Tras acabar de contemplar los créditos finales, me froto los ojos. He asistido extasiado y casi sin respirar a los 95 minutos que dura su proyección. Qué película más bonita (tendría que alargar en varias vocales la última a) acabo de ver. Una de las cinco mejores que he visto en lo que hasta ese momento llevaba de 2019, tras –por orden de preferencia, aunque todas ellas me hayan encandilado por igual- “Mula”, “Green book”, “Vengadores: Endgame” y “Dolor y gloria”.
Es toda una delicatesen, una preciosidad, un verdadero primor… Por motivos mil. Por una animación personalísima, singular y bellísima (como de benditamente rara o diferente la tacharán algunos). Por la manera tan sumamente ingeniosa con la que inserta la HISTORIA –ni más ni menos que el fértil, bullicioso, luminoso y talentoso París de la Belle Époque- en una trama criminal… Por la brillante y elegante manera de introducir un discurso empoderado que jamás resulta demagogo, ni sectario, ni por supuesto brasas; todo lo contrario, es aleccionador, sugerente, inteligente, educativo (en el mejor sentido del término, en el menos pelmazo) y de lo más efectivo. Y no solo pone en solfa intolerables actitudes sexistas, sino otras no menos intolerables de índole racista.
Sobre todo, lo es por el trazo delicado con el que han dibujado a esa vivaz e independiente cría neocaledonia que, aunque de contornos animados se va haciendo tan o más real que los que pudiera haber mostrado la mejor de las actrices.
Hablando de mejores actrices o de mujeres distinguidas, talentosas, preparadas y avanzadas en un tiempo que no era precisamente dado a que brillasen (y no por falta de ellas), a las que concederles oportunidades de su enorme valía se antojaba muy complicado, y eso que en la capital francesa del momento todo era modernidad, luz, florecimiento y tolerancia.
Claro que de esta última se nos muestran tristes excepciones, la dicha nunca es completa, pues ya se encargan unos personajillos, una nefanda hermandad capaz de surgir en cualquier momento o lugar, de intentar que los derechos de las mujeres sean vejados y humillados hasta límites intolerables.
Estos individuos, este episodio, bien podría ser digno de cualquier encantador serial de Louis Feuillade, el responsable de inolvidablemente vetustas intrigas policíacas como “Judex” o “Los vampiros”, obras que trascendían los límites del realismo más o menos parisienne para introducirse en vericuetos fantásticos que aquí no son contemplados… por mucho que se imponga un sentido de lo maravilloso que linda con dicho registro.
Para quien sea afecto a este relevante trozo del pasado galo, es muy probable que disfrute de la descripción ambiental y del desfile –exquisitamente insertado- de tantísimos personajes ilustres. Desde Picasso a Renoir o Pasteur… y no es cuestión desvelarles más nombres por el bien de preservarles el descubrimiento y para que puedan solazarse a fondo.
Me resulta imposible, ni lo deseo por lo más remoto, desalojar de mis retinas viajes rociados de flores en zeppelines o desplazamientos en barquitos con forma de cisne por esos alcantarillados por los que se moviera el protagonista de la maravillosa “El séptimo cielo”. Tampoco informando de esto les chafo nada de esta fiesta de delicados colores.
Además, lo importante es que cada espectador pudiera dejarse arrullar, tal como me sucedió a mí, por sus artísticas, elaboradas y meticulosas imágenes. Y no crean que por haberles citado algunos de sus pasajes, les he boicoteado nada, pues les garantizo que son numerosos los momentos de pasmo, belleza y sorpresa.
Una gozada en toda regla, apta por igual para mayores y niños. Es más, creo que a estos últimos les puede hacer mucho bien, crías especialmente, no solo porque se lo puedan pasar pipa, primer mandamiento del cine y de cualquier otro noble arte, sino porque seguramente resulte aleccionadora y les enseñará a respetar a los demás, a las mujeres especialmente.
Es posible que muchos no reparasen en ella en su momento. Y eso que iba avalada como el César (equivalente a Oscar o Goya) a la mejor producción de 2018.
No la dejen escapar, consejo de verdadero amigo.