En el calendario de 2021 presentaba 12 elementos a recorrer a lo largo de los meses del año para conocer mejor nuestro patrimonio histórico construido. El yacimiento de Calatrava la Vieja es el primero de ellos, un yacimiento singular por muchas razones. La superposición de actuaciones de muy diferentes momentos va enriqueciendo el lugar. Ocupaciones que van desde la Edad de Hierro hasta el siglo XVIII con un impulso esencial en el siglo VIII cuando es la capital islámica de la región. Con las diferentes actuaciones bélicas cambiará de propiedad y en el siglo XII será la sede de la fundación de la Orden de Calatrava. Un yacimiento que tiene importantes restos de la ocupación ibérica y conserva la muralla islámica y la distribución interior del alcázar y sectores de la trama urbana de la medina. Tiempos anteriores, alteraciones, superposiciones y modificaciones que van conformando una ciudad situada en posición defensiva al lado del río y en la que el agua tiene importancia esencial.
Tiempos diversos
Calatrava la Vieja es una ciudad ibérica fortificada que adquirirá mayor importancia a partir de 785 en el camino de Córdoba a Toledo, será destruida en el año 853 y reconstruida en el emirato cordobés. Una estructura singular con una gran planta elíptica que se adapta a la topografía del cerro donde se ubica en una zona de cinco hectáreas con 40 torres y arco de comunicación entre el alcázar y la medina. En esta pequeña elevación junto al margen izquierdo del rio Guadiana cuya confluencia con el arroyo Valdecañas genera una península fluvial de alto valor estratégico se sitúa Calatrava la Vieja. Una situación elevada para favorecer la defensa, pero también próxima al rio porque el agua es elemento esencial para la vida y también lo será para la estrategia defensiva. En el año 977 Ibn Hauqal decía: “En una etapa se va de Caracuel a Calatrava, gran ciudad, provista de una muralla de piedra, sobre un gran río, cuyos habitantes cogen el agua potable que utilizan para la agricultura, hay mercados, baños, establecimientos de comercio…”.
En el siglo XI se hará ciudad independiente y en 1195 será recuperada por los almohades. Yusuf ibn Tasufin, sultán almorávide decía de al-Andalus: “La cabeza de al- Andalus es Toledo y su pico Calatrava, y su pecho Jaén y sus garras Granada y sus alas, la derecha el poniente y la izquierda el levante”. Cuando los cristianos conquisten este enclave será sede de la Orden de Calatrava hasta que esta organice la nueva ciudad en Calatrava la Nueva, momento en que empezará a denominarse a este enclave Calatrava la Vieja. Un yacimiento con una superposición de estructuras, de tiempos y culturas diferentes que generan una complejidad especialmente atractiva.
Estructuras de muros defensivos, de espacios interiores aún por descubrir, de entradas que encuadran el paisaje del entorno y la visión de sus accesos, espacios de la iglesia y de los ámbitos abovedados, de las divisiones de la escala doméstica y de los lugares públicos que poco a poco van quedando al descubierto conforme el nivel de la excavación va descendiendo a estratos inferiores. Los volúmenes de formas geométricas sencillas con proporciones y relaciones entre ellos conforman espacios especialmente atractivos. Lugares repletos de la actividad de las diferentes sociedades que las han habitado y que, junto a la arquitectura, han dejado elementos de uso cotidiano, piezas de cerámica que hablan de sus costumbres y de la estructura de la sociedad en esos momentos.
Paisajes fluviales
Junto a esta estructura construida, de tiempos y culturas diversas, una ubicación singular junto al rio que era aprovechada en las actividades de la ciudad de Calatrava la Vieja. La presencia del agua en el río genera estructuras singulares, cuatro corachas se identifican en el yacimiento: las corachas de la medina y del alcázar. La coracha de la medina se introducía en el río 80 m, jalonada por cinco torres-contrafuerte situadas a contracorriente. Un complejo sistema de norias tomaba el agua del rio desde la torre y la llevaba a la medina en su interior para el abastecimiento de esta. La coracha del alcázar y el castellum aquæ conformaban un sistema defensivo hidráulico único en su género. La coracha tomaba el agua del río y la elevaba hasta la parte superior del lienzo oriental del alcázar, y desde allí un conjunto de canales la distribuían a su interior para el uso de los ocupantes. Otra parte se llevaba al castellum aquæ situado en la torre pentagonal sur y desde allí se llenaba el foso con numerosas bajantes cerámicas que atravesaban los muros. Un sistema de suministro y defensivo que era toda una muestra del poder omeya y que será modificado en época almohade.
Un complejo sistema que definía una singular relación con el rio y el uso del agua en la zona y que actualmente se ha modificado por diferentes actuaciones en el curso del Guadiana. Cuando el agua inunda la zona, una visión espectacular del entorno que recuerda el valor paisajístico de este enclave. Si desde el camino de llegada se hacen visibles los elementos construidos con su potencia, en este otro lado, la presencia del agua cambia la visión y establece un diálogo entre el medio natural y la ciudad construida.
Restauración y consolidación
En el centro del yacimiento una estructura singular: un aljibe relleno de escombros y descubierto de forma casual en el proceso de excavación. Un espacio de planta rectangular con una cubierta abovedada en el que se descubren numerosos grafitis en su interior. Pinturas realizadas con carbón o incisiones sobre el material de recubrimiento de las paredes de este espacio.
Un lugar, utilizado como prisión, al perder su uso como aljibe, y en el que los prisioneros dibujaban diferentes escenas referidas a la situación bélica que estaban viviendo. Cuatro caballos con jinetes que llevan sus lanzas y en otro extremo el ballestero en plena batalla. Dibujos situados a la altura de las personas que los realizaban que indican la permanencia de estos prisioneros en este espacio del que intentaban salir con marcas en las paredes para tratar de subir al nivel superior. En otro de los planos un caballero con el escudo y el emblema de la orden de Calatrava en el mismo. En la parte inferior un grupo de ballestas con las aljabas de las flechas.
La arqueología tiene un tiempo minucioso y lento que necesita ir destruyendo niveles para ir accediendo a aquellos iniciales, que requiere un trabajo cuidadoso de documentación de cada una de las piezas y los materiales que se van excavando. Y en grandes yacimientos como este tiene que ir consolidando poco a poco las estructuras que van quedando al descubierto. Y junto a ello un trabajo de divulgación, de dar a conocer la importancia del trabajo que se realiza para pedir el compromiso de la sociedad con el trabajo pendiente de realizar. Publicaciones científicas que dan a conocer las actuaciones y que establecen el contraste y el diálogo con otros especialistas definen la dimensión de investigación de estas actuaciones.
En Calatrava la Vieja décadas de trabajo van dejando constancia de estas actividades y permiten descubrir uno de los tesoros de nuestro pasado: la ciudad continuamente modificada y reconstruida en un constante diálogo con el entorno especialmente con su carácter defensivo y su relación con el agua.
