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23 abril 2024
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Terminator tenía razón: la inteligencia artificial a la conquista de la humanidad

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El avance de algunas de las IAs más sencillas ha comenzado a disparar ciertas alarmas
Eduardo Corrochano / CIUDAD REAL
En el centro mismo de todo el multiverso existe un bar en el que se dan cita los habitantes de todo el espacio tiempo conocido y por conocer. Desde un asteroide olvidado el Ready Player Club observa impasible cómo transcurre el tiempo.

Esta mañana el camarero observa cómo uno de los clientes patea insistente la máquina de discos que funciona mediante inteligencia artificial. Al parecer el cliente se encontraba triste y por alguna diabólica razón la programación de la máquina ha decidido entonar una canción alegre. “Disculpe, formule su petición correctamente para que pueda ayudarle”, contesta el apurado aparato insistentemente.

A finales del siglo XX, la producción artística de todo calado entró en una extraña obsesión por la ciencia ficción. Como de costumbre las cosas suceden antes en el medio de expresión más antiguo y, décadas después de las novelas atemporales de Asimov, el cine y la televisión comenzaron a coquetear con sus ideas. Al igual que en las novelas de espías, la gracia en las novelas de ciencia ficción se encuentra en ese perverso morbo de pensar qué probabilidades existen de que suceda aquello que se lee. Dentro de todos los conceptos que manejamos en películas y novelas que hablan del futuro, pocos han sido tan manidos como el de Inteligencia Artificial. Lo primero que chirría del término es su segunda parte, porque añadirle “artificial” al término inteligencia, implicaría que existe una “natural”, lo que podríamos poner muy en duda.

Por supuesto a estas alturas pocos son los que pueden ser ajenos al término. Inteligencia Artificial hace referencia a la capacidad de los humanos de otorgarle inteligencia a una máquina. Entendemos en este caso por inteligencia a la capacidad de pensar por sí misma, así como las implicaciones que esto conlleva: improvisar, razonar y en definitiva crear. Cuando escuchamos el término “crear” en una máquina parece que ya hablamos de palabras mayores. Las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov se nos vienen a la cabeza, después nos preguntamos cómo se llamaba el robot malo de Terminator y al instante estamos pidiendo perdón a nuestro tostador.

Sin embargo, poco imaginaron los libros cuáles serían las implicaciones reales que traería consigo el nacimiento de la inteligencia artificial. En realidad todo comenzó con la revolución de finales del siglo XX: internet. Hasta el nacimiento de internet, las IA, eran solamente ciencia ficción: un chip mágico y súper adelantado consigue que este robot piense por sí mismo. La llegada de la red de redes y la interconexión de dispositivos trajo consigo la capacidad de recoger datos de forma masiva. Si usted lo piensa por unos segundos, la inteligencia procede del aprendizaje y, ¿qué es éste sino la recogida de datos que interpretamos como enseñanzas? Si un humano puede aprender a andar a base de ver a otros andar y caerse, ¿por qué no debería hacerlo una máquina? La inteligencia artificial nace con el rastreo de dispositivos, los programas que usamos cada día y de los cuales reportamos datos de error. Esos reportes llegan hasta sedes de servidores y se almacenan de cara a que no vuelvan a ocurrir.

Ahora bien, todos estamos de acuerdo en la diferencia que existe entre reportar el error del Excel y que las máquinas de la película Matrix nos conviertan a todos en huertos de pilas. Sin embargo para muchos estamos cada vez más cerca de esto. El sistema de reporte por parte de usuarios ha traído consigo el formato de programas beta, el creador coloca la IA a disposición de toda la tierra y nosotros a base de probarla y romperla, hacemos que aprenda. Un sistema que nació con los programas de gestión y sistemas operativos como Windows y que poco a poco también se ha ido abriendo paso en los videojuegos. Nada mejor para probar algo que cientos de miles de usuarios con ganas de romperlo, ¿no?

De esta forma poco a poco comenzaron a llegar a nuestras vidas las IAs de diseño, programas de ordenador en los que nosotros escribimos lo que deseamos ver y la IA dibuja para nosotros. Programas como Midjourney o Dall-e se pusieron a disposición de toda la humanidad ávidos de descripciones. Seguro que ha podido ver noticias y post por todas las redes sociales como: “Una IA imagina cómo sería Superman si hubiera nacido en Antequera” o “Una IA nos muestra como era Toledo en la Edad Media”. Por supuesto que el programa no puede saber cómo era Toledo en la Edad Media, sino que se apoya en las descripciones de millones de usuarios y, sobre todo, extrae los resultados de internet. Pero hablamos, ¿de todo internet? Así es, de todo al completo, y le pido por favor que recuerde esto.

