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29 marzo 2024
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      Imagen de archivo del juego de 'Las caras' de Calzada de Calatrava / Vox
      Ricardo Chamorro, Milagros Calahorra y Emilia Martín, hermano mayor de la Flagelación
      • Cofrades y fieles en el templo / J. M. B.
      • LA Virgen del Mayor Dolor / J. M. B.
      • El Cristo estaba preparado /J. M. B.
      • Se realizó el Viacucis en el templo / J. M. B.
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      El presidente de la Diputación -c- con la Hermandad del Ecce Homo (Pilatos)
      Hermanos y fieles lamentan la suspensión / Antonio López
      Armaos en la Ruta de la Pasión Calatrava en Aldea del Rey / Elena Rosa
      Imagen de Nuestro Padre Jesús de la Bondad en su salida de 2023 / J. Jurado
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      Los fieles acudieron a orar al Nazareno / Elena Rosa
      El Guardapasos se llenó de fieles este Jueves Santo / Elena Rosa
      La Hermandad de la flagelación tampoco pudo salir en procesión / Elena Rosa
      Hermanas del Silencio que iban a acompañar a la Virgen / J.M. Beldad
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Patrimonio como identidad cultural

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Imagen de la Catedral de Ciudad Real / Diego Peris
Diego Peris / CIUDAD REAL
El patrimonio histórico es esencialmente el patrimonio de nuestra memoria, de la conservación de los saberes y conocimientos de nuestros antepasados, de las experiencias en ámbitos diversos que nos hacen más sabios en la actualidad, más conscientes de nuestras limitaciones y más próximos a los que comparten estas realidades con nosotros. Y por ello tenemos la autoridad y también el deber de exigir su conservación cualificada

El patrimonio histórico es la herencia que hemos recibido de nuestros antepasados, patente en diferentes manifestaciones: documentos escritos, edificios, ciudades, restos arqueológicos, conjuntos industriales, tradiciones orales y paisajes. Numerosos elementos que testimonian la cultura y el saber hacer de los que nos han precedido. Y como manifestaciones y concreciones de esta memoria las queremos conservar y mantener como tesoros que nos pertenecen y nos ayudan en nuestra actividad presente y en el proyecto para abordar el futuro.

Los edificios de nuestra historia

Los edificios y bienes muebles antiguos atestiguan la realidad de un pasado que evoca una forma de vida. Los edificios, estatuas y restos de la antigüedad son las pruebas de los grandes hombres, dice Giovanni Dondi dell’Orologio, relojero en Padua, en 1375 en su libro Iter Romanum. El Astrarium que tardó en construir 16 años, es un aparato complejo, reloj astronómico y planetario a la vez.   Son las realidades que confirman lo descrito por los historiadores, confirman aquello que escriben y que necesita ser confirmado. Como dice Alberti en su De re edificatoria, en 1452, a partir de las tumbas y los viejos restos de su magnificencia, que vemos por todos lados, hemos aprendido a creerles a los historiadores muchas cosas que, de otra manera, parecían quizá menos verosímiles.

En España en la segunda mitad del siglo XVIII la consideración de la arquitectura registra importantes novedades con una nueva de responsabilidad socialmente compartida y políticamente tutelada. La arquitectura va a tener una garantía de Estado, tanto por la formación de los arquitectos a través de las enseñanzas de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, como por la obra realizada con fondos públicos, controlando la calidad de los proyectos por medio de la Comisión de Arquitectura de aquella misma corporación.
A principios del siglo XVIII habían surgido las Academias como instituciones oficiales para velar por el mantenimiento del patrimonio y controlar los procesos de intervención en el mismo. La administración controlaba solamente las obras nuevas y la protección de los edificios antiguos se encomendaba a la Real Academia de la Historia, creada en abril de 1738, que definía los criterios referidos al carácter histórico de la arquitectura, es decir a su antigüedad. El cambio más significativo llegará de manos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Ya en 1726 se había propuesto crear una Academia de las artes del dibujo, pintura, escultura y arquitectura y Olivieri redactó en 1744 un primer proyecto de Academia que se hará realidad en abril de 1752. La Academia tenía, en exclusiva, en sus inicios, la competencia de la enseñanza de las Nobles Artes. Pero, poco a poco, se le irán asignando competencias para inspección de los proyectos de obras públicas. Inicialmente es la supervisión de las obras en edificios religiosos que posteriormente se ampliará a todas las actuaciones realizadas con fondos públicos.

