Inés Plana, la humildad de la que respeta lo que hace

En una de sus acepciones destino significa, según el diccionario de la Academia: “Encadenamiento de los sucesos considerado como necesario y fatal.” Visto así, Inés Plana estaba destinada a ser escritora, tomase el camino que tomase o tal vez, porque tomó el camino que tomó. El caso es que ella es la autora de uno de los éxitos literarios del año: “Morir no es lo que más duele”, una novela policíaca, clásica en su definición más precisa.

Y eso mismo, que iba a ser un éxito, fue lo que vio su editora cuando le llegó lo que en la jerga del sector se conoce como el original. Belén Bermejo, de la editorial Espasa, le echó un ojo y automáticamente le pasó el libro a un lector profesional para que confirmara sus expectativas. Era difícil que se equivocara porque un profesional del sector está acostumbrado a detectar la buena letra en escasas páginas.

La lectura de un puñado de párrafos cuenta mucho de un autor pero después hay que asegurarse de que el argumento tiene una coherencia, un desarrollo lógico y fluido, ver cómo están construidos los personajes y constatar que tienen alma, asegurarse de que las fronteras de ese universo literario creado son las correctas… Sus sospechas no eran infundadas y la novela se publicó en enero de este año, uno de los meses reservados para los autores noveles con el objetivo de evitar la competencia directa con los consagrados que ya tienen su público y que ante la duda, siempre optarán por el conocido que además es el suyo. Los lectores se rigen por sus propias normas, prácticamente imposibles de alterar sin un argumento sólido.

En el caso de Inés Plana su libro, a fecha de hoy, luce orgulloso una faja que remarca la tercera edición y tres excelentes críticas especializadas. Ya es un mirlo blanco, la novela y ella, por añadidura.

No es escritora profesional

¿Y qué le hace especial frente a los miles de autores y libros que cada año alumbra este país? Pues que no es escritora profesional y que detrás de su novela hay casi una década de trabajo. Como muchos otros, podrá decir cualquiera que lea estas letras. Sí, desde luego, pero la diferencia es que ella estaba tan convencida de lo que tenía que hacer que diez años no hicieron mella en su ánimo y pulió la novela de manera tan meticulosa que una leyéndola parece asomarse por una ventana invisible al mundo creado por Plana, parece poder tocar a los personajes, parece que son amigos que te están contando lo que les ha ocurrido.

Y una vez hecho ese trabajo de escritura y corrección, le sumó otro generoso puñado de paciencia para esperar un año más hasta ver entre una portada y una contraportada sus letras, impresas. Por cierto, Inés Plana es periodista de profesión, dirige su propia revista y estudió la carrera porque era la que le permitía escribir de manera profesional.

La literatura, salida natural

Charlo con ella por teléfono, poco antes de que coja las vacaciones y le pregunto si todo periodista lleva dentro un escritor. No tarda en responder: “Es la salida natural, pero a la mayoría que conozco no les ha dado por ese camino, aunque he leído crónicas que rozan el género literario. Yo elegí periodismo porque me gustaba escribir, pero una novela es un proceso muy complejo y entiendo que no todo el mundo quiera probarlo. En mi caso, es una vocación desde muy pequeña. Pero no la escribí hasta que me sentí preparada y antes estuve con guiones de cine, ¡me encanta el cine!, pero siempre perseguía lo máximo: pasarme al otro lado”.

Sigue hablando, casi como si adivinara lo que le voy a preguntar. “Soy las dos cosas: escritora y periodista. Me he formado en el periodismo y me ha servido de aprendizaje para ser escritora. Lo único importante es no confundir el soporte, en la literatura contamos nuestra verdad desde la ficción; en el periodismo, la verdad”

Inés, hablando, es meticulosa, metódica, ordenada; como su novela. También es cierto que anticipa mis preguntas porque las dos hablamos el ‘mismo idioma’ y tenemos una estructura mental similar, profesionalmente hablando. Entrevistar a un periodista puede ser tan fácil como complicado. El segundo no es el caso de Inés. Dentro de su meticulosidad reina una humildad que transforma constantemente en agradecimientos hacia los colegas que ya le han entrevistado y al público que ha leído su libro y le ha hecho llegar su enhorabuena. Una humildad que resulta entrañable y que genera una corriente de simpatía irrefrenable hacia ella. Inés Plana sabe lo difícil que es que una noticia sea tal y cuando se alcanza la cuadratura del círculo no disfrutarlo y celebrarlo sería de locos. Y es lo que hace, a cada momento agradece y la voz se le hace niña.