Por supuesto sus aplicaciones son inmensas. Si está usted escribiendo un libro o incluso un cómic, puede resultar una herramienta inestimable para el desarrollo de una portada, que solo tendrá que retocar cuando la aplicación termine el dibujo (por alguna razón la inteligencia artificial no acaba de comprender que los humanos tenemos únicamente cinco dedos en cada mano). Esto se aplica a innumerables aspectos del diseño como el recortado de imágenes para quitar fondo, transcripción de dictados orales, o incluso apoyo en programación.

Junto a las aplicaciones de IA en el diseño y el dibujo, comenzaron a nacer otras muchas aplicaciones, algunas de las cuales tratan de simular el comportamiento humano. Todo comenzó con los simuladores de conversación, como ChatGPT. En esta aplicación, como si de una conversación de WhatsApp se tratara, podemos mantener una amigable charla con una inteligencia artificial. Este programa tiene la capacidad de contestarnos a todo aquello que necesitemos e incluso que finja ser alguien. Si le pidiéramos ser Pedro Sánchez, por ejemplo, se limitaría a realizar búsquedas en internet para saber datos de Pedro Sánchez e interpretarlo a la perfección.

Las aplicaciones que imitaban el comportamiento humano están protagonizando lo que para muchos es ahora mismo “la verdadera revolución digital” (no sé cuántas llevamos ya). De esta forma en la aplicación Twitch podemos ver una comedia sitcom al puro estilo Friends o Seinfield, que se va desarrollando inagotablemente las veinticuatro horas del día, imitando argumentos y chistes de otras comedias del estilo. También en esta aplicación varios creadores de contenido han conseguido crear un streamer artificial que habla en directo con los usuarios de la página y les contesta.
La aplicación de las IAs, como de costumbre, ha superado todas nuestras expectativas. Pero no olvidemos que tratamos con una especie, la humana, que ha conseguido convertir en arma cualquier adelanto científico que ha llegado a sus manos. Por ello las maléficas aplicaciones no se han hecho esperar. Una de las hazañas de los humanos ha sido conseguir colocar la cara de personas famosas sobre otros cuerpos e incluso fingir su voz. A esto se le llama un deepfake, algo que trajo de cabeza a Donald Trump en numerosas ocasiones. Esta tecnología es en parte la responsable de conseguir traer de nuevo a la vida a Lola Flores para un anuncio de Cruzcampo o rejuvenecer a Harrison Ford en la futura entrega de Indiana Jones. Sin embargo la perfidia humana no conoce límites y muchos han aprovechado para crear pornografía de gente famosa, algo que paradójicamente solo puede frenarse gracias a otras inteligencias artificiales.

Por supuesto los problemas han acabado por generarse solitos. ¿Recuerdan lo que hablábamos sobre búsquedas en todo internet? Tan solo unas horas después de poner en marcha a la streamed virtual, la plataforma Twitch tuvo que cerrar su espacio después de que la simpática muchacha comenzara a soltar proclamas tales como: “es difícil estar de acuerdo con la homosexualidad”. Lo mismo ocurrió con la comedia auto-generada, que tuvieron que desconectarla después de que los personajes comenzaran a hacer chistes de carácter nazi. El “porqué” es muy sencillo: la aplicación busca respuestas en todo internet, eso incluye páginas con contenido nazi y homofóbico, de las que decidieron extraer sus conclusiones.

Hasta ahora, todo esto no han dejado de ser situaciones anecdóticas. Sin embargo, el avance de algunas de las IAs más sencillas ha comenzado a disparar ciertas alarmas. La IAs basadas en diseño y dibujo cada vez son más refinadas y algunas rozan el plagio de otros dibujos en algunas de sus creaciones. Además varios usuarios han comenzado a publicar sus dibujos como propios pero ¿de quién sería su autoría real? Igual ha ocurrido con el simulador de charla ChatGPT, al que un usuario preguntó si podría programar el videojuego Tetris, algo en lo que tardó apenas unos minutos. ¿Cuánto tardará el programa en ser capaz de crearse a sí mismo? ¿Cuánto tardaremos en acabar como el padre de Charlie el de la Fábrica de Chocolate?

Mientras tanto el camarero observa atónito cómo la disputa con la máquina de discos se ha resuelto con Terminator disparando a la máquina con una escopeta: “la Inteligencia Artificial ya no es lo que era”, dice mientras se retira dejando al camarero a cargo de aquél destrozo. Habrá que pedir a otra IA que fabrique un nuevo tocadiscos.

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