‘La lluvia amarilla’ es la historia de un hombre que lleva cargada a su espalda la memoria colectiva de todo un pueblo perdido de los Pirineos.
Entre las páginas de esta novela de Julio Llamazares encontramos a Andrés, el último habitante de un núcleo rural que, como otros tantos de la España vaciada, verá la ruina y la decadencia a las que está destinado.
Aquí veremos una gran cantidad de analepsis que llevarán al lector a vivir unos recuerdos de un pasado lleno de vida que, poco a poco, se fueron desvaneciendo porque todas las personas que lo habitaban, ya por búsqueda de un futuro prometedor o por la propia muerte, lo fueron abandonando.
Es la crónica de la transformación del éxodo rural tratada de una manera muy bella y con una enorme carga poética. Refleja la dura realidad y la pérdida de identidad de las gentes del campo a la que están abocados los vecinos de los municipios más pequeños, en muchas ocasiones con un difícil acceso.
Quiero resaltar el simbolismo del color amarillo, que en este caso tiene un papel tan importante como para formar parte del título del libro. En la novela, el color amarillo simboliza el inexorable paso del tiempo, la llegada de la muerte y, por ende, el olvido.
En paralelo, la lectura pone de manifiesto el poder firme de la naturaleza, que trata de destruir aquello que no le pertenece como pueden ser todas esas edificaciones creadas por y para el hombre. Es una clara metáfora de la lucha de un hombre contra el entorno natural.
El bello relato pone de manifiesto, igualmente, la universalidad de los temas que aborda, como la muerte, la soledad y la locura, presentados en una relación confusa entre lo real y lo imaginado.
