¿Es “El mago de Oz” la película más influyente de la historia? Por las informaciones recabadas, seguramente así sea. Desde luego de lo que no cabe duda alguna es que es la más icónica. Hay un colectivo, el LGTBI, para el que se ha erigido en un verdadero estandarte, todo un símbolo, hasta el punto de que adoptaría de esta sus colores arco iris como enseña y signo de identidad.
“Wicked” que viene a mostrarnos algunos de los cimientos de la misma, es lo que modernamente se entiende como una precuela de aquella. Yo como soy un antiguo, ya un jurásico en toda regla, me referiré a ella como tratante en los orígenes de las dos brujas secundariamente protagonistas, la Buena y la Malvada del Oeste, de aquella mítica producción del no menos mítico Hollywood de 1939, del que dicen ha sido el año más fructífero de la historia.
Para ello sus artífices buscaron la inspiración en un “reciente” (fue en octubre de 2003 cuando aterrizó en los escenarios) y exitoso musical de Broadway, más concretamente basado en su primer acto… por tanto vayan contando que les dejarán con la miel en los labios para una segunda entrega prevista en principio para la próxima Navidad de 2025, algo todavía más rotundamente ratificado dada la estupenda acogida comercial que ha tenido en los Estados Unidos.
Ya podrán deducir que cuenta, pues, con un ramillete de números y canciones verdaderamente destacable que no creo haya sido traicionado, más bien lo contrario, potenciado, en su traslación a la gran pantalla. Eso sí, tal vez no ofrezca ningún tema especialmente descollante, de esos que se queden grabados en la memoria o figuren el día de mañana en las antologías, pero todos ellos cumplen con creces
Y es que también en el género musical, especialmente en este, tal vez el más genuinamente USA junto al western y el gangsteril, el cine estadounidense resulta imbatible. Ahora y siempre.
Hecha esta informativa, necesaria y concluyente introducción voy a lo sustancial, a transmitirles brevemente lo que me ha provocado esta producción fastuosa.
Precisamente al centrarse la historia en las dos nigromantes del cuento, la pijilla barbie y la diferente verdosa esmeralda, resultaba fundamental dar con dos actrices que clavaran y se desenvolvieran coreográficamente en sus respectivos y animosos roles. Ese aspecto acaba erigiéndose en un acierto de partida y de conclusión, pues las elegidas, Ariana Grande y Cynthia Erivo, están magníficas. Claro, para disfrutarlas en toda su dimensión, se hace obligado escucharlas en su versión original (subtitulada si, como es mi caso, no se manejan con el inglés, pero no deberían dejar de verla de esta necesaria manera).
A este sumen otros muchos elementos determinantes. Uno de los cuales es la dirección del especialista Jon M. Chu, firmante de dos piezas maestras dentro de estos registros canoros y coreográficos, una de carácter realista (“En un barrio de Nueva York”) y otra desaforada y benditamente “kitsch” (“Crazy rich/Locamente millonarios”). Su estilo, y aquí se puede comprobar una vez más, es de lo más dinámico, fluido, felizmente abigarrado y plástico.
Por otra parte, el bullicio y los decorados relucientes están más que garantizados. Los ecos “Harry potterianos” son incuestionables. La verdad es que su dirección artística es francamente espléndida, sin duda uno de sus grandes aciertos, y garantizo que despliega unos cuantos.
Hace verdadero honor a la fiesta de colores que supusiera aquella primera aparición de la década de finales de los 30 pero, lógicamente, con texturas propias de este tiempo. Toda una sinfonía de luz, ritmo y magia.
Curiosamente, al igual que el pasado 2023, volvemos a despedir el año cinematográfico con otro gran, deslumbrante y refulgente musical norteamericano. En aquella ocasión fue “Wonka”, igualmente versado en los inicios de un popularísimo personaje de cuento infantil, ese inefable creador con conciencia social de esa no menos inefable fábrica de chocolate.
Los dos de enunciados cortos y formados por una única palabra y con la consonante w como inicio de ambos títulos. Si en aquella ocasión no lo dejaron pasar y lo disfrutaron, creo que deberían repetir idéntica jugada, salvo que pudieran ser alérgicos al género o a las temáticas fantasiosas.
Estas hechicerillas cándidas de caracteres antitéticos, sin que por ello dejen de ser complementarias, aunque tan solo fuera por una mera demostración de los polos opuestos, no deberían ni mucho menos pasar desapercibidas. Son puro lustre y gozada.