“Todo te lo puedo dar menos el amor, baby…”, algo así cantaban, en su doblaje español claro, en esta suprema obra maestra de cualquier tiempo, época, lugar o formato. Y fíjense lo que son las cosas, en el momento de su estreno, 1938, constituyó un enorme fracaso de taquilla, hasta el punto de que, a su director, el genial Howard Hawks, lo retirarían de su siguiente proyecto, GUNGA DIN (otro grande, George Stevens, le supliría intachablemente, hasta el punto de conseguir un clásico incontestable del cine de aventuras) y hasta la propia Katharine Hepburn se vio obligada a pagar parte de su contrato.
Hoy en día se revela no solo como un clásico imprescindible en su género, sino como la quintaesencia de la guerra de los sexos llevada a su máxima y divertida expresión, a través de una mujer que pone por amor –literalmente también- patas arriba, y de qué manera, la vida de un apacible varón. Todo lo que puedan y no puedan imaginarse sucede. Cary Grant, genial como siempre, de nuevo sublime, es un pasivo y tímido paleontólogo al que todo su controlado mundo se le vendrá abajo, como ese brontosaurio que está restaurando, cuando se cruce en su vida la impetuosa, caprichosa y entrometida millonaria, en el rol de la adinerada Susan Vance.
Pues bien, este verdadero ciclón se encargará de que lo anteriormente expuesto, toda una catarata de acontecimientos de todo signo se haga descacharrante y arrasadora realidad. Ella será la desencadenante de que un leopardo campe a sus anchas, de que un can esconda una preciada joya, esa clavícula intercostal, el tesoro de Grant, individuo al que someterá a todo tipo de situaciones a cuál más disparatada. Imposible olvidar ese “pas de deux” en medio de un salón con el vestido rasgado de ella y con el chaqué partido de él.
Qué verdadera delicia, qué despliegue de imaginación, qué elegancia y distinción, qué manera tan original y sorprendente de provocar humor, qué encanto más arrollador, poco lo que les diga de una de las diez mejores comedias de la Historia del Cine.
Hawks nos regalaría más perlas de parecido calibre, tanto puramente específicas como LUNA NUEVA, LA NOVIA ERA ÉL, ME SIENTO REJUVENECER. También a tumba abierta como aquí el que podríamos considerar un “remake” abierto y en color del trabajo que aquí me ocupa, SU JUEGO FAVORITO. O introduciría un particular e inteligente sentido del humor en cualquiera de los géneros que abordó siempre con inigualable maestría: TENER O NO TENER, RÍO BRAVO, ¡HATARI! o EL DORADO.
Si quieren ser verdaderamente felices, si quieren evadirse de la fea o grisácea realidad, si quieren soñar con un mundo imaginario de seres destiladores de contagiosa alegría y ganas de vivir, por favor no se la pierdan.
Una irresistible montaña rusa de reconstituyente locura, enredos mil y felizmente agotadora diversión (ese Charles Ruggles imitando aullidos, esa descacharrante secuencia final en prisión…) estoy convencido que puede acabar con la defensa del más reticente a reírse a mandíbula batiente.