar bien el tambor; porque cuanto más hueca mayor es el eco. Al igual que es de mala educación hablar con la cabeza vacía.
Será por ello que sigue haciendo que la bolsa, la economía y el mundo giren sobre su hueca cabeza. Que siga obcecado en su guerra arancelaria, de forma especial con China. A pesar de que China es la mayor tenedora de la deuda americana y en cualquier momento puede hacer colapsar a los Estados Unidos.
De momento, ya hay congresistas demócratas que piden una investigación acerca de si existió información privilegiada en ciertos sectores próximos al Pato Donald, cuando las bolsas bajaron a los infiernos y subieron a los cielos.
Trump da una moratoria de 90 días para aplicar los aranceles. Pedrito Picapiedra viaja a China con el beneplácito de la Unión Europea. Aún no ha llegado al país chino, cuando la Unión Europea acuerda negociar la propuesta con el Pato Donald. ¿En qué posición queda Pedrito Picapiedra?…
Sánchez saca de su chistera mágica 14.000 millones para paliar el impacto de los aranceles. La mitad, es decir 6.200 millones no son de nueva financiación, sino dinero ya presupuestado para otras medidas.
Sin Presupuestos desde 2022 no tenemos peculio para ayudar a Ucrania, para aumentar los recursos en defensa ni para sortear el carrusel arancelario del Pato Donald.
Y con semejante panorama, Sánchez declara: «Hay PSOE para seis años más».
Maquiavelo, el Filósofo Italiano, a la vera del presidente español, era un alumno de Infantil.