Ahora, a su paso por la constelación de Auriga deja esta bonita postal mezcla de nebulosa de emisión y de reflexión.
Esta es una nebulosa mezcla de emisión y reflexión. Toda la parte rojiza corresponde a Hidrógeno caliente e ionizado, que emite luz. Hay una región más fría que lo que hace es reflejar la radiación de una estrella cercana, y como sobre todo recibe luz ultravioleta, el color que refleja hacia nosotros es azul. La principal protagonista de todo esto es la estrella AE de la constelación de la Auriga (la más brillante de la fotografía), que es 30000 veces más brillante que nuestro Sol. Da la sensación de que la estrella va echando humo… En muchas ocasiones hemos visto que las nebulosas aparecen rodeando a un cúmulo de estrellas que precisamente han nacido del propio gas. No es el caso de la estrella llameante: AE Aurigae no se formó en esa zona, sino que es en realidad una “estrella fugitiva” (runaway star) que se originó muy lejos, seguramente en la constelación de Orión, y salió disparada por acercarse demasiado a otra o a un agujero negro, hace 2.7 millones de años. Las estrellas fugitivas se detectan cuando se ve que la velocidad con que se mueve una estrella es muy diferente a la de otras cercanas a ella.
Medida de velocidades estelares
Aunque a nosotros el cielo nocturno nos parece estático, la realidad es que no hay nada estático en el espacio. Aunque las velocidades con que se mueven las estrellas son grandes, las distancias a nosotros son enormes y por eso hacen falta mediciones precisas de posición a lo largo de años para detectar movimientos de unas estrellas respecto de otras. El Sol junto con sus planetas, por ejemplo, se desplaza a 230 km/s dentro de la Vía Láctea. Una manera precisa y rápida de ver la velocidad sin necesidad de esperar meses o años es estudiar la composición de colores de la luz que nos llega. Cuando una fuente luminosa se mueve respecto del receptor se produce un cambio en la frecuencia de esa luz. La luz que emite el Hidrogeno caliente en reposo la tenemos perfectamente caracterizada en la Tierra, de modo que si la frecuencia que medimos para el Hidrógeno de una estrella es menor (más hacia el rojo) sabemos que la estrella se aleja de nosotros, y si la frecuencia es mayor (más hacia el azul) sabemos que se acerca. La cantidad de desplazamiento nos informa de la velocidad. A esto se le llama efecto Doppler, y es el mismo que nos hace percibir diferente el sonido de una sirena cuando la ambulancia viene hacia nosotros y cuando se aleja unos instantes después.
De esta manera, y gracias a este efecto, no solo conocemos las velocidades de estrellas sino también de galaxias, y es como se vio que el universo está en expansión, y que en algún momento del pasado (hace 13700 millones de años) todo estuvo mucho más condensado: idealmente en un punto, antes de “explotar” en lo que se conoce como el Big Bang. También se ha usado la técnica Doppler para conocer el movimiento de los planetas que orbitan otras estrellas (exoplanetas, ya se conocen miles) y con ello determinar a qué distancia están de su estrella.
Punto y aparte para las postales de Universo
Después de un año y medio de postales, nos vemos obligados a hacer un descanso en su publicación. Entre días de mal tiempo, nublados… y luego el tiempo de procesado de las imágenes en el ordenador, el ritmo con que se producen es muy lento, y nos vamos quedando sin imágenes de calidad. Ojalá en el futuro podamos retomar esta “correspondencia cósmica”. Esperamos haber despertado no sólo el asombro por la belleza de nuestro Cosmos, sino también la curiosidad por saber cómo funciona. A fin de cuentas, como hemos visto muchas veces en esta sección, somos literalmente polvo de estrellas.