Admito haber asistido a la proyección de “Pobres criaturas” con bastante prevención y desconfianza, puesto que su director, Yorgos Lanthimos pertenece a una estirpe de cineastas que me suelen poner en guardia o en sus comienzos también un tanto de los nervios.
También temía la soflama que pudieran soltarme escondida tras sus imágenes. Mi sorpresa es morrocotuda. Me quedo totalmente fascinado, las casi dos horas y media de su metraje dejan hipnotizado, me gana automática e incondicionalmente para su causa.
Me doy de bruces sin esperarlo por lo más remoto con la película más original, inclasificable, provocadora, subversiva y radical sobre el empoderamiento. Rodada con justificada perspectiva de ojo de pez y con un exceso y despliegue visual que me cautiva, en el que esa transición del blanco y negro al color cuenta con plena justificación.
La originalidad salta a la vista. De acuerdo en que se pueden establecer concomitancias con el mito de Frankenstein, pero le da una vuelta de tuerca completa al mismo. Y si así lo consideran, también al de Pinocho.
Que es inclasificable no me cabe la menor duda. Y no solo por su propuesta formal, sino por la manera que tiene de abordar lo que supone la nueva mujer de este milenio… según la latitud, claro. En este caso anclada en la época victoriana, pero su “discurso” no puede ser más actual o vigente.
Que es provocadora lo pone de manifiesto el hecho de que incluso la prostitución, o la libertad respecto al cuerpo de la manera que cada una desee, sea contemplada sin ambages. Y a partir de ahí, o junto a la misma, se encuentran las necesidades igualmente elegidas por una misma en lo espiritual y lo intelectual. Su delirante final no puede ser más contundente.
Que es subversiva lo manifiesto porque excede la moral institucionalizada, incluso la propia de ciertas mujeres también emancipadas y de este tiempo.
Respecto a lo de radical, me remito a un comentario de la colega Marta Medina que no puede resultar más tajante: “es el reverso mordaz, retorcido y lúbrico de Barbie”.
Imponente Emma Stone, que incluso en esos primeros balbuceos supuestamente payasos, mímicos, lo borda. Su segunda colaboración con Lanthimos tras la excelente “La favorita”, se salda con todo un hito.
Y que contar de su dirección artística o de su puesta en escena intencionadamente artificiosa, satírica, burlesca, buda, irónica, humorística (un sentido del humor de lo más particular, lo garantizo), incluso si me apuran un tanto felliniana.
Lo que se dice una verdadera gozada. Mi favorita para los Oscar (cuenta con 11 nominaciones) junto a la maravillosa y humanista “Los que se quedan”, aunque me temo que acabará arrasando la sólida, pero prolija e irregular “Oppenheimer”. Así son los gustos y las distintas percepciones que, por otra parte, es la gracia de estas y casi todas las cuestiones de la vida.