Hacia el siglo XVI el interior de la Península Ibérica sufre una sequía devastadora que obliga a la búsqueda de otras fuentes de energía. Los últimos cruzados que regresan de Tierra Santa y la llegada de la Orden de Malta a España se consideran hoy los posibles emisarios de una nueva construcción, localizada por vez primera en Jerusalén, que, aprovechando la fuerza del viento, era capaz de poner en funcionamiento toda una maquinaria destinada a moler el grano. Situados en lomas y cerros, los molinos de viento, generalmente agrupados, se pusieron en funcionamiento para proporcionar alimento rápido a los soldados y a una población acuciada por el hambre, aunque en cada zona adoptaron características específicas.
Sin embargo, parece que los molinos de viento cuyo origen, en Europa, se remonta a 1180, reseñado en diversos documentos, fueron concebidos independientemente de los molinos asiáticos. En el siglo XIV eran torres muy sólidas con aspas que giraban apoyadas en un punto situado en la parte superior de la torre. A pesar de los avances y detalles de épocas posteriores el molino queda definido a finales del XVI según la ilustración de Ramelli (1588). El molino de viento totalmente desarrollado –capaz de producir hasta 50 caballos de potencia- fue la máquina a gran escala más completa antes de que apareciera la máquina de vapor, y el molinero fue el maestro mecánico de su tiempo. Este mes siguiendo con mi calendario del 2021 me acerco a los de Campo de Criptana.
Los molinos de la Mancha
En Castilla-La Mancha se trata de una edificación cilíndrica, de mampostería muy desigual que termina en una cubierta cónica construida en un principio de paja, más tarde de madera y luego de zinc. Por un lado de la caperuza, el opuesto al palo de gobierno, se abre una especie de tronera por donde asoma el eje y en el que se sujetan las aspas, generalmente de álamo negro, una de las maderas utilizadas entre las otras cuatro necesarias para la elaboración de las piezas de la maquinaria; encina, roble, pino y álamo blanco.
El molino manchego presenta una distribución interior de tres plantas llamadas: silo, en el que se encuentra la escalera de caracol de acceso a otras plantas y en el que antiguamente los molineros dejaban las mulas; camareta, estancia media donde se efectúa la limpieza del grano y en la que se guardan los lienzos de las aspas y los utensilios de la molienda; y la planta superior o moledero.
La planta superior alberga las dos piedras de moler y los mecanismos que accionan la piedra superior por la transmisión de la fuerza del viento. A esta planta se llega por una escalera que se sitúa adosada al perímetro interior del cilindro que va teniendo un espesor menor a medida que se sube. La mampostería de este muro está reforzada interiormente por pies derechos colocados de 30 en 30 cms. En su parte inferior puede tener un metro de espesor. El moledero o habitación de las piedras alberga en la parte superior la maquinaria y deja abrir a su alrededor los ventanillos a través de los cuales entra el viento, único motor que pone en funcionamiento todo un engranaje de piezas que, engrasadas con sebo animal, tienen un funcionamiento solidario ya que dependen unas de otras.
La energía del viento
Para que el molino aproveche al máximo la energía eólica, toda la cubierta cónica se mueve apoyándose sobre unos peraltes puestos en la mampostería del cilindro exterior. El giro se realiza utilizando el palo de gobierno situado en el lado contrario donde están las aspas y accionado con la ayuda del borriquillo, un torno con el cilindro dispuesto verticalmente. Para fijar el palo de gobierno al suelo, se colocan alrededor del molino doce mojones o hitos de amarre que permiten su anclaje en función de la dirección del viento. Estos hitos se corresponden con las pequeñas ventanas que se sitúan en la parte superior del cilindro del molino dividiendo así la circunferencia de 360º en espacios de 30º cada uno de ellos.
El giro de las aspas hará girar la rueda catalina, que se une al eje mediante cuñas. La rueda catalina es un gran engranaje de unos 2,5 metros de diámetro y que tiene 40 dientes que transforman el giro de eje horizontal en el giro de eje vertical que posee la linterna, otro engranaje con ocho husillos que se mueven con los dientes de la rueda catalina, cuyo eje moverá la piedra volandera que realiza la molienda. Los dientes de la rueda catalina pueden sustituirse cuando se produce el desgaste. El mecanismo de esta zona es la parte fundamental de la estructura mecánica del ingenio eólico que trasforma la energía horizontal de las aspas en movimiento vertical que se trasmite a las piedras. La maquinaria, con el viento soplando, tiene una fuerza muy importante que puede producir deterioros en la instalación. Y por ello es preciso prever el freno del conjunto para impedir el deterioro de las piedras o la rotura de las aspas.
La planta primera es la camareta, a donde llega el trigo molido en las piedras en la planta superior, por medio de una canaleta. En esta zona se recoge la harina de “titos” y a veces se realiza allí una labor de limpieza para retirar los elementos de mayor tamaño que puedan afectar a la harina resultante. En otros casos se realiza un cernido para separar diferentes harinas según el nivel de molido. En esta planta hay una alacena para útiles de trabajo y una ventana que se sitúa encima de la puerta principal.
Los molinos de Campo de Criptana
Al Nordeste de la provincia de Ciudad Real, se encuentra Campo de Criptana, en cuyo Cerro de la Paz se conservan diez molinos de viento de los treinta y cuarto que llegaron a existir en épocas anteriores. Con fecha 1 de diciembre de 1575, en respuesta a la pregunta número 23 de las Relaciones Topográficas ordenadas por Felipe II, Alfonso Sánchez Rubio y Cristóbal Miguel informan: «Hay en esta Sierra de Criptana junto a la villa muchos molinos de viento donde también muelen los vecinos desta villa».
Los molinos de Criptana dejarán de usarse a finales del XIX con la aparición en el mercado español de granos americanos, australianos y rusos que hicieron abandonar cultivos de cereales en la zona a favor de la vid. Sin embargo, siguieron funcionando hasta el siglo XX de forma menos intensa. A los años de guerra civil y posguerra sobrevivieron tres molinos: Burleta, Infanto y Sardinero, Sólo a partir de los años 50 se comprendió la importancia que tenían, y se emprendieron tareas de restauración de los molinos y recuperación del entorno.
Hace unas semanas se inauguraba la nueva instalación de la exposición sobre Sara Montiel y la D.O. Mancha anuncia la posibilidad de adecuar uno de los molinos como exposición de esta importante denominación de origen. Una forma de impulsar el interés por estos ingenios en los que debe primar una austeridad que permita reconocer las construcciones originales, su maquinaria y sus usos. Y sobre todo un paisaje que gracias al Quijote se ha convertido en identificación del territorio de La Mancha.