Después de unos días me sigue rondando la necesidad de hablar sobre la ‘cortesía’ con los medios locales por parte de la organización/producción del concierto de Melendi de hace una semana.
No sé si fue casualidad, un cúmulo de circunstancias o simplemente incomunicación. Lo que sé es que a los pocos representantes de teles, diarios y radios nos trataron indebidamente (se me hace duro escribir delincuentes, como algún compañero comentó en el momento).
Sin exagerar y cuando ya se cumple una semana me parece hasta una simple anécdota, pero me hubiera gustado más recordar los prolegómenos de una de las actuaciones más estelares de la feria de este año como fue el propio concierto –familiar, entretenido y festivo- y mucho más como será en una gran ciudad –envolvente, provocador y marchoso-.
Al igual que en cualquier otra plaza, se abrieron los bolsos, se desprendieron a las botellas de sus tapones, se agilizaron las filas, y se comprobaron y cortaron las alrededor de 5.000 entradas. Lo normal.
Mientras, los representantes de los medios previamente acreditados fuimos instados a reunirnos en un punto de la puerta (en concreto debajo de un panel de luces azules) a la espera de alguien que nos diera más indicaciones. Pasó el tiempo y sólo después de que todos los espectadores entraran y a escasos minutos del inicio de la actuación, la misma persona (al parecer, del equipo de producción del artista) nos conminó a entrar para volver a salir todos tras las tres primeras canciones. ‘¿A los redactores también?’, preguntamos, ‘a todos, son las normas’, respondió con cierto desapego.
Todos los que estábamos allí, algunos con una larga trayectoria en la cobertura de conciertos, nos sorprendimos porque lo habitual es que los gráficos (cámaras y fotógrafos) tengan ese tiempo para trabajar, pero el resto no. También lo habitual es que antes de la entrada de todo el público, los informadores pasen por un acceso alternativo hasta una ubicación expresa e idónea (normalmente en el foso) para tomar las imágenes y no preventivamente escoltados como malhechores.
Por cierto, como no tenía la lista de acreditados para entrar tuvimos que identificarnos como trabajadores de los medios con lo que teníamos, carnet profesional, del medio,… incluso alguno sin nada porque no tienen o no lo llevaban encima.
‘Ponte detrás –le indicó inquisitivo a un guarda jurado- que yo voy delante’, inquirió esta persona. Y así fue, hicimos una pequeña cuerda de presos (no éramos legión, seríamos siete u ocho) y nos colocaron en un punto intermedio de la pista, entre el mogollón, sin señalización ni nada, a prueba de los codazos de las encendidas seguidoras que custodiaban su territorio con abnegación ‘fanística’.
Puntualizar que además de molestar a la multitud, nuestro paso coincidió con el estruendo alocado que se corresponde con el inicio del concierto. Es decir, que cuando Melendi asomaba al recinto, a la hora bruja en punto, nosotros estábamos colocándonos en un espacio indeterminado y arbitrario, vigilados por el organizador de nuestro trabajo y por el dócil agente como si fuésemos escolares de un campamento.
Tras los escasos 10 minutos de los primeros temas, nuestra particular guardia pretoriana nos mandó que saliéramos. Y fue cuando algunos de nosotros estallamos y le comentamos alteradamente nuestra incomodidad a esta persona de la organización.
Le espetamos que si pensaban que Melendi era Madonna, no porque esta veterana artista sea talentosa y una gran creadora de tendencias, sino a la hora de cerrar todos los cabos de un espectáculo con más luces, más equipo humano, más cuerpo de baile, más coros, más vestuario, más montaje, más metros, más llenos y también más excentricidades. Insistió en que “había fallado la producción local” y nos aclaró que podíamos quedarnos, si bien antes los gráficos debían sacar fuera sus instrumentos de trabajo.
Estoy segura de que los músicos internacionales como esta reina del pop estadounidense tienen cuidado mimo con la prensa de donde sea. El mismo Julio Iglesias atendió personalmente y con detalles particulares a los compañeros de medios provinciales antes de su actuación de finales de julio.
No creo que sea por desconfianza, sino que directamente no tienen en cuenta a unos medios provinciales que el artista no necesita en este momento porque llena las plazas de corrido.
El cantante, por supuesto, no está en estos detalles.
Muchas veces el trato de cualquier profesional a los medios y a cualquier persona ajena a su círculo es inversamente proporcional al estatus (aunque tampoco tenga nada que ver con el nivel y la calidad artística) porque todos tenemos nuestro hueco, nuestro espacio, nuestra sensibilidad y en este caso profesionalidad.
Creo que hay que intentar acomodarse a los tiempos creando sinergias en todas las vías y a todos los niveles porque la música no deja de ser una industria que crea iconos con operaciones comerciales que pueden tener buena o mala prensa.