El valor de la memoria
Esta valoración social que se implanta va creando una conciencia de identidad de la sociedad con aquellos edificios que son testimonios de la historia pasada. Edificios y ciudades que son muestras de la mentalidad artística de diferentes momentos y que, en su conformación, son una lección de los tiempos pasados. Pero sobre todo edificios que son testimonio de la cultura de otros momentos que, sedimentada en capas de tiempo, van conformando la realidad vital de una comunidad.

Porque el patrimonio histórico es una excelente lección de la historia de las formas, de los sistemas constructivos y de los estilos que han ido predominando en cada momento. Pero es, esencialmente, un archivo de la memoria cultural de cada tiempo anterior que nos ha precedido. Y ese almacén de memoria, ese conocimiento de tiempos anteriores va conformando una realidad que es parte esencial de nuestra identidad. Junto a los libros, los textos de otras épocas, los edificios, las ciudades y los paisajes son los grandes conservadores de nuestra identidad colectiva.

Y por ello el patrimonio histórico que, en sus principios fue memorial de acontecimientos anteriores hasta convertirse en patrimonio histórico por sus valores artísticos, sigue siendo un testimonio esencial de nuestra identidad. Un patrimonio que, en esta realidad que nos identifica como comunidad, demanda su conservación y enriquecimiento. Los edificios monumentales son ahora valorados por sus características formales, por el interés que los expertos les confieren, por los conocimientos que tenemos de su construcción, de su historia y de sus trasformaciones. Yacimientos, edificios, ciudades y deberíamos incluir también paisajes, son elementos esenciales de la identidad de nuestra comunidad, de valores singulares, pero sobre todo testigos de nuestra memoria y por ello de nuestra conciencia comunitaria.

La memoria construida
El patrimonio presente en los yacimientos, edificios y ciudades es el mejor testimonio de nuestra historia común. Una historia plasmada en realizaciones concretas de diferentes momentos. Yacimientos de épocas primitivas, construcciones románicas, los grandes edificios góticos, la arquitectura ilustrada y barroca y la arquitectura del siglo XX van dando testimonio del paso del tiempo y de nuestra actividad. Realidades cada día más diversas y amplias: arquitecturas populares, costumbres, tradiciones, manifestaciones del trabajo en las arquitecturas industriales, muestras de la vida religiosa, de la actividad del poder económico. Y no sólo construcciones, sino tradiciones mantenidas, usos y manifestaciones de la cultura inmaterial junto a los textos y documentos que conservamos en nuestros archivos.
Frente a esas narraciones de diferentes acontecimientos que se quieren identitarias de una comunidad, en Castilla-La Mancha, nuestra mejor seña de identidad es la memoria construida en nuestros monumentos y en nuestras ciudades. Conjuntos históricos de muy diferentes características que son todo un modelo de diseño urbano, de inserción de edificios singulares y tipologías residenciales.
La conservación de esta identidad ha sido encomendada, en la conformación del estado de las autonomías, a cada comunidad autónoma. Ellas tienen la autoridad para controlar su conservación y tienen también la responsabilidad de garantizarla. Pueden y deben pedir y conseguir la colaboración de entidades municipales, provinciales y de las estatales y europeas, pero la responsabilidad legal les compete a ellas. Porque son las responsables de la conservación de nuestra memoria común, de una de las señas esenciales de nuestra identidad común.

El patrimonio histórico es esencialmente el patrimonio de nuestra memoria, de la conservación de los saberes y conocimientos de nuestros antepasados, de las experiencias en ámbitos diversos que nos hacen más sabios en la actualidad, más conscientes de nuestras limitaciones y más próximos a los que comparten estas realidades con nosotros. Y por ello tenemos la autoridad y también el deber de exigir su conservación cualificada. Probablemente no son buenos tiempos de inversiones y actuaciones en la conservación de nuestro patrimonio convertido casi exclusivamente en reclamo turístico. Pero revindicando nuestra identidad y nuestra memoria deberíamos ser más exigentes y comprometidos con una realidad que nos identifica y que nos abre excelentes caminos para el futuro.

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