Hacemos deporte normalmente por la sencilla razón de que nos gusta, nos produce sensaciones placenteras al final y nos da una visión de la vida totalmente diferente. Hay personas que se refugian en la actividad física también por razones varias: el culto al cuerpo, el cual no lo recomiendo, la obsesión por la extrema delgadez o las propias modas que nos imponen los medios de comunicación y las nuevas tecnologías. La verdad es que esto viene un poco impuesto… si no eres de una determinada forma, no cabe la posibilidad de ser del agrado de los demás. Hay personas que se refugian en la actividad deportiva por ser competentes, por fortalecer la autoestima o simplemente por retrasar el envejecimiento, que, tarde o temprano nos va a llegar a todos. La experimentación particular, si bien depende de cada persona, el estado de bienestar procede de la proliferación de determinadas sustancias que generamos en nuestro cerebro que nos enganchan en la actividad deportiva diaria, y les aseguro que quien prueba esos placeres no acaba nunca de repetirlos. Es por lo que todo, con cierta moderación, es bueno para el ser humano. La pregunta que nos planteamos es si estamos haciendo las cosas bien, fomentamos el deporte de manera correcta en las escuelas y huimos de la excesiva competitividad. Si es así estamos favoreciendo nuevas capacidades para que el joven valore la vida, el tiempo libre y las relaciones interpersonales. El saber educar parte de la capacidad para respetar la limitación de la otra persona. A través de la cultura del deporte, como asignatura sigue siendo una especie de maría que no se le da la importancia debida, cosa que reconozcamos todos, y es un verdadero error. Debería ser tan importante como otras materias etiquetadas como fundamentales. Me parece bien, pero recuerden que los valores relacionados con la autoestima, autoayuda, nivel de cooperación, trabajo en equipo, disciplina, fuerza mental y capacidad de frustración si somos los que perdemos, son más importantes que muchas materias. Las cuales olvidamos porque en nuestra vida no nos han servido de nada. Sin embargo, los valores que proceden de la práctica deportiva y sus reglas de juego, nunca se olvidan. A nivel psicológico, no solo es el placer el que nos mueve a hacer deporte. El aspecto liberador y el mecanismo automático es el perfecto ensamblaje mente y cuerpo para buscar equilibrios. La superación de enfermedades, la rehabilitación en los hospitales, la movilidad de todas las partes de nuestro cuerpo, nos liberan de la ansiedad que se acumula diariamente por el tipo de trabajo que tengamos. Esa parcela tan interesante de nosotros que nos acompaña en nuestros ratos de soledad y convive en el inconsciente que nos guía.
Hoy por hoy ciertos problemas de espalda se tratan con natación, dolencias de todo tipo se tratan alternativamente con la práctica del yoga, trabajar con chicos con problemas mentales exige también del esfuerzo y el trabajo en equipo, por lo que el deporte les ayuda a ser más dinámicos y cooperativos, el tratamiento de la obesidad con ejercicio moderado, por ejemplo, la recuperación de los traumatismos, muy importante la rehabilitación, como la hidroterapia en la recuperación de prótesis de cadera. Todo tipo de disfunciones somáticas son tratadas alternativamente con la actividad física dirigida es muy importante. Y por supuesto, las dolencias psicológicas deben y deberían ser tratadas alternativamente con la alternativa del paseo, bicicleta, TRX, e incluso la práctica de deportes colectivos en los que la interacción con otras personas es fundamental. Como alternativa siempre a tumbarse en la cama o en el sofá de tu casa dándole vueltas a lo que te ha pasado.