Este monumento del Séptimo Arte perfectamente puede constituir una de las pruebas incontestables de que en el cine mudo ya se había inventado todo lo que vino después.
Fue la primera película del maestro del expresionismo (‘El último’, ‘Nosferatu’, ‘Fausto’, ‘El castillo encantado’) F. W. Murnau en Estados Unidos, gracias a la intermediación del mítico productor William Fox. A efectos formales, supuso su desembarco en un depurado realismo que todavía mantenía reminiscencias de su reciente pasado, tanto a la hora de conceder una gran importancia a los decorados, como un todavía obvio simbolismo.
Tal vez lo más grandioso de “Amanecer (Sunrise)” sea que resulta un asombroso ejercicio de estilo puesto al servicio de una sencilla historia de amor de ramalazos triangulares. Un cuento un tanto aleccionador para adultos, pero sin caer en la moralina ni el sonrojo, sino esgrimiendo una sensibilidad, exquisitez y poesía verdaderamente únicas.
La historia de un matrimonio de campesinos en cuya vida irrumpe una “vampiresa”, fue tratada por el objetivo mágico del cineasta de una manera portentosa y una envolvente emotividad. Es una bellísima fábula de redención sentimental que transita entre el drama y la comedia.
Cada secuencia casi supera a la siguiente y así hasta el final. Siempre recuerdo, la del intento de asesinato. Cada plano surgido es un prodigio a la hora de mostrar las reacciones de sus criaturas.
Imposible olvidar la de la seducción a la luz de la luna por parte de la “femme fatal”. O el travelling –menudo trabajo de cámara dado el albor que todavía se vivía en este medio- utilizado en la escena nocturna en la que el recuerdo de la vampiresa asalta al marido. O toda la relativa a la ciudad. O…
Precisamente el fotógrafo Karl Struss (y Charles Rosher), también de origen germánico, se lució en esos momentos en que la noche avanza, creando unos ambientes oníricos e irreales imposibles de olvidar.
Resulta igualmente extraordinario y paradójico el uso del sonido, de los efectos sonoros por ser más preciso.
Dos semanas después de la finalización de su rodaje, irrumpiría precisamente de manera imparable el habla con la ya mítica “El cantor de jazz” de Alan Crosland. El cinematógrafo cambiaría radicalmente, pero lo creado hasta el momento, rara vez ha sido superado. A título anecdótico destacar que “Amanecer” tenía menos subtítulos de lo que era habitual.
Y, aunque pudiera parecer lo contrario, todo lo contemplado fue recreado en estudio. La ciudad, por ejemplo, se construyó a escala.
Obtuvo junto con la no menos -en otro estilo- portentosa “Alas” de William A. Wellman, el Oscar a la mejor película en la que sería la primera entrega de estatuillas doradas de la historia. Consiguió otras dos más, por su mencionada y destacada fotografía y a la mejor actriz, Janet Gaynor, en este caso recompensada no solamente por este trabajo sino por otros dos más, uno de los cuales le correspondió por su interpretación en la sublime “El séptimo cielo” de Frank Borzage (la versión sonora de los 30 de Henry King casi no tiene nada que envidiarla). En realidad, el trío sobre el que sustenta la trama (añadan a George O´Brien y Margaret Livingston), raya a una imponente altura.
Antológica en todas las acepciones del término que se quieran.