El pujante cine coreano (el del sur, no creo que hiciera falta la aclaración, pero por si acaso, ya que los del norte bastante tienen con soportar a su matarife mandamás Kim Jong-Un… como para plantearse hacer películas) lleva tiempo dándome innumerables alegrías y descubriéndome cineastas portentosos. Tal como es el caso de Yeon Sang-ho (hace una semana volví a revisar por enésima vez su “Tren a Busan”… y me sigo ratificando en lo buenísima es, de lo mejorcito del género zombi), Park Chan-wook (“Old Boy”, “Stoker”), Kim Sing Su (“Virus”) y del que tal vez sea el más popular de ellos en la actualidad, Bong Joon-ho, el firmante de la justamente aclamada y galardonada “Parásitos” y otras maravillas sobre diferentes y entremezclados géneros como “Okja”, “Memories of murder” (o “Crónica de un asesino en serie”, ésta un “noir” a la altura de las mismísimas “Seven” o “Zodiac” y con estilo personalísimo), “The Host”, Mother”, “Perro ladrador, poco mordedor” o “Rompenieves (Snowpiercer)”.
Precisamente con la última, esa distopía futurista de alto voltaje y tonelaje bien pudiera la que aquí me ocupa presentar algunas similitudes, y ya no me refiero solo a su locura temática y conceptual o a su sátira política, en este caso arremetedora contra populismos actuales de obvia identificación (al respecto, el grandísimo Mark Ruffalo bien podría ser considerado una especie de sosias o émulo del mismísimo Donald Trump… o si me apuran hasta de Elon Musk).
Su reflexión o sus diversas reflexiones, implícitas o explícitas, abundantes, no tienen desperdicio alguno. Fue el colega Jordi Costa el que la definiera como “un blockbuster con cerebro y tensión estilística de principio a fin”. Como “absorbente e hipnótica epopeya social” la subtitulé yo mismo (disculpen por la autocita). Y no sé muy bien por qué mientras escribo esto se me viene a la cabeza la magistral “Desafío total” del siempre explosivo y brillantísimo Paul Verhoeven. Todo ello perfectamente aplicable también a “Mickey 17” (el cine se retroalimenta permanentemente de sí mismo).
Repite también ese discurso latente, nada camuflado, sobre clases sociales y mandamases o modelos neoliberales. Lo que sí es posible es que contiene, laten tantas ideas y sugerencias que en algún momento tal vez se atropellen aglo, pero esa es ya impresión de cada cual. Lo dejo señalado por si acaso. Tan solo diré que algunas de ellas aluden cuestiones tan delicadas, especialmente viendo el futuro que se nos viene encima a una especie ya de origen imperfectas, relativas a la precariedad laboral, a diversas cuestiones éticas y, especialmente, a la inteligencia artificial. A propósito de ello esa figura de los “prescindibles” me parece todo un hallazgo, como en su momento lo fuera el de “replicantes” en la mítica “Blade Runner”. Respecto a los múltiples, les recuerdo una comedia francamente divertida de Harold Ramis (“Atrapado en el tiempo/El día de la marmota”) titulada “Mis dobles, mi mujer y yo”.
Su comienzo es brillantísimo, apabullante y electrizante es el desenlace. Es cierto que mantener dicho nivel no era tarea fácil, pero su guionista y director sale de lo más airoso. No menos cierto es que su carácter excéntrico, extravagante pudiera despistar e impedir apreciar su apreciable calado. Pero valoro su verdadera creación cinematográfica y no precisamente en su sentido petulante, sino en el más gamberrete y mortecinamente naif.
Robert Pattinson está sorprendentemente bien, borda a su polifacético y multiplicado personaje. Y hace gala de una sorprendente capacitación física, de puro tebeo o “slapstick” clásico. Muestra una energía contagiosa que igual a otros resulta mareante.
Tener también en el reparto a Toni Collette siempre ayuda y suma, no tengo la menor duda, aquí lo vuelve a demostrar. Incluso la más “desconocida” Naomie Ackie aporta su punto de ebullición… o fricción, según consideren.
Sumen a estos intérpretes otros episódicos que componen un buen musaico de esos personajes averiados, patéticos y entrañables tan queridos y tan marca de la casa de Bong Joon-ho.
Todo esto aderezado por oportunas dosis de espectáculo, ingenio diversión, contenido crítico y estimulante disparate. Diré más, la considero una película política en el más amplio sentido del término. Y encima no deja de resultar inquietante en ningún instante por mucho que su elaborado diseño se muestre gratamente liviano.
Es posible, por ponerle algún leve reproche, que se resienta de algún desequilibrio tonal y argumental, pero finalmente en la balanza, en la mía particular, los aciertos se imponen con creces a los reproches.
Merece bastante la pena. Es francamente simpática, diferente y agudamente descarada. Y debo reconocer que no se me hace larga pese a sus 137 minutos de metraje.