¿Es “Los pecadores” una película de vampiros? Sí, lo es, pero no por ello deja de constituir una felicísima amalgama de distintos géneros que van desde el drama antirracial al thriller, pasando por el western, el romántico, el fantástico o el musical con un punto sexy que le sienta la mar de bien. Poniéndome en plan cinéfilo intenso, afirmo convencido que supone por momentos una mezcla entre “Abierto hasta el amanecer” y aquella subvalorada, excelente y hoy en día un tanto desconocida producción ochentera del gran Walter Hill titulada “Cruce de caminos”, la historia del duelo melódico entre un joven guitarrista de blues (formidable el “karatekidiano” Ralph Macchio) y el mismísimo diablo. Incluso también sobrevuela el espíritu de cierto cine del grandísimo John Carpenter.
Pero, sobre todo, es una gran metáfora sobre la contaminación, la infección llevada a cabo desde tiempo ancestral por la especie blanca respecto a la negra. Así de “petulante” y de “simple” es esta grandísima propuesta que muestra un riesgo y atrevimiento nada fáciles dentro de puras, de genuinas coordenadas comerciales.

Téngase igualmente en cuenta una breve pero precisa y rotunda definición de la colega Belén Prieto que sintetiza muy bien lo propuesto, “fusiona el terror con la reivindicación a ritmo de blues”. Y es que la música, su mística, la capacidad de sanación (y de su némesis, la atracción de la maldad), el inmenso poder que ejerce en la cultura afroamericana, la recorre de principio a fin, formando parte fundamental de su espina dorsal, de la esencia de este verdadero sorpresón que se va a quedar para los anales como uno de los hitos de esta década. Sin duda, mi favorita de lo que llevo de 2025 junto a esa extraordinaria “biopic dylaniana” titulada “Un completo desconocido” o “A Complete Unknown” si lo prefieren.
Ryan Coogler firma aquí su cuarta (sexta si tenemos en cuenta su faceta como guionista) colaboración con el que ya constituye su actor fetiche, Michael B. Jordan, en poco más de diez años, tras su primer y gratificante encuentro en 2013 en la notabilísima “Fruitvale Station”. En el camino, títulos tan destacables del tándem como “Creed. La leyenda de Rocky” o las dos estimulantes entregas de “Black Panther”.
Coogler vuelve a hacer gala, elevado ello a la enésima potencia, de ser un director vigoroso, expeditivo, capaz de crear imágenes imponentes y esgrimir una narración apabullante… pues prácticamente no concede tregua ni respiro alguno. De vocación clásica, sin duda, pero capaz de sublimar ese clasicismo y adaptarlo a un tiempo en el que las películas son, cada vez más a menudo, un felicísimo refrito -como señalaba al inicio de esta reseña- de géneros o, como agudamente suele señalar José Luis Garci, de “ensaladas césar”. Hay una secuencia especialmente brillante a propósito de la reunión en una pista de baile de músicos tanto del pasado, como del presente e incluso el futuro.
Otra de las innumerables virtudes de este director es esa poderosa planificación y utilización que lleva a cabo de formidables planos americanos tres cuartos o generales desplegados generosamente. Hace un par de meses programé en mis queridos Clásicos del Deicy Reilly´s el excepcional western “Horizontes de grandeza”, que tal vez cuente junto con “Centauros del desierto” de las mejores panorámicas de la historia del Séptimo Arte. Pues bien, sin llegar a la calidad de estas y en otro registro que bien se podría calificar de más “íntimo”, da verdadero gusto contemplar, disfrutar, de las aquí propuestas a propósito de campos de algodón sureños o algunas nocturnas sobre el cerco de seres sedientos de sangre.

Por supuesto conviene asistir a su proyección con la mente abierta y con disposición a sufrir diversas sacudidas y cambios tonales. Pero incluso a los más reacios, les diría que estos suponen verdaderas bocanadas de aire fresco.
En mi caso admito haber sucumbido irremisiblemente desde sus primerísimos compases a sus innumerables encantos. Me succionó como aspiradora. Entusiasmos particulares aparte, estoy convencido de que esta rara avis desde premisas como he matizado antañonamente preestablecidas acabará perdurando como uno de los grandes referentes de esta década que estamos viviendo.
Nota: Finalizada su proyección, inmediatamente salen unos títulos de créditos acompañados por unas imágenes que acaban poniendo colofón a lo narrado. Tengan paciencia y esperen a ver esas escenas postreras. Resultan de lo más sustanciosas.