Nada más acabar de ver “Sirat” (su subtítulo resulta de lo más oportuno y relativamente esclarecedor… Trance en el desierto) y llegar a casa, me pongo a leer diferentes reseñas sobre esta aclamada producción española reconocida con el prestigioso Premio del Jurado en el reciente Festival de Cannes.
Compruebo que son aplastantes y mayoritarios los elogios recibidos. No seré yo, ni además soy quién, el que la eche por tierra, ni mucho menos, pues ya adelanto que sus imágenes poseen una indudable fascinación e incluso virtuosismo, pero ello no me condiciona para preguntarme ¿al servicio de qué? Porque claro, que la forma es fundamental, pero soy ya muy veterano, incluso rancio si quieren, y cuando voy al cine me gusta acabar “entendiendo” las películas (aclaro: en este caso no es tanto su argumento, que no presenta mayor complicación, sino las cuestiones trascendentes que supuestamente pretende transmitir).
Por supuesto, lo sensorial claro que constituye un valor, pero no supone el todo. Debo reconocerles que en muchas ocasiones cuando me venden una obra como una experiencia sensorial me pongo en guardia, pues tengo suficientes estrías y motivos cinéfilos como para manifestarme así. Y no es menos cierto que en los últimos años buena parte de lo premiado en Cannes, me pone más en guardia todavía. Respecto a esto también tengo motivos sobrados para revolverme, reconociendo que hay excepciones (“Anatomía de una caída” por ejemplo, sin que por ello me vuelva loco). Conste que me ciño tan solo a los diez últimos años en que vengo haciendo programaciones para cine-clubes.
Y menos mal que hasta este momento apenas había leído nada sobre lo que el director piensa sobre su criatura, pues me temo que entonces habría acudido al cine con mayúsculos prejuicios. Los comentarios por él vertidos no solo no me han aportado nada, sino que me resultan de lo más vacuos por ser suave… y me refiero estrictamente a lo profesional. Y el hecho de que reitere que sea un entusiasta del Corán, allá cada cual con sus lecturas favoritas.

Curiosamente, sí cae entre mis manos una crítica, debe ser la única o de las pocas, que sí pone en entredicho varias cuestiones del cuarto largometraje del español-gallego-francés Oliver Laxe, tras los -para mí- relativamente, muy relativamente curiosos, pero ni mucho menos conseguidos: “Todos vosotros sois capitanes” (curioso documental), “Mimosas” y “Lo que arde” (actualmente presentes en la plataforma Filmin).
La firma Beatriz Martínez y su enunciado es de lo más revelador, porque no se limita a cuestionarla, sino a valorarla también. Y en ese posicionamiento me encuentro yo. Les adjunto su título por si tuvieran la inquietud de recuperarla en Google. Entiendo que merece la pena. Pueden buscarla por su enunciado “Hipnótica y radical en la forma, pero también tramposa, efectista y ejemplo de cine de la crueldad: a favor y en contra”.
Tal vez el único término que podría rebatir es el de “tramposa”. Se utiliza muy a menudo entre mis colegas, se hizo en numerosas ocasiones a lo largo de la carrera del mismísimo Alfred Hitchcock para tildar su obra (especialmente en su última etapa), y los argumentos habitualmente esgrimidos para calificar de esa manera, casi nunca me suelen convencer. Es un término que rara vez suele figurar en mi libro de estilo, pues entiendo que todo es legítimo si se trata de captar o sacudir al espectador. Y no me voy a enrollar en esta cuestión porque esto sería más bien motivo para un debate del tipo que fuere.
Conste, eso sí, que lo de ser calificada como hipnótica puedo entenderlo, pues ya desde esas impresionantes imágenes en una “rave” es fácil quedarse absorto ante lo visto en pantalla. Pero en mi caso no basta solo con eso, pues, aunque su premisa argumental queda meridiana en su comienzo (un padre a la búsqueda de su hija), según se va desarrollando su ¿trama? no tengo casi nada claro de lo que se me pretende contar, no acabo de captar lo que me quiere soltar su autor. Admito mis propias limitaciones, y aseguro que no lo digo desde ninguna actitud irónica. Claro que podría hacer trampas y exponer lo reflexionado por su autor, pero como yo no lo percibo mientras asisto a su visionado, no me voy a traicionar.
Parece ser que son varios los que se vienen a referir a ella como una “oda antisistema”. Pues qué bien, y en esta afirmación sí hay un poco de sorna, pues aparte de que su final me deja descolocado, leo igualmente que en el ambiente flotan cuestiones sobre vacíos existenciales, de fe, fin de la Humanidad y otras zarandajas, de las cuales, las únicas que me quedan diáfanas o al menos las que he percibido son las alusivas a la mera supervivencia. Al respecto, hay una larga secuencia en su tramo final que es verdaderamente tremenda.
Evidentemente, y vuelvo a entroncar con lo anteriormente expuesto, sus imágenes son potentísimas (y su sonido, justamente reconocido en el mismo Cannes), de eso no me cabe la menor duda. Pero sí me pongo muy propio, y sin ánimo de meterme en demasiadas comparaciones, qué decir entonces de la magistral “Mad Max: Furia en la carretera” con la cual se podrían establecer algún vaso comunicante dada alguna escena o sus eco aventureros en ruta.
Y sí, finalmente, me queda la sensación de pese a no ser una película ni mucho menos desechable, si quieren meritoria en varios de sus aspectos técnicos, me acaba resultando un tanto efectista y a la que no acabo de cogerle el aire respecto a sus pretensiones. No le pillo su disquisición metafísica o lo que diantres pretenda. Y si alberga alguna intención «profética», que lo desconozco, quiero que eso se me venda de otra manera, esta no me acaba de enganchar, pero lo repito por enésima vez, merece que le concedan una oportunidad. Lo que me queda claro es que su carga «política» y sus supuestas metáforas o alegoría no me llegan. Así que, sí, está bien, pero ni mucho menos me parece la repanocha.
Ah… Me olvidaba. Es justo ese calificativo que la adjudican de «cruel», lo cual no necesariamente tiene que ser peyorativo. Ya es cuestión de que se posicionen cada uno de ustedes acerca de que ello les guste o no.
Son muchísimos los que la postulan como que es desde ya mismo una de las películas del año, distinción que hasta la fecha en lo que llevamos de medio año de 2025, se las otorgo a «Un completo desconocido», «Los pecadores», «Memorias de un caracol», «Flow, un mundo que salvar», «Aún estoy aquí», «28 años después» (esta sí que es radical… y pagana, una reafirmación de la vida a través de la muerte o de la infección), «The Brutalist», «Bienvenido a la montaña», «Érase una vez mi madre», «Sorda», «La buena letra», «Una quinta portuguesa», «Mickey 17», «La chica de la aguja», «La compañera», «Presence», «El profesor de esgrima» o «Por todo lo alto».