Suketu Mehta y las librerías
El escritor Suketu Mehta que se define a sí mismo como interlocal, viajero incansable desde la India a Nueva York nos aporta una curiosa reflexión. Un interlocal no trasciende nada, conecta dos o más lugares en los que está profundamente arraigado, liberado de cualquier lealtad debida a una nación particular. Curiosas reflexiones sobre el nacionalismo de un hombre que vive en lugares diferentes con culturas diversas que le llevan a pensamientos sobre el urbanismo y la ciudad actual especialmente interesantes. Ser nacionalista significa que tienes que excluir lo internacional dice Suketu Mehta nacido en Kolkata, India que vive entre Nueva York y Mumbai.
En un momento habla de las ciudades y de las librerías y cuenta cómo su criterio para valorar una librería es la sección de poesía. Allí es donde puedes juzgar si el propietario está en el negocio por amor o por dinero. La mayoría de las cadenas relegan la poesía al fondo o a los sótanos de la tienda, como un secreto culpable. La presencia de la poesía es la prueba de fuego que le permite valorar ese espacio de acercamiento del libro a los clientes.
Juhanni Pallasmaa y Rilke
El arquitecto Juhani Pallasmaa enamorado de Rilke dice que los versos no son como creen algunos sentimientos… son experiencias. Para escribir un solo verso es necesario haber visto muchas ciudades, hombres y cosas, hace falta conocer los animales, hay que sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimientos hacen las florecillas al abrirse por la mañana.
Es necesario tener recuerdos de muchas noches de amor, en las que ninguna se parece a la otra, de gritos de parturientas y de leves, blancas durmientes recién paridas, que se cierran. Es necesario haber estado al lado de los moribundos, haber permanecido sentado junto a los muertos, en la habitación, con la ventana abierta y los ruidos que vienen a golpes.
“Y tampoco basta tener recuerdos. Es necesario saber olvidarlos cuando son muchos y hay que tener la paciencia de esperar a que vuelvan. Pues, los recuerdos mismos, no son aún esto. Hasta que no se convierten en nuestra sangre, mirada, gesto, cuando ya no tienen nombre y no se les distingue de nosotros mismos, hasta entonces no puede suceder que, en una hora muy rara, del centro de ellos se eleve la primera palabra de un verso” dice Rainer María Rilke.
Bachelard
Bachelard en La poética del espacio decía: Y no olvidemos que son esos valores de sueño los que se comunican poéticamente de alma a alma. La lectura de los poetas es esencialmente ensueño. En 1932 escribía La intuición del instante. La poesía es una metafísica instantánea. Un breve poema, debe dar una visión del universo y el secreto de un alma, un ser y unos objetos, todo al mismo tiempo. Si sigue simplemente el tiempo de la vida, es menos que la vida; sólo puede ser más que la vida inmovilizando la vida, viviendo en el lugar de los hechos la dialéctica de las dichas y de las penas. Y entonces es principio de una simultaneidad esencial en que el ser más disperso, en que el ser más desunido conquista su unidad.
Mientras todas las demás experiencias metafísicas se preparan en prólogos interminables, la poesía se niega a los preámbulos, a los principios, a los métodos y a las pruebas. Se niega a la duda. Cuando mucho necesita un preludio de silencio. Antes que nada, golpeando contra palabras huecas, hace callar la prosa o el canturreo que dejarían en el alma del lector una continuidad de pensamiento o de murmullo. Luego, tras las sonoridades huecas, produce su instante. Y para construir un instante complejo, para reunir en ese instante gran número de simultaneidades, destruye el poeta la continuidad simple del tiempo encadenado.
Así, en todo poema verdadero se pueden encontrar los elementos de un tiempo detenido, de un tiempo que no sigue el compás, de un tiempo al que llamaremos “vertical” para distinguirlo de un tiempo común que corre horizontalmente con el agua del río y con el viento que pasa. De allí cierta paradoja que es preciso enunciar con claridad: mientras que el tiempo de la prosodia es horizontal, el tiempo de la poesía es vertical. El fin es la verticalidad, la profundidad o la altura; es el instante estabilizado en que, ordenándose, las simultaneidades demuestran que el instante poético tiene perspectiva metafísica.
Sor Juana Inés de la Cruz
En este año en que el festival de Teatro Clásico de Almagro ha elegido como protagonista a sor Juana Inés de la Cruz algunos de sus versos que muestran la necesidad de aprender y vencer al tiempo. En una de sus cartas a “Sor Filotea de la Cruz” (seudónimo del obispo de Puebla de los Angeles, Manuel Fernández de Santa Cruz), cortaba su cabello a cierta altura y ella debía aprender los temas que le interesaban antes que su trenza alcanzara su tamaño original nuevamente:
“…y era tan intenso mi cuidado, que siendo así que en las mujeres -y más en tan florida juventud- es tan apreciable el adorno natural del cabello, yo me cortaba de él cuatro o seis dedos, midiendo hasta dónde llegaba antes, e imponiéndome ley de que si cuando volviese a crecer hasta allí no sabía tal o tal cosa que me había propuesto deprender en tanto que crecía, me lo había de volver a cortar en pena de la rudeza. Sucedía así que él crecía y yo no sabía lo propuesto, porque el pelo crecía aprisa y yo aprendía despacio, y con efecto le cortaba en pena de la rudeza: que no me parecía razón que estuviese vestida de cabellos cabeza que estaba tan desnuda de noticias…”.
“Rosa divina que en gentil cultura eres, con tu fragante sutileza, magisterio purpúreo en la belleza, enseñanza nevada a la hermosura. Amago de la humana arquitectura, ejemplo de la vana gentileza, en cuyo ser unió naturaleza la cuna alegre y triste sepultura. ¡Cuán altiva en tu pompa, presumida, soberbia, el riesgo de morir desdeñas, y luego desmayada y encogida de tu caduco ser das mustias señas, con que con docta muerte y necia vida, viviendo engañas y muriendo enseñas!”.
Poemas que nos hacen reflexionar sobre la vida, disfrutar de sus momentos, celebrar nuestras fiestas comunes, establecer relaciones amables con los demás, dialogar con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica. Porque vivimos a golpes porque apenas sí nos dejan decir que somos quien somos. Nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno; estamos tocando el fondo que nos recordaba Gabriel Celaya.