El paisaje ha estado considerado tradicionalmente referido a los espacios naturales y asociamos generalmente el concepto del paisaje a la realidad del medio físico con sus condicionantes geológicos, geográficos y sus componentes de vegetación. Tradicionalmente el paisaje ha estado vinculado con una visión estética, sería el mundo visto desde una ventana, enmarcado, confundiendo el cuadro con la realidad. La historia del arte ha abordado el nacimiento del paisaje desde esta perspectiva entendiéndolo en su íntima relación con la pintura y confirmando su nacimiento en concordancia con la aparición en el mundo artístico. Esta visión del paisaje como imagen subjetiva, contemplada por el artista, ha estado presente en grabados, en cuadros y en la época moderna en la fotografía, el video y el cine.
El territorio es la base sobre la que se desarrolla el paisaje. El paisaje se formaliza necesariamente sobre un sistema territorial, es no sólo la visión de una forma geográfica, sino esa misma forma. Pero el paisaje no es el territorio. Este consiste en el espacio-función, el solar, la base geográfica manipulable y su expresión administrativa. El paisaje es la configuración morfológica de ese espacio básico y sus contenidos culturales…, la condición cultural del paisaje es su misma sustancia. El paisaje es el resultado de la acción del hombre sobre ese territorio y sólo existe en cuanto que es percibido por el hombre.
Por ello en el paisaje se hace visible el esfuerzo de generaciones que han trabajado en ese espacio cuidando del espacio natural, modificándolo, introduciendo los elementos artificiales de las construcciones, los caminos, las obras públicas y las infraestructuras de comunicaciones energéticas. El conjunto de esos elementos acaba conformando el paisaje que se transforma, evoluciona y cambia con el paso de los años. Un conjunto de elementos que son manifestación de la actividad cultural y que se ven en cada momento desde la sensibilidad propia de ese tiempo. Y un conjunto de elementos que en sus diferentes escalas, en la forma en que se relacionan entre sí representan infinitas posibilidades y hacen que el paisaje sea plural y diferente en cada lugar y tiempo.
Los paisajes agrícolas han evolucionado a lo largo de los años tanto en sus superficies cultivadas, en sus tipos y tratamiento de los cultivos y en el trabajo que se realiza en ellos. El olivar ha evolucionado en Castilla-La Mancha ampliando de forma significativa sus superficies en las últimas décadas. Las técnicas de recogida de la aceituna, las variedades cultivadas en cada zona y los aprovechamientos del suelo han ido modificando su paisaje. Un paisaje que es sobre todo el paisaje del trabajo de generaciones que dejan su huella en aquello que hoy en día consideramos como el paisaje del olivar. La imagen del Archivo Rodriguez con la mujer vareando el árbol es un testimonio que deja constancia de una realidad en la que se relacionan la geología, el suelo y la vegetación. Pero un paisaje que es, sobre todo, la huella del trabajo del hombre.