Y con qué impresionantes, con qué colosales actores contaría para la ocasión, tales como Gregory Peck y Charlton Heston entre los chicos o Carroll Baker y Jean Simmons entre las chicas. Qué bellísima y extraordinaria actriz Simmons, aquí como la encantadora, más bien diría irresistible maestra Julie Maragon.
Y cómo está resuelto, cuánta grandeza épica destila ese duelo final entre patriarcas… Burl Ives (un excelente cantante de country) y Charles Bickford. Y qué excelente esa pelea a puñetazos al despertar el alba entre los propios Heston y Peck para extraer este último una demoledora conclusión… ¿para qué ha servido? O por ceñirme a la frase literal… “Y ahora, dígame, ¿qué hemos demostrado?”. Otra vez Peck, como en “Vacaciones en Roma” o especialmente en “Matar a un ruiseñor”, a través de su ejemplarmente discreto y a la vez carismático personaje no tiene que demostrar nada a nadie más que a sí mismo.
Y qué admirablemente expuesto ese eterno debate entre la fuerza y la razón, entre la violencia y la conciliación, entre el rudo y salvaje Oeste y la civilidad del Este, todo ello aquí perfectamente plasmado y condensado en sus dos principales personajes/caracteres masculinos… y en esos no menos dos importantes “secundarios” que encarnan a esos pioneros y terratenientes en vías de extinción.
Y qué decir de esa impresionante, rumbosa y épica banda sonora de Jerome Moross que percute en los momentos adecuados… confiriéndole un tono épico a una historia que no deja de combinar magistralmente este registro con otros mucho más intimistas y de idéntica maestra. La fusión de todos ellos da como resultado algo muy especial, que da lo mismo el tiempo que pase, siempre vuelvo a ello con el mayor de los alborozos.
Obra maestra por los siglos de los siglos… Amén.