Un muy bonito cuento sobre la inagotable fuente creativa que supone la historia del rey Arturo y su fascinante mitología. Sobre sus amoríos con Ginebra, la de ésta con Lanzarote del Lago, el reino de Camelot, los caballeros de la Tabla Redonda, el mago Merlín la espada Excalibur y todos aquellos componentes que han adornado siempre tan arrebatadora leyenda.
Cinco años después de otro cuento, éste de corte fantasioso-angelical, el arrasador y maravilloso “Ghost: Más allá del amor”, y quince desde su hilarante debut junto a su hermano David en la descacharrante y fundacional “Aterriza como puedas”, el estadounidense Jerry Zucker volvería a regalarnos, a mí al menos, este otro más que vistosísimo y encandilador relato, en este caso de corte aventurero medieval y romántico, repleto de encanto, brío y atractivo visual.
Su apuesta y tratamiento van más dirigidos a la realidad y al drama que al mito o al carácter más fantasioso. También la época es mostrada desde una visión más aseada y menos recargada de lo habitual.
En su desarrollo muestra coloridos ropajes la bella Julia Ormond, el mismo año que protagonizara el elogiable “remake” de “Sabrina (y sus amores)”, mientras su corazón se debate entre el respetado, regio y de inmaculado porte Sean Connery y el arrojado y apuesto Richard Gere. La aportación grave y shakesperiana corre a cargo de Sir John Gielgud en un breve, pero –como solía ser norma en él- brillante, solemne y sustancioso cometido.
Deambulando todos ellos dentro de un afortunado tratamiento de tarjeta postal, al que solo le faltaría la rúbrica de un lazo, ‘The first knight’ (tal es su título original, en esta ocasión perfectamente traducido) se deja ver con delectación mientras transcurre liviana, ligera, algo que acaban resultando rasgos definitorios, aparte del buen ritmo y profesionalidad que destila.
Sus amoríos de manual y un eficaz tratamiento de las escenas de acción, están perfectamente medidos y combinados, dentro de un espectáculo de lo más resultón y vistoso. Contribuye poderosamente a realzar todo esto la formidable banda sonora de Jerry Goldsmith, compruébese en la delicada composición de la secuencia de cabalgada bajo la lluvia.
Una buena parte de mis colegas no la recibieron especialmente bien en su momento, como tantísimas otras veces ha sucedido a lo largo de la historia del Séptimo Arte. Supongo que constituye otra de esas tantas debilidades, incomprensibles para muchos, pero que han contribuido a mi felicidad a lo largo de mi ya veterana trayectoria de ya no solo pasión sino furibunda adicción por el cine.
Puede que efectivamente no sea para tanto, pero ni puedo ni quiero evitar que me guste bastante y ello pese a algún pero que se le pudiera objetar ¿Y qué? Acaba pesándome para bien su afortunado y gratificante conjunto. Y siempre que vuelvo a verla me resulta de lo más bonita.