Así llamamos popularmente en el argot astronómico al objeto celeste que presentamos en esta quincena, nebulosa Pacman o comecocos por su parecido al personaje del famoso videojuego.
Catalogada con el número 281 del nuevo catálogo general de nebulosas y cúmulos (NGC), fue descubierta por el astrónomo estadounidense Edward Emerson Barnard en agosto de 1883 como una débil nebulosidad. Se encuentra 9500 años luz de distancia en la conocidísima constelación de Casiopea, la famosa W del cielo boreal visible durante todo el año, aunque más alta en el cielo durante la segunda mitad del verano y el otoño. Una vez más, tenemos un ejemplo de región HII de formación estelar donde las estrellas recién nacidas, muy calientes y masivas emiten gran cantidad de radiación ultravioleta, el hidrógeno neutro original se ioniza (pierde un electrón) y la nebulosa adquiere ese característico color rojizo intenso y brillante de la línea del hidrógeno alfa. En el centro de la nebulosa puede observarse el cúmulo estelar IC 1590.
En esta publicación, a diferencia de las anteriores en las que nos hemos extendido con los detalles correspondientes al objeto de la fotografía, voy a exponer una cuestión nada despreciable sobre el papel que los astrónomos no profesionales pueden llegar a tener en el avance de la astronomía.
En la actualidad, muchos astrónomos aficionados con telescopios de cierta entidad, cámaras fotográficas, pequeños observatorios propios y software especializado contribuyen notoriamente en diversos campos de la astrofísica como estrellas variables, estrellas binarias, cometas, asteroides, exoplanetas y astrofotografía.
Fotografía obtenida por Ramón Sobrino Muñoz en las instalaciones del observatorio astronómico del INEI, Universidad de Castilla la Mancha, campus de Ciudad Real con un telescopio refractor Esprit APO de 120 mm de abertura y focal de 840mm.
Colaboración Pro-AM (profesionales y amateurs)
Debe considerarse a la astronomía como una de las pocas ciencias cuya práctica se reparte entre aficionados y profesionales. A estas alturas de la tecnología, con grandes observatorios repartidos por todo el mundo, estaciones automáticas que mapean el cielo noche tras noche y telescopios espaciales situados en órbita terrestre o solar, parece cuestionable que un astrónomo aficionado pueda seguir descubriendo objetos de interés con sus instrumentos ópticos, y sin embargo así es: la línea que separa a profesionales de amateurs puede llegar a ser difusa.
A lo largo de la historia de la astronomía, han sido numerosos los hallazgos realizados por astrónomos no profesionales, en algunos casos, extraordinarios. Quizás el más relevante es el descubrimiento del planeta Urano el 13 de marzo del año 1781 por Friedrich William Herschel desde Inglaterra, que, siendo un reconocido músico de profesión, su pasión por la astronomía le convirtió en un gran astrónomo de fama mundial a los pocos años de iniciarse.
En la actualidad hay muchos casos dignos de ser destacados como el del español Rafael Ferrando, aficionado afincado en Segorbe (Castellón) que descubrió más de 500 asteroides entre los años 2001 y 2013. Los hallazgos más relevantes son dos asteroides considerados peligrosos debido a que sus órbitas pasan muy cerca de la Tierra.
El aficionado japonés Koichi Itagaki apodado como Mr. Supernova, desde sus observatorios de Yamagata y Okayama, se ha convertido en el descubridor de supernovas (ver nebulosa del velo, entrada del 19/04/2023 https://www.lanzadigital.com/blogs/postales-del-universo/) más famoso del mundo tras varias decenas de descubrimientos entre novas, supernovas, estrellas variables y cometas.
El observatorio astronómico del INEI, dentro del campus universitario de Ciudad Real, trabaja desde el año 2017 en la fotometría diferencial de estrellas novas y supernovas, trabajos que, en colaboración con otros observatorios repartidos por toda la península, sirven de excelente ayuda a los astrofísicos para caracterizar la naturaleza de las estrellas viejas y masivas que explotan al final de sus vidas.