Suena la campanilla que descansa sobre la puerta, y los clientes del Ready Player Club comienza a ocupar sus habituales asientos. Esta noche hay un show especial, comenzando con la gira de monólogos de multimillonarios cómicos. Encabeza el espectáculo Elon Musk, que ha traído, según afirma él, lo mejor de su repertorio. Sale al escenario y el público aplaude moderadamente, hasta que el genial empresario coge el micrófono: “déjenme que les cuente, de la vida y muerte de los estorninos”.
El coliseo romano en 140 caracteres
Existe un lugar en la red, en que a pesar de que todo el mundo habla el mismo idioma, pocos entienden verdaderamente lo que se dice. Twitter es una red social que nació en el año 2006 con el puro sentimiento que es poner en contacto a la humanidad. La única norma: 140 caracteres. En un contexto de redes como Facebook, la única idea de escribir un puñado de letras bajo una imagen de perfil la convirtió en la red de los bohemios, que miraban por encima del hombro a los usuarios del resto de redes.
Poco a poco entidades de todo el mundo comenzaron a ver el potencial de las redes sociales, viéndose en la necesidad de crearse perfiles en todas. La red del pajarito no fue una excepción, aunque la capacidad de exposición era reducida por su naturaleza restringida a 140 caracteres, la enorme base de usuarios tenía mucho potencial (por favor, quédese con esto). La corta capacidad de expresión de la plataforma la convirtió de alguna forma en una suerte de canal oficial .
Por alguna razón, esas entidades y empresas que entraron en twitter comenzaron a lanzar declaraciones oficiales en la red azul, que les permitía la esquiva de las preguntas incómodas que trae consigo una rueda de prensa, o una entrevista. Sin embargo, los estorninos aprendieron con velocidad y los usuarios de la red comenzaron a ser conscientes de su poder. Nacía así el enjambre de Twitter, la mente colmena más compleja de internet. Un coliseo romano online que decide lo que está bien o mal, lo que debe gustar o no. Una situación que ha ido cada vez a peor según la red crecía en usuarios, llegando a considerarse uno de los mayores focos de odio del mundo.
En una red con más de 200 millones de usuarios, comenzó a llegar la desinformación. En Twitter puede conocer al minuto la situación de cualquier conflicto bélico del mundo, pero también puede ser mentira. Grandes personalidades se han beneficiado tanto de lo uno como de lo otro, desde el antiguo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, hasta nuestro protagonista de hoy, Elon Musk. El creador de Tesla ha sido una de las personalidades más activas de la plataforma desde que saltara a la fama con la venta de PayPal. Elon Musk ha sabido manejar la red hasta tal punto que sus tweets conseguían subir y bajar las acciones de grandes empresas.
El rey de los trileros
Fue así como, tras criticar la plataforma durante meses, el magnate se envalentonó a la compra. Las reacciones en la misma no se hicieron esperar, incluidas las de Musk, que publicaba tweets para tratar de bajar su precio de compra. Finalmente ésta se cerró en 44.000 millones de dólares. El objetivo de Musk no era otro que tratar de monetizar tal cantidad de usuarios. En la era de internet, el futuro del beneficio empresarial se dice que está en la base de usuarios y en el modelo de suscripción, algo que Musk quiso aprovechar al momento. Aunque medio año después de formalizar la compra la gestión de la compañía se ha resumido en despidos.
Con la llegada de las grandes empresas y personalidades, la plataforma había creado un “tik de verificación” que demostraba que la persona que hablaba era real. De esa forma no puede usted hacerse pasar por el Papa por ejemplo (y sí, su santidad también está en twitter). La primera opción del cerebro de tiburón de Musk era sencilla: “cobremos la verificación”. Musk pretendía de esa forma monetizar el ego de los usuarios, haciéndoles pagar por ser reconocidos, además de sumar ciertos beneficios de visualización a lo que pagasen. Los amantes de la plataforma y detractores del magnate no tardaron en posicionarse en su contra.
Llegó hasta tal punto, que nació una protesta mundial “block the blue”, que pretendía bloquear a todos los que contasen con la verificación azul. Los planes empresariales de Musk se iban directos al cementerio de las redes sociales cuando su verificación pasó de ser una medalla de honor a una mancha. Pero no hablamos de una persona normal. Haciendo gala de una originalidad sin precedentes, Musk ha retirado todas las verificaciones que entregaran gratuitamente y ha comenzado a regalar algunas a muchos usuarios conocidos, muchos de ellos los más críticos con el formato. De esta forma ardió internet, cientos de miles de usuarios se señalan unos a otros acusándose de haber pagado el servicio.
En el Ready Player Club el Show termina. Elon Musk ha optado por un espectáculo en el que hacía bailar unas marionetas mientras él reía de forma macabra. El enjambre no parece nada contento.