Tras Spider-Man es el turno del irónico Doctor Strange, aquí un tanto más nostálgico y melancólico, en el mejor sentido del término, pues casi siempre resulta gratificante la evolución de los personajes y de la vida en general. Esta propuesta se muestra desprejuiciada y entrelaza muy bien los momentos épicos con los de fantasía.
La presentación de América Chávez es muy destacable, así como la consolidación de la Wanda Maximoff/Bruja Escarlata. Se nota para muy bien la mano de un director con pulso, fuste, de la personalidad como Sam Raimi (primera trilogía de “Spider-Man” o la de “Posesión infernal”, por no incidir en las maravillosas “Premonción”, “Un plan sencillo” o “Darkman”), tanto en el sentido del ritmo, la plasticidad o un montaje endiablado.