(Se puede ver este martes 22 de abril en «Martes en VOS de Las Vías» a partir de las 21:15 horas)
Es fácil conectar, pese a los escollos, con esos dos hermanos desconocedores inicialmente de ser tales el uno respecto al otro, que acaban estableciendo una relación de acercamiento por imperiosa necesidad de uno de ellos. Y aunque ya se desvela desde el principio, ni cuento ya en sus tráilers, nada más les descubriré.
Así comienza este cuento realista y humanista cuyos cinco primeros y elípticos minutos ya ponen perfectamente en situación para asistir al relativo drama atenuado mediante suavidad y ligereza. Esta sí es una manera de narrar concisa (recuérdense los cinco primeros minutos de esa maravillosa animación Pixar que es “Up”) y disponernos para lo mejor, o cuanto menos, suficientemente placentero.
Aseguro plenamente convencido que sus siete nominaciones a los César, incluyendo el de mejor película, no fueron precisamente gratuitas. Y ni mucho menos ese Premio del Público del Festival de San Sebastián.
Y es que esta comedia (no de carcajadas) sobre la familia, el poder verdaderamente terapéutico de la música, posee las mejores credenciales para llegar a una amplia capa de espectadores de todo tipo y condición. Es cine popular en su mejor expresión. Y es emotiva. Posee alma, corazón y vida. Y como señalaba anteriormente, contiene música, mucha y de lo más diversa (desde jazzística como ese “Remember Clifford” a generosamente clásica, pasando por la propia de “chansonniers” como el -por terrenal- divino Charles Aznavour y su “Emmenez-moi”) para lo que acaba suponiendo una oda, toda una carta de amor a la misma (inevitablemente me viene a la cabeza esa joyita británica de 1996 sobre bandas de mineros titulada “Tocando el viento”). Todo ello ejecutado de manera sencilla, campechana, tierna, cálida
Además, lo que contiene más desagradable no resulta plañidero ni sensiblero y lo más amable no es nada empachoso.
No descuida sus diversos registros que van desde lo social a lo amigable. Y es que sus giros son de lo más tonificantes.
El director galo Emmanuel Courcol en el que supone su tercer largometraje tras “Alto el fuego” y “El triunfo”, este segundo un edificante relato sin mostrarse sermoneador sobre un actor que dirige un taller de teatro en un centro penitenciario, tira de viveza y fluidez para hacerla disfrutable en todo momento.
Y unos estupendos Benjamin Lavernhe, como el reputado director de orquesta Thibaut Disormeaux, y Pierre Lottin, como el modesto trombonista Jimmy Lecocqu, contribuyen lo suyo a conferirle un cierto irresistible encanto.
Una particular versión del Bolero de Ravel, que ya utilizara antaño magistralmente Blake Edwards en esa gran comedia setentera sobre la mediana edad “10, la mujer perfecta”, acaba poniendo un espléndido colofón.
Los franceses ante proyectos de este tipo suelen conseguir un elevado porcentaje de aciertos. Este se encuentra por encima de la media.