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10 septiembre 2024
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‘Scaramouche’… Clasicazo del cine de capa y espada

Scaramouche "está repleta de gracia alada, despliega entusiasmo y donosura por todos sus poros. Es alegre, festiva, colorista, vitalista, vertiginosa, galante"
Scaramouche “está repleta de gracia alada, despliega entusiasmo y donosura por todos sus poros. Es alegre, festiva, colorista, vitalista, vertiginosa, galante”
José Luis Vázquez

“Nació con el divino don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco” (frase de comienzo de “Scaramouche” tanto obra literaria como producción cinematográfica)

La frase con la que encabezo este comentario, suficientemente ilustrativa tanto del personaje como de quien lo encarna, la he utilizado en muchos tramos de mi vida como santo y seña y declaración de principios (es de mis favoritas junto a la celebérrima “Carpe diem”). Refleja perfectamente el mundo convulso reflejado en la película… y por extensión sirve para definir el de tantos otros momentos a lo largo de la historia de la humanidad.

A la vez cobija una variación de Pimpinelas Escarlatas, Zorros y similares, pero sin duda, con inequívoco estilo propio y una desbordante narrativa. Fusionado todo ello con el mundo de la “commedia dell´arte”, con Polichinelas, Scaramuccias (el original y genuino término italiano del francés Scaramouche), Dottores y Pantaleones trasplantado al ambiente francés de la égida (a puntito estaba de dar inicio, es obligado utilizar el… inmediatamente pre) napoleónica.

Por tanto, el tono de farsa se impone en todo momento, pero sin detrimento de la seriedad propia de los registros que toca, el de aventuras, el romántico con matices o el puro melodrama, sin que por ello se estorben o interfieran, todo lo contrario, pues se acaba produciendo la alquimia, una perfecta combinación de todos ellos.

Constituye –amplificado en todavía mucho mejor- un “remake” con abundantes variaciones de la versión muda de 1923 protagonizada por el latin lover Ramón Novarro. El único punto de unión entre ambas estriba en el actor Lewis Stone, el que encarnara al Marqués de la Tour d´Azyr en aquélla sería el Georges de Valmorin en esta.

"El tono de farsa se impone en todo momento, pero sin detrimento de la seriedad propia de los registros que toca, el de aventuras, el romántico con matices o el puro melodrama"
“El tono de farsa se impone en todo momento, pero sin detrimento de la seriedad propia de los registros que toca, el de aventuras, el romántico con matices o el puro melodrama”

Y a estas ya provectas alturas de mi vida si mi memoria no me falla, este genuino e indiscutible clásico, que lo fuera ya desde origen, basado en una novela de Rafael Sabatini, contiene mi pelea a espada favorita en una gran pantalla. La protagonizan el galán de las sienes plateadas Stewart Granger y el que fuera por mí tan “detestado” por haber sido marido de mi novia de toda la vida Audrey Hepburn, el melifluo Mel Ferrer. Con una duración de más de siete minutos, rodada sin dobles y a lo largo de varios días de incontables tomas, con accidente incluido por caída desde un palco de su protagonista, sinceramente creo que en la actualidad todavía no ha sido superada. Transcurre en la que es su parte final.

Pero “Scaramouche” es más, muchísimo más que esto que lo que les acabo de contar, con no ser ya ello moco de pavo. Está repleta de gracia alada, despliega entusiasmo y donosura por todos sus poros. Es alegre, festiva, colorista, vitalista, vertiginosa, galante.

Es otra de esas joyas que solía fabricar con facilidad pasmosa su excelente director, George Sidney, un extraordinario profesional hollywoodiense del período clásico, otro de tantísimos más, especialmente dotado para el musical (todos los invocados a continuación son fuera de serie y de horma: “Levando anclas”, “Un beso para Birdie”, “Escuela de sirenas”, “Las chicas de Harvey”, “Bésame, Kate”, “Magnolia”, “La mitad de seis peniques”, etc), algo igualmente patente en otros exponentes que no lo eran en puridad, como éste o su magistral versión de “Los tres mosqueteros” con Gene Kelly, pero que estaban impregnados de dicho espíritu y les imprimía un ritmo y dinamismo que los emparentaba con aquél añorado género tal y como fue concebido en su edad dorada, esa que abarca de los 30 a los 60.

Aquí, desde luego, todo es permanente movimiento. Desde la mencionada pelea hasta la manera de desenvolverse de su protagonista, pasando por sus escapadas por pies y a caballo de maridos contrariados y poderosos malandrines. Algún día deberían hacer verdadera justicia con Granger, el encargado de dar vida al sujeto en cuestión, un actor dotado para cualquier género o cambio de repertorio, a los que siempre aportaba un tonificante aplomo y gentileza. No tiene precio en su doble faceta de arrojado espadachín e irresistible truhan y seductor.

Atención también a las dos señoras que secundan a tan enérgico aventurero y simulador. Ni más ni menos que “busto de acero” –ese era su apodo en Hollywood- Janet Leigh y la guapísima, elegantísima -nunca me canso de ensalzarla… con absoluta razón y causa- Eleanor Parker, la condesa relegada en el corazón del barón Von Trapp a favor de la sin par y cantarina María/Julie Andrews en “Sonrisas y lágrimas”, algo un poquito incomprensible por otra parte, y no tanto por su condición de aristócrata sino de señora imponente en toda la extensión y variantes del término. Sin duda, mujer bella y estilosa dónde las haya habido que atravesaran las 24 imágenes por segundo.

Una delicia en toda regla y condición. Una verdadera gozada visual que inflama los ojos de pura satisfacción. De las que necesito ver al menos una vez al año. No concibo reconstituyente mejor. Arrasadora.

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