Su argumento, la revuelta más o menos civilizada de unos estudiantes de secundaria contra su profesor y contra el “establishment” educacional, ha acabado degenerando con el paso del tiempo en tópicos mil, pero éste sin duda constituye uno de los valiosos fundacionales y de sus más ilustres referentes. Para mí admito supone algo muy especial.
Quédense, si así lo comparten, con algunos planteamientos que la sustentan, con eso de que “las ideas son más poderosas que el conocimiento” y que “la educación es la habilidad para extraer la grandeza que posee cada ser humano”.
Reconozco mi debilidad por esta película, una de las tres que se estrenaron en nuestro país del exquisito James Clavell, responsable de la soberbia EL ÚLTIMO VALLE (una de mis favoritas de siempre) y la notable EL LADRÓN REBELDE. Consigue que cada una de sus secuencias posea, como mínimo, un enorme interés y generar plena atención. Y consigue también un clímax francamente emotivo con ese baile en el gimnasio.
A su repercusión contribuirían algunos factores importantes. Uno de los principales, el protagonismo de un ya consolidado y carismático Sidney Poitier como el profesor Thackeray, reciente todavía la obtención del Oscar a mejor intérprete por LOS LIRIOS DEL VALLE y que a continuación de ésta participaría en otros dos trabajos que acabarían por otorgarle un enorme y justísimo reconocimiento, EN EL CALOR DE LA NOCHE y ADIVINA QUIÉN VIENE ESTA NOCHE. Pocos como él, aparte de su considerable atractivo físico, para transmitir integridad, rectitud y bondad.
Otro factor a tener en cuenta fue la canción TO SIR, WITH LOVE (PARA EL PROFESOR, CON CARIÑO) que encierra una cierta ironía inicial. Es ejecutada por una cantante de moda en esa época por su participación en Eurovisión, la escocesa Lulú. Suenan también un par de temas de un grupo efímero, pero de relativo caché, los Midbenders.
Constituye, además, un espléndido retrato del Londres sesentero, en plena revolución pop y pre hippie. Vale también como un mini fresco de entonces.
Y resultan francamente gratas las participaciones de actores como Christian Roberts, o una diecisiete añera Judy Geeson, que llena de frescura la pantalla como esa alumna enamorada de su educador. Suzy Kendall, la colega de Poitier, es también muy atractiva y confiere indudable encanto y sensibilidad a su personaje.
Ni quiero ni puedo evitar lo mucho que me gusta y lo entrañable que me resulta. Desconozco si en las enciclopedias acabará figurando en letras de oro, me temo que no, pero en mi corazón y recuerdo, tendrá siempre ese lugar privilegiado, al igual que el añorado Poitier.