Desde actores y presentadores a protagonistas de la farándula, todo cuanto podíamos admirar desfilaba por platós de televisión y películas de cine; rodeados y asaltados a su paso por tormentas de micrófonos en aeropuertos cargados de preguntas indecentes.
Sin embargo los albores de la segunda década de los años dos mil trajeron algo que pocos habíamos esperado: los influencers. Nombres como Dulceida o Rubius comenzaron a sonar en las voces de los más jóvenes de la casa. Todo un universo de nuevas celebrities, que huían del famoseo preestablecido y se centraban en temáticas concretas basadas en un gran concepto que había perdido la televisión: la naturalidad. Hoy en día estos influencers se han convertido en una de las industrias pilares del marketing mundial. Marcas de toda clase se inclinan cada vez más por este tipo de publicidad que está cada vez mejor enfocada al público objetivo.
Al principio, estos «nuevos famosos» eran una extraña raza de internet, algo que para el gran público era puramente anecdótico y casi estrafalario. Sin embargo casi de inmediato comenzó a hincharse la burbuja, las reproducciones de sus videos de Youtube crecían como la espuma y la naturalidad con la que en ocasiones anunciaban los productos creaba una publicidad orgánica y muy efectiva. Había nacido una nueva era del marketing, una alternativa mucho más barata para marcas que huía de la intermediación de productoras y grandes cadenas de televisión. Tan solo chavales en su habitación, hablando frente a la cámara y directamente a su público.
Más de diez años después de aquél boom, los influencers son una realidad, tanto que en parte otros medios como radio y televisión parecen luchar a capa y espada por no perder sus anunciantes. Sin embargo algunos procesos parecen ser eternamente cíclicos. Aquellas sensaciones que hicieron a algunos huir de los medios tradicionales parecen estar regresando al mundo de streamers e influencers. Formatos que se repiten, creación de narrativas entre ellos más basadas en el conflicto que en la originalidad y, sobre todo, demasiada publicidad.
Porque en los últimos tiempos, el debate sobre una crisis de originalidad en Twitch es permanente. Streamers que cuando arrancan los directos juegan continuamente los mismos juegos, todo el mundo explotando el juego de moda o, directamente, hablar frente a la cámara comentando vídeos, como si de una perezosa tarde de domingo se tratara. Pero en mitad de estos debates, siempre surge un adalid de la modernidad, un ejemplo a seguir o con el que comparar a todos que siempre se yergue como centro de los focos. Y en esta ocasión, le ha tocado a IlloJuan.

El pasado miércoles presentaba la compañía Domino’s Pizza uno de los documentales en homenaje a streamers en su línea Originals en honor al malagueño de moda. El joven Juan Alberto es uno de esos diamantes en brutos que, aunque ha sido uno de los primeros en llegar a la plataforma morada, siempre se mantuvo en un discreto segundo plano. Orgulloso habitante de Fuengirola, desde que entrara en esto de las redes el bueno de IlloJuan siempre se ha distinguido por su naturalidad, su estilo underground y, sobre todo, su arte andaluz.
Un carisma desmesurado que le ha llevado a posicionarse entre los más grandes especialmente el último año. ¿Su secreto? en palabras del streamers, no seguir las normas establecidas, sino moverse por lo que de verdad le motiva hacer en su canal día tras días. Mientras otros juegan al último juego de moda, el malagueño opta por jugar a juegos clásicos de su infancia durante horas sacándoles hasta el último jugo.
Mientras algunos tratan de resucitar programas del pasado en la búsqueda desesperada del éxito, el bueno de Juan Alberto se inventó una imitación del 50×15 que ha roto todos los récords de sus directos.
Y esta naturalidad del malagueño es parte de lo que se pudo ver en el documental de la marca de pizzas que vieron en directo más de 60 mil personas, hablando sobre la infancia y los comienzos del streamer.
Las claves del éxito resumidas en la vida de un chaval normal, con unos padres como los de cualquiera, que siempre se ha distinguido por respetar los valores de su familia. Sin prácticamente anuncios en su canal y huyendo de lo convencional, es el momento de preguntarnos ¿en qué momento dejaron los influencers que su arte se convirtiera en industria? Por el momento, no podemos más que felicitar a aquellos que triunfan haciendo aquello en lo que más creen, ser ellos mismos.