Tal vez la misma que tuvo unos padres “que me enseñaron a apreciar la belleza que nos rodea. Mi padre escribía poesía y desde pequeña alentó en mí la escritura y la literatura, estimulaba mi imaginación. Mi madre era pintora y fue una mujer pionera en una época en la que casi ninguna podía tener estudios superiores”.

Charlando con una de sus lectoras
Inés Plana, charla con una de sus lectoras

Periodista local

Su infancia la vivió en Barbastro (Huesca), su localidad de origen, aunque desde hace muchos años vive en Madrid donde trabaja en el magazine de lifestyle que fundó y dirige, Vivir bien. Un oficio, el de periodista local, más invisible aunque “se escribe con la misma dignidad para 5.000 lectores que para 5 millones. La prensa local es muy importante y no se le concede el valor que debería de tener; a veces se quiere denostar, como si fuera un problema de castas”. Ella se formó en el periodismo local, primero en Barbastro y después en la capital aragonesa, en el periódico Heraldo y lo defiende con orgullo. Y le duele, como a todos, la devaluación de la profesión “la precariedad es lo que la devalúa, no se está lo suficientemente preparado”, asegura.

Pero volvemos a su sueño que ya no es tal. Es una realidad con proyección porque la novela le ha llevado de promoción y han sido muchos los compañeros que se han interesado por su trabajo, un trabajo al que sólo para la corrección del texto le dedicó un año, con sus días y sus noches. “Es la única manera que veo de entrar en un trabajo creativo; con mucho rigor, mucho pico y pala. El clasicismo al que me quería acercar me pidió ese tiempo. Soy una escritora de brújula, no me planteé ninguna trama en un papel y cuando ya me conté la historia estuve un año corrigiendo los defectos que puede provocar una escritura de aventura”.

Muy exigente

Me sigue relatando que es “muy exigente conmigo misma. Cuando escribes tienes que tener dos cosas muy presentes: la papelera y la humildad. No me dolió tirar mucho papel a la papelera y después, la humildad de mirar a los clásicos y saber que nada está escrito hasta que lo escribes. Cada vez que escribes es una competición con uno mismo, tienes que dar lo mejor de ti misma”.

Y, ¿cómo le ha pillado el éxito de su novela? ¿qué se debe de sentir cuando pasa una de ser una persona anónima a estar en los escaparates de una librería? Inevitablemente hablamos de vanidad de la que dice es “un trasto inútil, que lo único que hace es frenarte. No eres nadie hasta que escribes y después igual, porque todo el mundo es pequeño ante un folio en blanco. He leído mucho, a mis clásicos del siglo XIX y si te pones el listón alto tienes más posibilidades”.

Las posibilidades las obtuvo, porque el listón que se ha puesto con “Morir no es lo que más duele” está bastante alto, pero no parece quitarle el sueño. Es como el que va a un por once de nota para quedarse, como mínimo, en un notable alto; como mínimo.

Y aun así, me sorprende que se sorprenda con la respuesta. “Encontrarme con la acogida que he tenido por parte de mis compañeros de la prensa y cómo leyeron la novela y apostaron por concederme un tiempo de su trabajo. Ha sido una serie de cosas muy mágicas entre los medios y yo y lo único que han hecho ha sido tratarme con mucho respeto y hacerme una reseñas muy buenas sin conocerme de nada”. En eso discrepo, y se lo digo, sí es conocida porque su libro, su trabajo, habla de ella. Es como si hubiera olvidado el abecedario de un periodista, como si hablara desde fuera de ella como reportera, porque como todos los que nos dedicamos a esta profesión sabe que si algo merece la pena, simplemente se cuenta. Independientemente de la notoriedad del que provoque la noticia en sí. Pero al pasarse a ese otro lado, como se dice, se ha convertido en un hecho noticiable y ha visto a la tribu (periodística) con otros ojos.

Las mismas palabras de gratitud hacia su editorial, ya no solo porque hayan publicado su novela, y sí por el trato. En este país los editores son grandes profesionales que saben del esfuerzo que lleva la escritura, pero ella debería saberlo también… y vuelven a sorprenderme sus palabras hacia su editora, su equipo de prensa, al esfuerzo hecho para levantar desde cero a una escritora desconocida como tal. Es su humildad la que habla, el respeto. Su jefa de prensa ya me lo adelantó: “es encantadora, Merche, todo van a ser facilidades”. Y así ha sido. Y como no podía ser menos se despide con “¡Gracias, compañera!”. Es buena esta colega, sí que lo es.

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